Capítulo 11, Temporada 1

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Aquella noche durmió tan profundamente que a tempranas horas de la mañana ya estaba despierta, y de un buen humor que la llevo a llenar la tina de agua caliente. Al sentir la calidez en contacto con su piel se sintió adormecida. Su mente se trasladó a su vida anterior. En la que no se rodeaba por tantos lujos, pero sin embargo gozaba de total potestad para hacer cuanto quisiera, con quien ella quisiera y solo cuando ella lo deseara.

Que lejana parecía ahora. Esa chica que rechazaba a los chicos, por cualquier simple gesto que no le gustara, para dar sus favores solo a los poco a los que le apetecía entregarse. Aquella chica había muerto el día que la secuestraron.

Pero ella no se deprimiría Lo único que no tenía remedio era la muerte. Como su vida había dado un giro de 360 grados para que esto le pasara, también podría volver a hacerlo y darle una mejor perspectiva.

Suspiro relajadamente cuando oyó el sonido de una sonrisa, abrió los ojos súbitamente:

—Buenos días—la saludo.

—Buenos días, mi Amo—se incorporó Dafne en la bañera.

— ¿Tomando un baño a estas horas? No me pareció ayer que estuvieras tan sucia. Para que asearte sea prioridad antes que recibir a tu amo—le dijo pero su tono no era de reproche.

—Lo siento, Amo—se disculpó ella—Estaba tan absorta que no he oído el timbre.

—Es por qué no lo he tocado. He venido sigilosamente a verte tomar tu baño—Dafne se alegró de que no se hubiera molestado.

—Amo—lo llamo tomando su mano entre las suyas, muy lenta y delicadamente.

— ¿Qué?—respondió notando que Dafne miraba su mano y no su rostro—Mírame.

— ¿Me preguntaba si podría usted decirme su nombre?

—No veo que ese detalle tenga relevancia alguna.

—Mi Amo, para mi es sumamente importante. Conocer el nombre del hombre al que pertenezco—acariciaba su mano para persuadirlo.

—Tú perteneces a tu amo. Y tienes un único amo. Se les ponen nombre a las personas para distinguirlas de otras. Yo no necesito membrete, soy tu distinción. ¿Entendido?

—Sí, mi Amo—deposito un beso en su mano, decepcionada. Creía que si lo pedía con amabilidad, él no tendría motivos para no decirlo.

—Así me agrada. Si quieres puedes quedarte un rato más ahí. Sabes lo que debes hacer luego de servirme mi café, espero no tener que repetirlo.

—No, mi Amo. Se lo que debo hacer—y así lo hizo. Le sirvió el café como él le había enseñado y se arrodillo ante su silla, lo más cerca que pudo de su pelvis. Obedientemente se dejó vendar los ojos y atar las manos. Al probar el tenue sabor a pre-semen saliendo de la punta respiro hondo, todo estaría bien. Él solo deseaba que le diera placer. Si lo hacía bien no tendría por qué hacerle nada. Se dedicó a masajear el falo con sus labios y lengua lo mejor que pudo.

—Sí, eso es, hazlo así—al oírlo esto ella lo hizo con más ánimos y se humedeció los labios para hacer más fuerte la fricción, lo oyó reír y sintió sus dedos acariciarle el pelo. Después de un rato aunque le dolían la comisura de los labios siguió haciéndolo, apresuro los movimientos de su lengua a lo que él respondió tomándola de la nuca para ayudarla a echar su cabeza hacia atrás y hacia adelante—¿Es que deseas acaso que termine en tu boca?—ella trato de responderle hablando pero lo único que consiguió fue emitir una vibración que le resulto muy placentera a su amo, quien suspiro—Dímelo moviendo la cabeza—ella temió por un momento pero pensó que se le estaba dando a elegir no se enojaría al negarse—Correcto, haz lo que has hecho a la inversa. Haz lo más suave y despacio gradualmente, te indicare cuando parar—así lo hizo aunque estaba ya cansada.

Crónicas de mi Amo, Hijo segundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora