Temblando con ligeros escalofríos de aroma a bosquejo, su cuerpo sudando al echar su cabeza hacia atrás. Caderas bailando como los vientos del exterior sintiendo la calidez de sus manos entrelazadas cariñosamente mientras su mano desocupada se encargaba de enmarcar con dulzura los reos de su silueta escuchando siseantes clamores vaporosos.
Aquel causante de esas hermosas ondas sonoras se aventuró en su cuerpo entre la oscuridad, besando sobre cada lunar para trazar constelaciones en su cuello y pecho, descendiendo por su estómago hasta sus rincones más escondidos descubriendo nuevas sensaciones para brindarle, memorizando cada melodía acompañando su nombre.
—Meliodas... — gimoteo más alto, temblorosa, obligando al rubio a separarse de su labor para verle un breve momento a los ojos cristalinos.
—Shhh, no hagas mucho ruido, preciosa... — recordó con voz ronca por el hecho que ahora no se encontraban solos y lejos de alguien que pudiese escucharlos. Amaba sus clamores, pero debía mantenerla callada para evitar una vergüenza el día siguiente o quejidos por el ruido.
—Hmm... más... — El rubio volvió a su labor lamiendo su pequeño botón hinchado entre sus pliegues rosados sintiéndola retorcerse contra él, sus manos se soltaron para empujándolo más a su sensibilidad, sus piernas quedaron inmovilizadas sobre sus hombros, no podía mantenerse quieta contra su boca insistente. —M-Mel... a-así, no pares. — su gemido fue más bajo, pero suficiente para llegar a los oídos del aludido.
Movió su lengua con más vehemencia; chupó como si fuese lo más dulce, succionó buscando, la acarició con suavidad hasta que el cuerpo femenino comenzó a agitarse con rapidez, sus caderas se alzaron contra él temblando, sus jadeos eran más violentos que apenas lograron ser amortiguados con morder su labio inferior hasta que, sin contenerlo más, sus uñas se enterraron en su nuca al arquear la espalda soltando un quedito gemido meloso derramándose en la boca del rubio quien disfrutó catar de su dulce esencia.
Estaba agitada y relajada, sus ojos llorosos apenas lograron ver al rubio como daba una última lamida a su flor para subir por su estómago hasta llegar a sus pechos, succionando su tierna carne blanca y con ello, adorar sus botones rígidos.
Ella no lo soportó, de la comisura aún se veía como escurría algo de su excitación; lo acercó a ella para lamer ese hilo desde su barbilla hasta fundirse en su boca sin prisas, disfrutando del bailar de sus lenguas a la vez que descendía sus manos al marcado bulto entre sus pantalones, sacándole un gruñido al momento de frotarlo de arriba a abajo con un marcado ritmo.
—Elizabeth ~ — este se separó un poco de ella quedando de rodillas sobre sus caderas para quitar su pantalón lo suficiente y sacar su miembro erguido, con ello, hacer esa extraña acción de tomar las sábanas y cubrir sus cuerpos para crear un ambiente más privado entre ambos.
Con cuidado, mirándole fijamente a los ojos, entró en ella robándole un jadeo con un cerrar de ojos y un brillo bermejo adornando sus mejillas. Tan cálido y estrecho como si lo abrazara, que no tardó para empezar una oscilación suave y lenta como si fuese la primera vez.
—Hmm... ¡Ah! — Este salió de ella y volvió a entrar en una estocada escuchando sus respingos e intentos nulos por mantenerse callada con cada penetración. —Meliodas...
—Aah. — Solo la miraba cerrar los ojos soltando pequeños gemidos, mientras sin quererlo su corazón empezó a vacilar. Se abrazó a él, arañando su espalda cada vez sus movimientos incrementaban cada vez más impetuosos con tal de escuchar esos gemidos que hipnotizaban su audición.
¿Qué era ese sentimiento?, muy distinto a la vez anterior. La primera vez sintió una conexión mística y cercana, creyendo que solo era el momento de emoción, pero esta vez era más fuerte. Su corazón latía sin control y no por el trabajo que ahora hacía, ella provocaba que en su pecho floreciera un diferente cariño, un distinto tipo de afecto que nunca había sentido y sus palabras frías quedaron colgadas de un hilo.
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La Señora de Demon || Melizabeth
FanfictionFirmaste un contrato; no hay marcha atrás. Meliodas Demon, un hombre cotizado cultipicaño, monótono y desinteresado por el romance, se ve obligado a casarse para heredar parte de la fortuna Demon. Elizabeth, una chica indiferente y hostil, pero amab...