XXVII. Tal vez, un final feliz

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Narrador omnisciente

Diana corre hacia su amiga, de hecho su mejor amiga. La niña con la que ha pasado mayor tiempo de su vida y compartido todos los momentos ya sean tristes o alegres. Las lágrimas no dejan de fluir por sus mejillas, corre a sentarse al lado de Emily, que se encontraba estirada en el suelo. Le coge la cabeza para dejarla encima de sus piernas.

— Emily — dice con la voz entrecortada — despierta por favor. No me dejes, no puedes — empieza a sollozar — íbamos a arreglarlo, ibas a perdonarme, despierta — le suplica.

El conductor se baja del coche y con las manos temblorosas marca el número de la ambulancia. Describe con rapidez a la joven Emily y les da la dirección. Se queda parado contemplando la escena, había atropellado a una chica, de la misma edad que su hija aún con la vida por delante. Su vida empezó a pasar delante de sus ojos, tal vez lo condenarían a cadena perpetua, tal vez nunca volvería a ver a su familia pero aún así no quería dejar a las dos jóvenes en mano del destino. Quería estar allí, saber su estado, no quería ser el culpable de la desgracia de una familia, de una pobre madre y padre.

— Em. — Diana agarra su mano con fuerza y ve que la sangre fluye de su cuerpo, el agua de la lluvia se mezcla con el espeso líquido y forma un flujo rojo que desciende por la carretera. — ¡Aaahhh! - grita con todas sus fuerzas. Eiden que se había parado al lado de una farola a unos cuantos metros de donde había dejado a Emily logró escuchar el grito de Diana. Se levanta de su sitio y sin pensarlo se echa a correr a la dirección de la que había venido. Al llegar al sitio se paraliza, no logra articular ninguna palabra ni mucho menos moverse. Ve a Emily estirada en el suelo junto a Diana, observa la escena sin creerlo, el agua mezclada con la sangre le llega a sus pies. No quiere creer en lo que está viendo, de repente todo su cuerpo empieza a temblar, todo le duele pero más le duele su corazón.

Por su culpa habían atropellado a la única chica que le daba vida, a la única que lo quiso tal y como era. En ese momento deseaba estar él en su sitio, deseaba que todo eso le hubiera pasado a él y no a ella. Empieza a caminar lentamente hasta llegar a donde se encuentra ella. Cae de rodillas a su lado sin fuerza, aunque haya sufrido durante toda su vida ningún dolor igualaba al que estaba viviendo ahora mismo.

Empieza a llorar con fuerza, su respiración se entrecorta, no podía aceptarlo no podía verla en ese estado. Con las manos temblorosas le agarra la fría cara y empieza a acariciarle las mejillas.

— Em Emily, lo siento — empieza a sollozar con fuerza — no me dejes por..por favor. — Él ya sabía que eso no funcionaría que ninguna súplica le devolvería a su querida. Pero pasó lo inesperado, de repente Emily abre los ojos con lentitud y mira a Eiden, con las pocas fuerzas que le quedaban le sonríe.

— Eiden — logra decir en un susurro, el último susurro que le quedaba. Cierra los ojos aún con la débil sonrisa en la cara, tal vez se equivocaba. Uno lograba obtener la felicidad antes de irse y la suya fue ver a Eiden antes de cerrar los ojos y adentrarse de nuevo en la oscuridad. Después de eso Eiden tuvo fe, fe de que no le pasaría nada a Emily de que no lo dejaría. Empezó a quitarse la chaqueta y la sudadera para luego taparla, quedando solamente en manga corta. Pero le daba igual todo, el frío, su salud, el mundo entero porque lo único que le importaba se le estaba yendo de las manos.

Acomoda la sudadera en sus piernas y la chaqueta en su torso. — Así no tendrás frío — dice llorando con fuerza — ahora vendrá la ambulancia tú solo aguanta — susurra — no me dejes gruñona — dice la última palabra con amargura. Le aparta el pelo de la cara y empieza a acariciarlo.

— Vamos Diana dame tu chaqueta — le dice sin apartar la vista de la pálida cara de Emily — no tiene que pasar frío — empieza a negar varias veces con la cabeza — no puede.

Diana se quita la chaqueta y se la da en estado de shock por lo que estaba viviendo. Por un lado su mejor amiga tenía la vida prendida de un hilo y los comportamientos de Eiden le daban miedo, tenía miedo por él y por lo que estaba pasando, se encontraba en estado de negación era como si estuviese perdiendo la cabeza. Para los dos la situación era como una pesadilla de la cual se querían despertar.

AMBIVALENCIA (TERMINADA) (en edición) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora