Desfallecer

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Hoy se cumplen siete años de aquel diez de marzo que le dije adiós y, aunque ya no duele ni quema como los primeros dos años, siento esa sensación de inquietud en el pecho por no tener la valentía de tomar el celular, llamarlo y disculparme por no...

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Hoy se cumplen siete años de aquel diez de marzo que le dije adiós y, aunque ya no duele ni quema como los primeros dos años, siento esa sensación de inquietud en el pecho por no tener la valentía de tomar el celular, llamarlo y disculparme por no comprender sus razones, fueran las que fueran. Corté de raíz nuestra relación y amistad de años, eso era lo que me hacía sentir muy miserable.

Hoy, también estoy presenciando finalmente a Taylor Swift en un concierto. Crecí con su música y la emoción que irradio en este momento no tiene comparación alguna. El puesto que he elegido está ubicado frente al escenario, así que eso hace la experiencia más completa y emocionante. La adrenalina corre por mis venas y me encuentro saltando en mi lugar, bailando y gritando a todo pulmón que la amo, su música me resulta inspiradora y me es un soplo de aire fresco, así que cuando entona Lover con esa voz melodiosa y angelical me encuentro recordando a Jethro. Pienso en que he estado enamorada de él por más de tres veranos y me bajoneo momentáneamente, pero eso no logra opacar la alegría y toda la dopamina que se encuentra en mi sistema.

Cuando acaba de entonar la canción la gente grita y aplaude, yo me uno a la avalancha de fanáticos y pronto las luces se apagan, el lugar queda alumbrado por unos reflectores tenues y luces celulares, así que cuando Taylor vuelve a hacer acto de presencia en el escenario, lo hace con una guitarra acústica y una silla.

―Esta noche me resulta muy especial… ¡yo también te amo, cariño!― dice, mientras señala a alguien entre el público, se ríe sutilmente mientras sigue mirando ―Tengo muchas ganas de seguir cantándoles, pero antes de continuar… Quiero contarles algo.

»Hace seis años conocí a un chico muy talentoso cuando estuve por Italia, mientras conversábamos de música y el tiempo, me contó la historia de él con su mejor amiga y cómo mi música los había acompañado en su crecimiento, y posteriormente cómo habían terminado su amistad una tarde mientras una de mis canciones sonaba.

Siento mis manos sudar, el corazón me bombea exageradamente rápido y mis lágrimas amenazan por salir. Las probabilidades de que él fuera de quién hablaba la mismísima Taylor eran literalmente nulas, pero aquí estoy yo, siete años después temblando ante la idea de tenerlo a metros de mí.

Se escuchó entonar un “Awww” colectivo mientras que  las personas a mi alrededor se miraban y murmuraban entre sí, y yo me sentía tan ajena de todo.

―Entonces, sin indagar mucho más allá, él está esta noche a punto de subir al escenario conmigo a tocar la guitarra, porque adivinen qué… entre todas las cosas que me dejó saber, descubrí que tenía un talento enorme para tocar guitarra y también, su mejor amiga está aquí presente.

Que no sea él, que no sea él… me repito.

»Jethro, ¡no seas tímido! ya es hora de salir a tocar ―lo llamó, animándolo.
Jethro aparece en el gran escenario y yo siento que literalmente estoy desfalleciendo. Luce como el adulto que ya es y sonríe a toda costa mientras mira hacia todos lados en búsqueda de algo o mejor dicho… de alguien.

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