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Una hermosa luna llena cubrió esa noche todas las manadas, cada quien tenía a su pareja ya planeada, otros buscarían a su suerte una.

—Alfa ¿Ya encontró..— el tigre gruñe.

—El día de hoy no buscaré a mi pareja, estaré en mi hogar.

La chica solo dejó salir un suspiro algo agotado, había intentado desde hacia meses para que fuera su pareja, solo se fué ya vencida.

El abdomen del Alfa se sentía un poco rígido, al igual que su cuerpo se encontraba un poco sudoroso y caliente, sabiendo que ya se acercaba la hora, su tigre interno no estaba tampoco emocionado ya que el si quería esperar a su pareja, su tigre quería lo prohibido.

Quería demasiado algo que no debía de querer.

Por otro lado un lobezno se encontraba en una crisis, su cuerpo empezaba a doler por los síntomas de la luna, su sistema se sentía caliente su vientre dolía, su interior ardía y su lobo aullaba por ser preñado, eso vaya que lo asustó.

Su lado humano odiaba ese instinto, ya que estaría siendo obligado por sus padres para juntarlo con un Alfa de su manada, los había escuchado la noche, ellos tenían al Alfa para el y era su mejor amigo.

Pensó que solo era un decir, pero ya era todo seguro.

Gruñe y se levanto rápido sintiendo su humedad y cuerpo también, se inclinó en la ventana, sintiendo la fresca brisa pegarle, haciendo que le relajase un poco.

Por un momento pensó que ya estaría acabado en el momento en qué su madre había entrado a su habitación, ayudándolo a cambiarse al igual de antes un baño para nivelar su temperatura.

—Ni se te ocurra aparearte aún con Zachary.

Soltó un pequeño quejido, unos labios se pasearon sobre su cuello y gruñe en protesta, su instinto se sentía un poco alborotado, sin embargo se movió sintiendo el aroma del Lobezno Alfa sobre el.

Flexionó su pierna, rozando con la dureza del contrario que emitió un sonido placentero, no lo pensó más y su pie golpeó la zona al igual que en el abdomen de este, liberandolo.

—Perdoname la vida- le dice muy suave por ese golpe.

Su ropa estaba desacomodada, tocó su abdomen soltando un quejido, sintiendo como su cuerpo temblaba, en su mente deseó que el tigre estuviera, deseó que lo tomaste el, esa idea pasó pero se detuvo al recordar que tal vez ya tendría una pareja al menos para pasar el calor.

—¡Eros!- Grita aquel Alfa, el lobezno no dudó en empezar a correr, sus pies descalzos tocaban las ramas y rompia por la velocidad, su respiración se agitó al chocar con alguien. —¡Dioses, Eros te van a matar! - el Alfa grita mostrando un pánico.

Tiempo antes un tigre caminaba en círculos, sintiendo la necesidad de aparearse, ese era su instinto primitivo que aún conservaba junto a todos los demás cambia formas, se inclinó jadeante.

No estaba en su hogar como había dicho.

Mordió su labio con fuerza, hasta sentir el sabor metálico en su boca, caminó encontrándose a varias parejas que se iban lejos, menos en el bosque, así que lo mejor que se le  ocurrió  fue ir, ya que nadie iría a este por órdenes.

Remojó sus labios, caminó de forma que se fue perdiendo por el lugar, no midiendo por dónde iba, obviamente no se detendría en el territorio de los lobos, sintió un aroma familiar y se dejó guiar por este.

Sus ojos chocan con los del lobezno una vez que ambos habían chocado y dando vueltas sobre el suelo, la piel ardía en ambos, sentían como sus corazones bombeaban y parecían taladrar sus oídos.

—Hueles.. - comienza el mayor y el lobo sonreí.

—Logré escapar de el, bueno me alejé - hizo una mueca sabiendo que su mejor amigo tal vez estaba asustado por el hecho de que se fué.

—No debiste ...

El lobezno gruñe bajo, sintiendo un par de manos en su cadera, su cuello se estiró y movió sus caderas contra el mayor. Ambos estarían bien, no había nadie, incluso todos están ocupados.

No tardaron en envolverse en esos instintos que ambos habían retenido.

Ambos se miraron, la luna reflejando sus pupilas ya dilatadas, el Tigre lo apretó sobre el tronco del árbol, el lobezno jadea moviéndose más desesperadamente sobre el Alfa," su Alfa" gritaba su interior.

Sintió como ambos se fueron perdiendo entre esos instintos primitivos, el alfa mordisqueando sus pezones ingresando en ese canal virgen, el lobezno gimiendo fuerte moviéndose con desesperación, sintiendo una y otra vez como el éxtasis los llenaba.

El Alfa no se detendría hasta estar seguro de preñarlo y, el lobo estaba dispuesto a recibirlo, al menos eso creía.

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Tiger roar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora