Sin darme cuenta había cogido cariño a David, aquel anciano charlatán y un tanto estrambótico que no se separaba de su gorra, no callaba ni debajo del agua y sin embargo era feliz viviendo solo en una enorme casa con jardín cerca del bosque.
Conseguir unos minutos de silencio para poder tomarle la tensión en condiciones era toda una odisea y sin embargo se las arreglaba bien para ir desgranándome su vida mientras se sentaba alegremente en mi consulta.
Desde la migración de sus padres a Argentina, su infancia en Buenos Aires, su regreso a su tierra natal con un acento marcado de "extranjero" y su encuentro con la que sería la mujer de su vida.
"¡Qué la Maritxu está saliendo con un argentino!"- diría su futura suegra escandalizada, una matriarca orgullosa de sus ocho apellidos vascos.
"¡De argentino nada! Nacido vasco, en pleno corazón de Donosti, migrado y retornado a casa."- ríe David con el recuerdo de hace una vida- "Resulta que mi madre y mi suegra eran amigas de la infancia. Habían perdido el contacto cuando nos fuimos a Buenos Aires y volvieron a retomarlo gracias a nosotros."
Después de aquel reencuentro nadie volvería ya a escandalizarse con el noviazgo de Maritxu con aquel "argentino".
Habla de ella con los ojos brillantes, con la satisfacción de quién ha vivido el amor de una vida, con la pena perenne de quién lo ha perdido demasiado pronto.
"Se la llevó el cáncer hace 20 años. Cinco años me duró luchando contra la enfermedad"- me confiesa con tristeza.
Pero cuando habla de ella se ilumina. De su primer piso juntos, de sus hijas, de sus hobbies compartidos.
"Nos gustaba salir a navegar. ¡Pescaba mejor que yo!- dice con orgullo.
Aún 20 años después, Maritxu sigue siendo (y siempre será) su primer amor y el amor de una vida. Sí, ha tenido algún escarceo con una excéntrica francesa del que su familia no sabe nada. Sí, sigue saliendo a navegar y a pescar, y pasea solo por el bosque que una vez descubrieron juntos de la mano. Le gusta comer y cocinar, y vivir y celebrar; pero de algún modo Maritxu siempre le acompaña.
Y durante un breve instante escuchándolo pienso que si vivo mi vida para que alguien me recuerde así, para que alguien hable de mí así y mantenga viva mi memoria 20 años después con la alegría de haberme conocido... habré vivido una buena vida. Una vida que merece la pena vivir
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Cuentos para adultos
Historia CortaRecopilación de los relatos cortos que he escrito y seguiré escribiendo a lo largo de los años.