Capítulo 15

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La primera carta llegó días después de regresar al palacio del acantilado.

A Alec no le había quedado otra que comenzar a utilizar la silla de ruedas porque de quedarse encerrado durante más tiempo en una habitación, aunque fuera la suya, acabaría con su salud mental. Odiaba ese cacharro que Jace le había regalado porque era poco práctico y molesto. Le acababan doliendo los brazos al final del día por empujar las ruedas. Sin embargo, era la única manera de desplazarse por el palacio y pasar tiempo con sus amigos.

Clary era servicial y complaciente con él. Estaba todo el día encima de él y, aunque disimulaba su preocupación con optimismo, Alec sabía que Clary lo trataba con mucha delicadeza. Y eso Alec lo odiaba.

La carta llegó una tarde en la que Clary, Julian, Emma y él estaban sentados alrededor de una mesa en los jardines. Estaban tomando el té mientras Julian y Clary dibujaban las flores de los árboles y los tiestos. Todos miraron con curiosidad la carta que el mensajero había depositado en frente de Alec.

—¿Ese es el sello real? —preguntó Julian, atónito.

Emma se alzó un poco en su silla para alcanzar a leer el nombre del remitente.

—¿Te escribes con el príncipe Magnus? ¿Desde cuándo?

Las orejas de Alec se sonrojaron. Agradeció que aún no se hubiese cortado el pelo.

—No es de tu incumbencia, señorita —se burló Alec en un intento por ocultar su emoción. Guardó la carta en el interior de su chaqueta. Si le funcionaran las piernas en ese momento, rebotarían impacientes por no poder esperar a leer la carta.

—¿No hay ninguna carta para mí? —preguntó Clary, esperanzada. La sonrisa se le cayó del rostro cuando el mensajero negó con la cabeza y se retiró—. Oh.

Emma apoyó una mano sobre la de Clary y le dio un apretón.

—Estoy segura de que pronto llegará. Jace a veces es un poco torpe, pero nunca se olvidaría de escribirte. Seguramente estará muy ocupado.

—Han pasado semanas —murmuró Clary con la mirada gacha.

Alec contempló en silencio a Clary. Él también extrañaba a Jace y quería que volviera a casa cuanto antes. Él era el único con el que podía hablar. Desde la noche del baile, necesitaba hablar con alguien desesperadamente. Quería hablar de lo sucedido con Magnus y que alguien lo ayudase a razonar ese cúmulo de emociones que sentía cada vez que recordaba el beso. Si fuera más valiente, también hablaría acerca de la mujer fae que se le acercó, pero de esa manera revelaría su verdadera naturaleza y acabaría muerto. No sabía qué le preocupaba más: sus sentimientos por Magnus o la incógnita de su verdadero origen. Lo segundo debería ser su preocupación primordial, pero la sonrisa de Magnus ocupaba todos sus pensamientos, por lo que aquel asunto parecía tener más relevancia. Además, era improbable que pudiera encontrar a la mujer fae y obligarle a que le revelase todo lo que deseaba saber.

Clary había estado enferma desde el viaje de vuelta. Sufría mareos y dolores de cabeza. Julian había sido el que la había cuidado esos días. Alec no había podido ayudar porque ni siquiera era capaz de subir las escaleras. No con un par de piernas endebles y una silla de ruedas.

Clary ya parecía recuperada, aunque su rostro pecoso seguía sin esbozar sonrisas sinceras. Alec se dio cuenta de lo mucho que Clary echaba de menos a Jace y, por un instante, reflexionó sobre quién lo echaba más de menos de los dos. Clary parecía devastada por la ausencia del rubio, mientras que Alec, con tantos dilemas en su cabeza, sólo había pensado en su amigo en momentos puntuales.

—Disculpadme —murmuró Clary, poniéndose en pie. Dejó la servilleta sobre la mesa y sonrió débilmente—. Tengo que ocuparme de algunos asuntos. ¿Nos vemos en la cena?

rex aureus « malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora