El viaje transcurrió con él oscilando entre el sueño y la vigilia. En el fondo de sus párpados veía luces azules y doradas y los rostros de las personas a las que había conocido: las enfermeras del orfanato, los abusones de las calles, Vivian, los dueños maltratadores, Jace, Clary, Julian, Emma... Y Magnus era la figura más brillante y la que más destacaba en la oscuridad. Intentaba alargar el brazo para llegar a él y tocarlo pero estaba inmovilizado por un manto negro que se aferraba cada vez más y más a su piel.—Quédate conmigo —susurraba una voz en su oído—. Aguanta, ya queda menos.
Le costaba respirar. Le dolía cada respiración. Podía sentir cómo su cuerpo empleaba toda su energía para aguantar. Su piel quería estirarse y cerrarse alrededor de la herida, pero no podía ella sola. Se estaba cansando de luchar. Estaba tan cansado. Sólo quería dejar de sufrir. Un minuto. Un segundo. Estaba cansado.
Debió de pronunciar ese último pensamiento en voz alta, porque alguien apretó su mano y dijo:
—No, no puedes rendirte. Queda muy poco para llegar. No te rindas —rogó una voz rota por el llanto.
Alec no quería rendirse. Después de todo, sobrevivir se había vuelto una segunda naturaleza para él. Llevaba luchando por sobrevivir desde que escapó del orfanato. No dolería tanto luchar un poco más, ¿verdad? Sin embargo, ¿por qué luchaba? No tenía ningún futuro en Eroda. ¿Por quién luchaba? No podría quedarse con Jace y Clary y mucho menos con Magnus. Habían descubierto lo que era en realidad y tal vez lo hubiesen aceptado en vista de que se estaba muriendo, pero el resto de Eroda no lo haría. Y él no sería la razón del desprestigio de sus amigos.
Tendría que separarse de ellos quisiera o no. Ya no le quedaba nadie en el mundo.
Volvía a estar solo. Estaba solo, como estaba destinado a estar.
—No digas eso —dijo la voz en cuyas cuerdas vocales se mezclaban el enfado y la tristeza—. No estás solo. Hay mucha gente que te quiere y estaría muy triste si mueres. Yo no podría vivir si mueres, Alec. Por favor, te lo ruego. Aguanta.
El manto era cada vez más pesado y opacaba la luz de Magnus. El rey se estaba alejando de él lentamente. Era inevitable. Lo supo desde el principio, desde que le habló por primera vez para preguntarle qué canción quería que tocara con el vilno. Su tiempo siempre había sido finito. Lo peor de todo era que no lo había disfrutado como le hubiese gustado.
Debería haber besado más a Magnus. Debería haber buscado la manera de ser el hombre que Magnus se merecía.
Sintió una presión húmeda de labios en su frente. ¿Estaba soñando? ¿O era real? ¿Ya había muerto?
Se hundió en la oscuridad. El manto era cálido y disminuía el dolor en su costado. Sonrió feliz porque ya podía dejar de luchar. Estaba tan cansado...
De repente, sintió una presión en su nariz que detuvo su respiración superficial. Abrió la boca para conseguir aire y algo que sintió como polvo inundó su boca. Su lengua empezó a arder y con ella su estómago. Gritó de dolor porque su cuerpo quemaba como si hubiesen encendido un fuego en su interior. Se incorporó de golpe con los ojos muy abiertos y desenfocados. No dejó de gritar y patalear mientras unas manos intentaban inmovilizarlo.
—¡¿Qué le has dado?!
Esa era la voz de Magnus. Estaba frente a él mirando con odio hacia su derecha. Mientras, sujetaba con fuerza los brazos de Alec que daban golpes ciegos a los lados. Alec estaba presionado contra algo mullido pero incómodo y, por culpa de sus movimientos frenéticos, se golpeaba una y otra vez la espalda contra ese algo.
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rex aureus « malec
FanficMagnus es el príncipe heredero de Eroda. Toda su vida ha transcurrido tras los muros de palacio, aislado del mundo y sus problemas. Sin embargo, nubes negras de guerra se avistan en el horizonte y Magnus habrá de viajar a un reino vecino en busca d...