II. Los vestidos

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I don't know if I could ever go without

Watermelon sugar high

Watermelon sugar high

Diana y yo hemos pasado todo el camino cantando a todo pulmón canciones de Harry Styles, mi artista favorito. Cuando termina Watermelon Sugar y voy a poner Adore you, Diana me quita el teléfono.

— ¡Oye!

— Hemos llegado — Estaba tan entretenida que no me he dado cuenta de que el coche ya se había parado.

— ¿Me has llamado cincuenta veces y me has obligado a levantarme temprano un día de verano para traerme al centro comercial? — No estoy enfadada, de hecho, estoy sorprendida. Jamás se me habría cruzado por la cabeza que Diana me traería a un sitio tan corriente.

— ¿Piensas que te dejaré ir así a una fiesta? — me señala con el dedo — Necesitas ropa nueva, Emily.

— ¿Estás loca? Mi madre no me dejaría ir a un lugar así y si Matt se entera me mata.— Mi hermano y yo tenemos muy buena relación y nos tenemos mucha confianza, pero no quiere que yo vaya a fiestas y nunca me ha explicado el por qué. — Además somos menores, no nos dejarán entrar a ningún sit... — no termino la frase porque Diana se pone a reír — ¿Qué es lo que da tanta risa?

— Relájate Emily, es tu cumpleaños. Ayer llamé a tu madre y le dije que te ibas a quedar a dormir en mi casa, ¿porqué si no crees que ella y tu hermano te habrían dado los regalos y el pastel tan temprano? — Dice con una sonrisa triunfante.

Tiene razón, normalmente con mi familia celebramos, si es que se le puede llamar celebrar, mi cumpleaños por la tarde.

— Aún así seguimos siendo menores imbécil.

— No tienes de qué preocuparte — y sin decir nada más sale del coche.

Han pasado las tres peores horas de mi vida. Diana me arrastra de tienda en tienda. Siempre quiere destacar, no se conforma con cualquier cosa.

— Estoy cansadísima — Me quejo.

— No seas quejica aún nos queda un sitio y estoy segura de que ahí encontraremos algo.

Nos separamos en busca de dos vestidos y al cabo de un rato veo desde lejos a una Diana feliz, ya que trae colgando del antebrazo dos vestidos. Por mi parte, no veo nada que me llame la atención, son vestidos muy cortos y llamativos, todo lo contrario a lo que yo suelo vestir.

— ¡Emily! — Grita desde la otra punta de la tienda — ¡Ven, ya he encontrado lo que buscaba!

Cuando me acerco a Diana y veo los vestidos que sujeta me horrorizo completamente. Sujeta dos vestidos; un corto vestido de satén con tirantes de un color vino intenso y un otro vestido de lentejuelas también con tirantes de color blanco.

— No me voy a poner eso ni de coña, si hubiese querido parecer un payaso me habría ido al circo.— Digo molesta

— Sabes que te lo pondrás, te guste o no.

— ¿Es enserio Diana? ¿Y cuál se supone que es para mi? — Suspiro rendida. Odio el poder que tiene Diana sobre mí.

— ¡Este! — exclama levantando el corto vestido de satén

— Ya verás como resalta el cuerpazo que tienes debajo de esa ropa ancha. — Volteo los ojos en respuesta y ella me estira del brazo llevándome hacia la caja para pagar los dos vestidos, y salir de la tienda.

Antes de salir del centro comercial, pasamos por una zapatería para comprar tacones, aunque ha sido Diana la que los ha escogido yo solo me he limitado a observar.

— Por fin hemos salido de ese infierno, no volveré a pisar un centro comercial mínimo en dos meses. — Digo acomodándome el cinturón.

— No tan deprisa, aún tenemos que ir a la peluquería.

— Diana, son las dos y tengo hambre, si me vas a torturar más al menos déjame tomar un descanso — suspiro exhausta.

— Está bien, si quieres pasamos por el Mc Donalds, pero no más de dos horas que aún hay mucho que hacer.

Ya son las diez de la noche. Estamos acabando de arreglarnos. Diana, como siempre, se ve genial y deslumbrante. Ese vestido de lentejuelas le sienta genial y el pelo oscuro rizado hace que sus atractivos rasgos faciales resalten.

Llevaba mucho tiempo sin verme así, maquillada, con un vestido y mi pelo liso.

— Sabía que el color vino era tu color Emily. — Dice Diana para luego esbozar una triunfante sonrisa y a la vez poniéndose un poco más de rímel.

— No te emociones sigue sin gustarme del todo, esto es demasiado corto e incómodo. Además no entiendo como puedes usar esta tortura de zapados todos los fines de semana.

— Deja de quejarte, te ves increíble. He transformado a la Emily ordinaria en una diosa griega, deberías agradecerme.

Siempre he sido algo insegura de mí misma, pero Diana me hace sentir bien. Sé que ella no me mentiría nunca. Y, en realidad, tiene razón, no importa que tan incómoda sea esta ropa, me veo muchísimo mejor que de costumbre.

— ¿Lista para la mejor noche de tu vida?

— Eso creo — suspiro antes de salir.

AMBIVALENCIA (TERMINADA) (en edición) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora