Capítulo XXI

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"¡Uhg!, mi cabeza... duele, ¿Tan pronto amaneció? " se removió ligeramente frunciendo el ceño a la tenue luz que se filtraba por la ventana. Su cuerpo se sentía pesado como si algo le impidiera moverse un poco por la inquietud. "¿Huh?, ¿Qué es... esto?" Sus manos tantearon otro cuerpo fornido encima suyo, unos brazos la rodeaban deliberadamente y la ligera respiración chocaba contra su piel.

Abrió los ojos lentamente logrando enfocar unos rebeldes cabellos rubios y un rostro masculino dormido entre sus pechos apenas cubiertos por el sostén mientras... un segundo, ¿en dónde estaba el resto de su ropa?

Amplió los ojos en sorpresa al caer en cuenta que este roncaba entre sus atributos como si fuese lo más cómodo del mundo, totalmente sumiso a Morfeo y es que el peso de las horas lo alcanzaron por lo que ahora se encontraba con un sueño pesado. Se maldijo, hasta dormido se veía lindo.

Miles de inseguridades la inundaron en ese momento, ¿realmente habría tenido su primera vez de esa manera? No lo creía seguro, pero tampoco descartaba esa posibilidad. Estaba tan confundida, no es como si le molestara, pero no se lo imaginaba así con él o al menos creía que no era el momento adecuado, el simplemente pensarlo le daba miedo; sin embargo, ¿sus juegos de seducción? Solo era eso, juegos.

Agitó la cabeza enfocándose en lo más importante en ese momento, quitarse al hombre de encima que parecía que solo se aferraba más a su suavidad, disfrutando inconscientemente su calor corporal.

—¿Meliodas? — descubrió un poco la sábana blanca percatándose de que este no tenía su camisa puesta. ¡Diosas! Removió sus piernas un poco tratando de empujarlo, pero era en vano, su peso le incomodaba. —Hey, Meliodas... ¡Meliodas!

—Hum... — se removió ligeramente acorrucándose aún más en ella, causándole un sonrojo de furia bochornosa a lo que Elizabeth aprovechó para empujarlo a un lado en un impulso.

—¡Que te quites de mí, Demon!

—¿Qué...? — cayó de la cama con un fuerte golpe. —¿Eh? Carajo, Eli... — gruño en bajo, aún se encontraba medio somnoliento sin percatarse de que la albina luchaba por cubrir su poca desnudez.

—M-Me... Meliodas... — al fin logró llamar su atención, ¿por qué ella estaba con él en su habitación? —Por favor, dime que no hicimos nada. Por favor, por favor, por favor... — ¿Hacer algo?

Ambos ojos esmeraldas se posaron en la mueca de la albina, sus temblorosas manos sujetando las sábanas sobre su voluptuoso pecho, la expresión de exasperación en su ceño arrugado... agitó la cabeza sacando cualquier idea traviesa, ¿por qué se cubría?

Bajó la mirada percatados que su torso estaba desnudo y sus pantalones estaban mal acomodados como si... ¡Oh no! Atinó a torcer con ademán aflictivo.

—Yo... Yo no lo recuerdo. — bajó la mirada algo avergonzado, no por él si no por ella. Tanto alegaba respetarla y lo primero que hacía era... ¡ni siquiera recordaba si algo sucedió entre ambos!

Había una pequeña posibilidad de que solo hubiesen iniciado uno de sus "juegos" donde uno tendría el papel de seductora comparsa y solo terminar durmiendo. Esperaba más esa probabilidad.

—Oh diosas, me acosté con un borracho. — chilló la albina con ironía ganándose una mirada de reproche por parte de su pareja, ¿poco le importaba la situación?

—No te excluyas, te digo que no recuerdo. — soltó una bocanada levantándose del suelo obligando a la albina a girar el rostro avergonzada.

—Aprovechado.

Los ojos verdes giraron más que dado por vencido, la chica hablaba de una manera que no sabía si interpretar como enfado o simple mofa por lo que había pasado, pero en realidad, Elizabeth estaba tan avergonzada y temerosa que no sabía cómo esconderlo más que usando el sarcasmo para distraerlo.

La Señora de Demon || MelizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora