Capítulo 27, Temporada 3

632 44 3
                                    

Sus dedos me recorrían toda la pierna, desde los tobillos hasta los muslos, rozando y erizando la piel desnuda que dejan ver los diseños rasgados de mi pantalón. En la otro mano lleva una refrescante limonada con cubos de hielo con menta, la toma de a sorbitos muy abstraído, por lo que le ha dado tregua por el momento a mi botón.

Por más que quiero disfrutar de la paz, no puedo.

—Kenji ¿Cómo que no iras conmigo? ¿Cómo se supone que jugaremos si no estas presente?

—Ya te lo dije, no necesito estar cerca de ti para que él mando funcione. Tiene la misma tecnología de punta que mi anillo y tus brazaletes, tienen un amplio radio de alcance.

—Pero... ¿Qué si lo activas en un momento peligroso?—como en mitad de mi clase de ciclismo.

—Prácticamente desde que me conociste traigo conmigo el mando para accionar la función de imantación de tus brazaletes—levanto la mano mostrándome su sortija de gema alienígena— ¿Alguna vez la he accionado mientras nadas o montas a caballo?—cuestionó en tono paciente.

—No, ...—más si las has accionado para someterme y así castigarme.

—Entonces yo sé lo que hago y no tienes por qué preocuparte.

—Sí que tengo de que preocuparme. Con estos aparatos puestos, ¿Cómo se supone que vaya al baño? ¿Tendré que ayunar todo el día o soportar un terrible dolor de estómago?

—Ninguna de las dos. Es una simple braga lo que te puse no un cinturón de castidad. Puedes quitártela, el expansor y el vibrador cada vez que lo necesites.

— ¿Puedo quitarme todo esto? Entonces, si no estarás conmigo que te asegura que no me las quitare y guardare para ponérmelas al final del día.

—No tengo forma de saberlo, tendré que confiar en ti.

— ¿Cuál es el sentido del juego si puedo hackearlo y hacer trampa con tanta facilidad?

—El sentido del juego es la confianza mutua. Se trata de concedernos mutuamente el beneficio de la duda, como quisiera me las hubieras concedido ayer mientras hablaba con el Bulgaro—y yo cuando la venda cayo de mis ojos.

Vi que ya la limosina se encontraba frente al edificio principal de mi universidad.

— ¡Ve a clases!—me ayudo a ponerme mi morralito verde.

— ¿Seguro que no quieres venir conmigo?

—No es que no quiera es que no puedo. Tengo reuniones y una cita que no puedo cancelar.

— ¿Una cita?

—Una cita médica—aclaro.

—Ah, está bien. Hasta luego—después de besarle salí del auto.

—Hasta pronto, zorrita celopata—me hizo un guiño mientras cerraba la puerta—¡No olvides hacer tu tarea!

Estoy convencida, Kenji le ha comprado a la Reina Malvada de Blanca Nieves su espejo mágico. O quizás la bola de cristal a alguna pitonisa. ¿De qué otra forma puede ser tan inoportuno para activar esta cosa en los momentos penosos posibles?

Había estado sentada en el fondo del salón, pasando desapercibida, esperando a que mi braga se agitara de un momento a otro. Pero ese momento no podía ser otro que cuando fue mi turno de ir al pizarrón para hacer una lista de los renglones en los que se divide un presupuesto, algo que domino, más me fue difícil escribirlo en la pizarra con la mano izquierda, cuando no soy zurda, porque mi mano derecha está anclada a la pared para mantenerme de pie.

Crónicas de mi Amo, Hijo segundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora