Capítulo XXVII

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Ambiente neutro, un tenue aroma a lavanda y medicamento. No había ruido que perturbara su inestabilidad, solo respirando tranquilamente mientras su pierna temblaba en un tic ansioso frente al psiquiatra que solo tenía su libreta donde tenía el informe de aquel rubio que atendió durante estos años.

A diferencia de cómo lo conoció, esta vez su semblante era sereno y calmado; ya no era ese rubio de ceño fruncido rasguñando los sillones con actitud ansiosa mientras pataleaba furioso diciendo que odiaba el lugar.

—Meliodas, ¿sabes por qué estás aquí? — el aludido resoplo jugando ansiosamente con sus manos, detestaba comenzar, pero ya no dejaría que su padre fuera quien le dijera qué hacer.

—Pasó lo que no quería, perdí el control. Tengo otro ataque de ansiedad. — el hombre de cabello plateado sonrió.

—Hemos avanzado mucho desde la última vez, admites que lo hiciste. Ahora con eso, ¿Cómo te sientes? — el rubio no tuvo que pensarlo mucho.

—Mal... — relamió sus labios. —Tengo miedo, ya no quiero lastimar a nadie.

—Bien; ahora se especificó, nombra a quien no quieres lastimar. — esta vez tomó su tiempo, incluso decir su nombre dolía.

—No quiero lastimar a Elizabeth.

Zaratras comenzó a revisar la libreta y sus observaciones anteriores. Hacía dos años no volvía a verlo, después de su última visita en ese consultorio, el Demon dejó de asistir de momento a otro, pero según por la boca de su padre él había retomado su vida por completo; sin embargo, ahora él fue quien regresó por su cuenta porque sabía que necesitaba ayuda.

Aquella plática con la señora Goddess fue lo que le impulsó a tomar el timón de su vida y tranquilizarse en esa marea violenta que lo azotaba.

—Perfecto. Ahora volverás a recrear la escena. — el rubio se tensó, pero no opuso resistencia, ya había pasado por esto incontables veces con anterioridad, no sería nada nuevo tener que recordar aquellos sucesos. —Meliodas, lo que viste fue horrible, el escenario no fue algo adecuado para alguien de siete años, pero ahora no tienes siete, ¿entiendes que tu madre ya no vive? — asintió. Juraría que podía escuchar ese martirio de los gritos, la desesperación, la explosión de un arma... Comenzó a soltarlo. —Tu no debes vivir aislado del dolor porque es algo con lo que aprendes a vivir. Dime, ¿Qué piensas de ti?

—Soy la peor persona. — dijo sin dudar, el hombre frente a movió la pluma sobre la hoja de papel anotando sus nuevas observaciones temiendo a que volviera a la inseguridad social.

—¿Por qué lo eres?, ¿es porque el pasado afecta el presente? — movió la cabeza en negación.

—Es inseguridad mía, no tiene nada que ver con el pasado.

—Has mejorado, ¿las pesadillas volvieron? — volvió a negar. —Bien, parece que ya identificas problemas causados por el estrés post trauma y los que causas por tu cuenta. — cambió su posición a una más relajada dejando posar un pie sobre su rodilla. —Hablemos de tu novia. Dices que te inventaste una prueba de fidelidad con tu mejor amigo.

—Al principio desconfiaba de ella, después fue inseguridad mía. Mis emociones se salieron de control que solo termine diciendo cosas que no eran verdad. — ladeo una mueca.

—¿Confías en ella? — soltó una bocanada al ver su respuesta afirmativa. Solo mostró una sonrisa amigable y totalmente fuera de su papel profesional. —Lamentablemente no soy "doctor corazón", ni conozco a la chica en cuestión, pero una traición a cualquiera lástima. Ahora, debes tomar en cuenta la actitud de la persona, pudo ser violenta, se lo hubiese tomado a broma, te hubiera insultado...

La Señora de Demon || MelizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora