Capitulo 39, Temporada 3

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—Lo hare...—dijo Dafne en voz quebrantada—Hare lo que tú digas—respiraba con dificultad, el aire se sentía azufre en sus pulmones—...pero, por favor, que ya no les apunten—suplico con el semblante afligido.

—Dejaremos de apuntarles en cuanto lo hagas—resoplo el Bulgaro, como fastidiado por tener que decir tal obviedad—y dependiendo de que tan bien lo hagas, perra mimada.

— ¡No, Dafne!—Kenji extendió el brazo libre hacia ella, pretendía capturarla del brazo y no dejarla ir, ella previo esto y evito que la cogiera— ¡No lo hagas!

— ¡Vete de aquí, Damita!—le ordeno Sergio en tono bajo y calmo pero autoritario—Yo te cubriré la espalda.

—No pienso irme sin ustedes—contesto Dafne, aun mas determinada.

Tiritando de miedo se deslizo bajo la mesa de cristal, e ignorando la poderosa opresión en su pecho, se puso de rodillas apoyando las manos en el suelo. Desde allí, viendo al tétrico par de padre e hijo hacia arriba, se sintió insignificante y rastrera, como una cucaracha a la que iban a pisotear.

—Estamos en desventaja, lo mejor es que haga lo que él quiera—nadie sufría mas que ella al constatar esta realidad.

El Bulgaro echo la cabeza hacia atrás y lanzo uñas estrepitosas carcajadas:

— ¡¿A dónde iremos a parar en un mundo donde las perras con más listas que los hombres?!

A Dafne no le ayudaba a avanzar contra intuitivamente hacia el peligro, que el Bulgaro riera así o que su hijo la escrutara con sus ojos de trastornado. Cuando su temor se materializo en un fuerte dolor en el abdomen.

El Bulgaro le había dado un contundente puntapié en el ombligo, dejándola sin aire y haciéndole saltar las lágrimas.

—Así es como tratas a una perra—se jacto el Bulgaro de su fechoría—No le das una tiara y la sientas en tu trono.

—¡¡¡Maldito!!!—Kenji había enrojecido de rabia y las venas ya le brotaban del tenso cuello y la frente— ¡Matare a este bastardo! ¡¡Lo desollaré vivo ante tus ojos!!—amenazo Kenji, sonando totalmente capaz de cumplir la amenaza.

—Y yo te matare a ti—le comento el Bulgaro, despreocupado, como si no hubiera oído o entendido lo que Kenji aseguraba le haría a su hijo.

—No, Kenji, estoy bien—Dafne se sujetó la zona golpeaba, proceso el dolor, intentando aparentar no estar tan adolorida como en realidad estaba.

Kenji, sin dejar de apuntar al joven rubio justo en medio de sus detestables ojos negros (quien parecía estatua, pues estaba en la misma postura que cuando se sentó, la recta y ambas manos sobre la mesa. Lucia como disecado) veía a Dafne a través del cristal de la mesa, avanzando cohibida a gatas para hacerle una felación que no deseaba a un hombre que no conocía y al cual temía.

Le volvió el arrepentimiento de su manera de tratarla en un principio , deseo súbitamente poder tele transportarla a un lugar seguro, o al menos viajar al pasado, a abofetear al Kenji que estaba convencido de que no enseñarle a disparar ni darle un arma era lo mejor para su seguridad.

Todo el temor, sumando al dolor de la patada en el estómago, había conseguido superarla. Las lágrimas le corrieron por las mejillas, dejando le una estela de humedad.

Fijo su vista nublada en el Bulgarito. Intentaba adivinar si él también pretendía hacerle daño, pero aquellos ojos que la observaban sin darle tregua estaban vacíos, inexpresivos al igual que su rostro, no le decían nada.

Él separando las rodillas para dejar expuesta la zona de la bragueta, le insinuaba que estaba dispuesto, la falta de inflamación en el bulto de debajo insinuaba que no entusiasmado. Dafne no supo bien porque esto la tranquilizo:

Crónicas de mi Amo, Hijo segundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora