Una melodía suave inunda el silencio en el que nos hallamos envueltos, la calle solitaria frente a nosotros nos da paso y mi mano acaricia brevemente la suya. Querido lector, si tuviera que describir cómo me siento en este instante creo que la palabra «inefable» se quedaría corta. No hay silencio incómodo, porque al parecer siete años no es mucho para dos corazones que siempre vibraron en la misma sintonía.
El sonido del celular me saca de mi nubecita de felicidad y me recuerda que después de haberle hablado a mi madre la primera vez no le volví a comunicar.
―¿Sí?―contesto el celular, a sabiendas de que un buen regaño se podría aproximar. Pero como dicen por ahí, el que tenga miedo de morir que no nazca.
―¡Muchacha!, ¿dónde andas? ― grita, a través del celular. Debo alejarlo para que no me deje sorda.
―Estoy con Jet, má. Estoy bien ― le digo.
―¡Estás con mi niño Jet!, a ver, colócame en alta voz ― ordena. Miro a Jethro apenada y él me anima a colocar el celular en el altavoz para hablar con la doña.
―Ya está, má. No me vayas a avergonzar, por favor― le imploro.
―Hola, Cassie ― saluda Jethro.
―Sí funcionó tu plan, eh ― expresa mi madre, vacilante―. No me traigas esta noche a Aithana, resuelvan sus cosas y mañana hablaremos en persona, los espero con el almuerzo hecho ― dice. Mi mente vuelve a hacer un gran click mental.
Miro rápidamente a Jethro y lo interrogo con una mínima mirada.
―Va bene, Cassie. Ci saremo per pranzo ― le responde a mi madre en italiano y se ríe el muy muérgano.
―¡Usen protección! ― exclama mi madre, antes de cortar la llamada.
Miro enrabiada a Jethro y me cruzo de brazos. Él por su parte me mira avergonzado y se ríe.―¿Algo que explicar, Jethro Bianchi? ― le pregunto.
Toma mi mano y niega con la cabeza mientras se ríe.
―Nada de qué preocuparse, ragazza.
Lo miro de perfil y analizo su rostro minuciosamente; desde luego que ya no es un niño. Tiene un rastro casi imperceptible de barba recién afeitada, su sonrisa ya no tiene ortodoncia y su acné sigue ahí, aunque de manera muy mínima, el hoyuelo de la mejilla sigue saliendo cada vez que sonríe y los anteojos están pegados en la unión de la base.―¿Sigues rompiendo los anteojos con regularidad? ―pregunto, rompiendo el silencio.
Jethro empezó a usar anteojos desde muy pequeño y el recuerdo de un niño de diez años rompiendo su primer par llega a mi mente. Luego de ese primer par le siguieron unos cinco y para cuando cumplió diecisiete tenía una gaveta llena de anteojos rotos, yo me preguntaba las primeras veces cómo sucedía, hasta que un día lo vi partir un par cuando se acostó encima de ellos, o la vez que jugando béisbol le pegaron la pelota en la frente, se cayó el otro par de ojos y por lo consiguiente, fue directo a la gaveta de recopilación.
―¿Sigues escuchando música cuando te toca bañarte?―pregunta bastante jocoso.
Asiento, porque es una verdad a medias. Ya no la escucho, ahora la canto.
Pero ese detalle no tiene por qué saberlo.
―Entonces ahí tienes tu respuesta. Pero juro que no es intencional, cuando volteo a verlos ya están rotos ― explica y yo me río―. Mamá y papá se siguen quejando de que soy un miope descuidado, pero ya qué, es un don ― termina de hablar y ambos nos reímos ante su relato.
Nos volvemos a sumir en un silencio cómodo y el camino se vuelve más arenoso, indicándome que mis sospechas son ciertas, me está llevando a la casa familiar que tiene un jardín enorme de tulipanes y girasoles. Nuestras familias compartían una casa de campo en medio de la nada, teníamos las comodidades necesarias para desconectarnos del mundo por unos días y solíamos celebrar las fechas especiales en aquel terreno pero luego de que los Bianchi cambiaran de continente, mamá y papá eran los que venían los fines de semana a sus escapadas matrimoniales.
Yo tenía cinco años sin venir y la última vez que lo hice terminé desechando muchas fotos que teníamos en la pared de Jethro y yo.
En cuanto estaciona el automóvil frente a la casa respiro hondo y me repito a mí misma que todo estará bien, que todo lo tengo bajo control y que solo es Jethro, ¿qué podrá salir mal? Nos conocemos hace años, éramos mejores amigos, acabamos de encontrarnos de nuevo, estarás bien, Aithana. ¡Relájate, por amor a Dios!, me repito.En cuanto abre la puerta de la casa el frío me golpea inmediatamente al igual que el olor a lasaña… huele muy delicioso como para no haber nadie aquí hace un tiempo y eso me hace sospechar de todo.
―Con que esto estaba premeditado, ¿eh? ― le pregunto, mientras lo observo encender las luces y dejar sus pertenencias en el pequeño clóset.
―Se podría decir. Técnicamente sí estaba premeditado, pero tenía dos posibilidades: o salías corriendo y no querías verme o podríamos llegar a un acuerdo y venir juntos a este lugar ―explica y viene a mí.
―¿Misión cumplida entonces?
―Creo que salió mejor de lo que esperé. Aunque saliste huyendo, verte ahí de espaldas me dio esperanzas, no sé… Creí en que sí podría decirte todo lo que no te he dicho en años… ― responde a mi pregunta y cada vez se acerca más…
―No era mi intención salir corriendo, estaba muy tranquila viendo mi concierto de la Diosa Taylor y cuando entraste a escena me paniquee, solo podía pensar en qué carajos te diría cuando bajaras de ese escenario o en qué haría y pues… salir corriendo fue la mejor opci... ―digo, antes de ser interrumpida por un beso de pico en los labios.
―Tú siempre serás mi mejor opción, por si te lo preguntas ― habla entre besos.
―Y tú la mía, Jet…
Reitero que Aithana y Jet son mi mejor opción y mi lugar seguro ahorita.💜
¿Como se sienten hoy?
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Amor jovial, puro e inocente | ✓
RomanceFinalista de los premios Watty 2021.🏆 Después de una ruptura amorosa, Aithana tendrá como objetivo una sola cosa: no saber de él a toda costa. Evitar saber qué ha pasado con su mejor amigo y ex novio después de tanto tiempo. Sin embargo, se verá en...