Capítulo 18, Temporada 3

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Ya he despertado pero estoy muy a gusto como para levantarme. Ese es un resumen de los últimos cinco días. ¡No se han perdido de mucho, lectores!

Con Kenji entre mis piernas y contra mi pecho hemos estado tan ensimismados que salir del ala oeste parece una misión demasiado ambiciosa.

Entre los dos ahora conformamos un continente, con sus propias políticas y zona horaria. En este continente, al que llamare " La petit mort", hacemos el amor durante la noche y dormimos, si es que dormimos, en el día.

Poco nos interesan las relación exteriores, cuando tenemos hambre llamamos a un cocinero llamado Yamam, amo y señor de unos dominios denominados "la cocina" en un paraje distante, para que emprenda un viaje a traernos alimentos. Por lo demás, somos una nación bastante autónoma, querido lector.

El presidente ha prometido instaurar una política de mucho amor y protección, abolición de reglas y castigos; y lo ha cumplido. La única civil no podría ser una ciudadana más feliz.

Fundamos este lugar aquella noche que el gobernante llego a confesar un cariño verdadero por su pueblo y en la cima de la escalera pidió mi dedo para introducirlo en el sistema de acceso a la bóveda que son sus aposentos, mi huella dactilar, en un voto de confianza y entrega hacia mí.

En estos días ha ejercido un mandato transparente más no demasiado moral. Sin la máscara social ni su disfraz de elegante hombre importante, me ha mostrado su lado mas visceral e instintivo al encajar su carne en la mía.

Retorciendo nuestros cuerpos y conectándolos de maneras complejas y extravagantes que no he visto ni en al salvaje mundo animal.

Ángulos que parecen el capricho de un demente, mas ¿Por qué habríamos de temer lastimarnos en poses a las que hemos llegado de manera tan orgánica?

Hacerlo sobre esta cama gigante, blanca y mullida es como estas sobre una nube.

Mi estado natural se ha vuelto permanente excitada, lubricada y receptiva.

Ya sea en mi costado, dormitando en mi pecho; tras de él abrazando su abdomen; él tras de mi protegiéndome con su cuerpo; mi pierna y brazo descansando sobre su cuerpo palpitante; o fundiendo en un abrazo mutuo nuestro nidito, un refugio de calidez y tranquilidad.

Kenji inconsciente es como un recién nacido, se sonríe en sueños, contemplarlo es relajante. Es increíble que consiga ser feliz luego de las calamidades que me confeso ayer.

Usando, una mañana, todo su cuerpo de cama para el mío; descansando la barbilla en su pecho, respirando su aliento. Acurrucando mis pies helados en los suyos cálidos sentía la falta de sus dedos fantasmas y el ardor de la curiosidad me incineraba las entrañas.

—Kenji...— enjugaba los labios contra su barbilla.

— ¿Hummm?—me peino el pelo sin molestar en abrir los ojos.

—Sé que dije que no preguntaría, pero me consterna pensar en el aparatoso accidente que debiste de sufrir para perder de cuajo dos dedos del pie—tenía en mente algún accidente con maquinaria en una fábrica o un descuido montando en moto.

—La verdad te consternada aún más— ¿los perdió en un sangriento tiroteo de mafiosos?—No fue ningún accidente, ni el resultado de una pelea. Me los amputaron como parte de una tortura—oír esto hizo que se me erizaran los cabellos y se me revolviera el estómago, debía de estar pálida como la leche.

Crónicas de mi Amo, Hijo segundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora