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Eros


A pesar de todo, le mentí el que le dije a Rho acerca de mi matrimonio el día de hoy, aguanto un sollozo mirando mi rostro.

No lloraba de tristeza, estaba llorando por la impotencia y por más que me esforzara no iba a llegar a ningún lado con mi negación, aguanto un gruñido cuando observo la mirada orgullosa de mi padre.

Tenía puesto ese traje blanco, si supieran que lo puro me lo quitaron dias atrás. Mi padre me tomó del brazo y me llevó a un lado.

Me sentía como un pequeño muñeco de trapo, no estaba poniendo resistencia en ningún momento, podía irme sin embargo no podría, no podía ir con aquel tigre, no podía ir a ninguna manada más, a la ciudad menos, no conocía nada.

De amor no se vivía, lo aprendí, para sobrevivir es necesario hacer sacrificios por los demás y para tu propia persona.

Maldije el día en que conocí a Rho, lo maldije el día que me entregué por primera vez, maldije el aceptar sus besos, lo maldije por pensar que estaríamos juntos. Era ingenuo pero eso ya se sabía perfectamente.

Crei tener poder, pero nunca fue así.

-Mira, allá se encuentra tu futuro esposo - habla mi padre mientras me encaminaba al altar. -Quiero de inmediato y rápido un Nieto y un a marca en tu cuello, no lo olvides,Eros. Tienes que hacer que todo aquí nos haga sentir orgullosos. Por tu manada.

Por mi manada.

-Después del primer cachorro todo va para mejor. - me había dicho mi tío, el cual era un Omega de igual manera, pero era clara su infelicidad.

-Podrás estar tranquilo, el amor va a surgir después - mamá me había dicho, sin embargo sabía que ella no amaba a mi padre.

Después fui tan conciente de todos los matrimonios arreglados en mi manada.

Miré hacia el Alfa, su mirada seguramente estaba como la mía y apreté los dientes con fuerza para por fin hablar.

-Acepto.

Mi corazón dolió, dolió tanto que juré que sangraba, Rhodes no había llegado, no había llegado mi Alfa por mi, sabía que no lo iba hacer ya que nunca le dije que sería hoy, aguanté mis ganas de llorar al sentir aquellos labios de Zachary con los míos.

Después de todo, todos creyeron en esa tonta idea del felices por siempre.

Miré a mi ahora esposo, sus ojos lucian igual a los míos.

Perdidos.

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