Capítulo XXXVII

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Se me hizo muy tarde TwT, ¿me perdonan?

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[Un día antes de la boda]

—Mi señorito Meliodas. — el hombre de cabellos verdes apareció en su ambiente silencioso. —Hay algo importante que recordarle. — el aludido gruño en bajo; detestaba la actitud de su tutor. Diferente a lo que era Cusack con Zel, este lo alababa por el simple hecho de ser el mayor. Odiaba la idolatría por sordidez.

—¿Qué sucede Chandler? — esté le entregó el portafolio que contenía una documentación conocida. Aquel que fue el inicio de su repentina y forzada relación con la platinada que tendría como esposa.

—El contrato expiró. Debe formalizar ahora con la chiquilla esa. — el rubio arqueó la ceja a la vez que analizaba el dicho contrato.

—¿Formalizar?

—Ya sabe. Discutir lo que conlleva el contrato dentro y fuera del mismo, así como los contratos prematrimoniales. ¿No le ha mencionado que tiene obligaciones una vez que usted tome el cargo de su padre? — este negó. Olvidó por completo esos términos legales, aunque ya no había oposición alguna, ella tenía que acceder. —Tiene que hacerlo, tiene que prepararse y por lo visto, la actitud berrinchuda de esa jovencita no ha mejorado.

—¿Ella está aquí? — el contrario asintió con pesadez.

—La mande a hablar ayer, mi amo. Estuve anticipando todo para este día.

—Bien; con permiso. — tomó los papeles y salió de la pequeña oficina hasta la sala donde su prometida esperaba inquieta por su tardanza. —Elizabeth. — la aludida le miró con una leve sonrisa. —Es bueno verte, necesito hablar contigo sobre el contrato.

Se sentía agobiada en una fosa de recuerdos. Hacía un año atrás se encontraba en esa misma sala de aire severo y hermética al igual que el rostro con el que conoció por primera vez a ese rubio de actitud cerrada. Nostálgico y caótico a la vez.

—Yo también tengo que hablar contigo sobre eso. Más bien, es una duda que aún tengo. — se incorporó en su lugar observando con detenimiento al hombre frente suyo.

—Dime.

—Por lo que me dijo Chandler, ya que el contrato está roto, ¿Cuánto tiempo dura este matrimonio antes de que pueda marcharme? — preguntó por fin temiendo por una razón a la respuesta que le daría.

—¿Cuánto? — arrugó un poco el entrecejo sin entender el rumbo de la conversación.

—Si. Tengo entendido que una vez tengas tu herencia yo me puedo divorciar de ti, pero quiero saber cuánto tiempo tengo que esperar para...

—¿Divorcio? — le vio asentir. —Elizabeth, el matrimonio es real. El contrato no menciona nada sobre el divorcio. Solo es de confidencialidad y que aceptarás ser mi esposa de por vida. — sus ojos se ampliaron con el alma escapándose entre los labios después de escuchar sus palabras. ¡Debía ser un error!

—Espera, ¿no fue lo que dijo tu tutor? Creí que había un plazo, por eso firmé... ¡¿para qué querías hablar entonces?! — Demon aclaró su garganta; la mujer había confundido las cosas y no se enteró de las políticas debido a su negativa al insistirle que leyera el documento.

—Quería hablar contigo para recordarte tu posición en esta familia. Como mi esposa, serás mi mano derecha de por vida. — dijo con tal frialdad que erizó su piel y una mirada severa que dejaba sin duda de su franqueza. —Ni tu ni yo tenemos la autoridad de romper con el compromiso ya que el contrato ni siquiera mi padre lo ejecutó.

La Señora de Demon || MelizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora