Capítulo XII

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Agradecida que el mal tiempo se este reponiendo y tenga facilidad de actualizar, uff.

Disfruten la lectura UwU

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—Oh, buen día mamá. — la mujer volteo a ver con deslumbrante sonrisa y cálido aroma mañanero. Elizabeth dio un corto beso en su mejilla. —No creí que estuvieses despierta temprano. — comenzó a buscar en el refrigerador, sacando una caja de leche y otra de jugo.

—Hmm, escuché ruido anoche y vi que eran ustedes. — su sonrisa se ladeó ligeramente. —Se veían tan lindos en la mañana. — la jovencita rechisto con un rodar de ojos ante el suspiro amoroso de su mayor, sin saber que ella poseía una fotografía de aquella escena.

—Buen día señora Goddess. — se hizo presente el rubio con su educada y característica serenidad. —Lamento ser irrespetuoso respecto a mi súbita presencia de anoche. — la aludida negó ligeramente comenzando a preparar el almuerzo.

—Para nada cariño, me sorprende que te haya traído. Si hubieses sido otra persona te habría abandonado por ahí a tu suerte. — la albina menor se vio ofendida, demostrando su zaherimiento con el ruido seco de los vasos sobre la mesa.

—¡Mamá!, solo fui amable y ya.

—Por eso mismo digo que me sorprende. — Elizabeth soltó una bocanada frustrada; ignoró el comentario de su madre para servir un vaso de jugo de naranja. —Bueno, fuera de las hazañas heroicas de Elizabeth, ¿qué tal has estado? — cuestionó la mujer cocinando relajadamente.

—Gracias. — musito a la joven que le ofreció la bebida naranjada antes de posar su atención a la mayor. —Muy bien, algo inquieto, a decir verdad. — una mueca se dibujó en sus labios, algo que llamó la curiosidad de la albina. Solo empezó a beber del zumo, deleitándose con el sabor cítrico en su paladar.

—¿Mi hija te comento lo de la graduación?, con lo terca que es, no me sorprendería. Después de todo, tal vez vaciló de más ya que llego tarde. — el rubio luchó por no atragantarse en ese momento, Elizabeth solo se sonrojó furiosamente dando la espalda a estos dos; ambos sabían la verdadera razón de esa tardanza.

Elizabeth maldijo internamente, sus intentos por disimular aquel incómodo y excitante rato se fueron al carajo; por otro lado, el Demon rechisto, había intentado no sacar el tema con la mujer, pero ahora, ambos estaban envueltos nuevamente.

—Eh, bueno... — balbuceo limpiándose los labios con una servilleta, tratando de procesar una respuesta.

—Él hizo movimientos en su calendario, madre, por eso me tarde ya que tenía algunas cosas importantes ese día. — intervino la peli plata de lo más tranquila y convincente posible. —Perdón si no te lo había dejado en claro antes. — el de verde mirar captó la silenciosa indirecta en la mueca de su pareja.

—Si, fue eso. Pero no hay nada de lo que deba preocuparse señora, eso está más que expedito. — respondió con una calma que alivió el peso de temor en Elizabeth. Por otro lado, Inés suspiro algo decepcionada, pero no esperaba más de su hija.

—Huh, Elizabeth eres tan poco considerada. — tomó unos cuantos platos para servir de la comida caliente. —Pudiste quedarte a conocerlo un poco más, toma iniciativas. — aconsejó respecto a temas de conversación, al contrario del invitado que no pudo evitar pensar en otro tipo de iniciativas.

—Para nada, ella es considerada. — sonrió con fuerza mirándola de reojo. —Mucho, a decir verdad. — musito esto último ganándose una mirada de odio de su parte.

La mujer terminó de servir para tomar asiento en la mesa de figura circular, de modo a que pudiese ver a ambos de frente.

—Hm, la verdad me cuesta creerlo, pero bueno, supongo que la gente cambia. — sonrió a la nerviosa jovencita. —Espero te guste, Meliodas. — el rubio no evito sentir el rugir de su estómago al sentir el apetitoso olor en sus fosas.

La Señora de Demon || MelizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora