CAPÍTULO DIECIOCHO

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Emerson contuvo una bocanada de oxígeno, llevaba unas cuatro horas enteras encerrada en una pequeña habitación, esperando a que Finnick decidiera despertar después de esa importante dosis de sedante

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Emerson contuvo una bocanada de oxígeno, llevaba unas cuatro horas enteras encerrada en una pequeña habitación, esperando a que Finnick decidiera despertar después de esa importante dosis de sedante. Boggs y su compañero los habían llevado hasta una habitación desocupada, en la que habían prometido que nadie los encontraría. No sabía qué tan cierta era esa declaración, hasta que tan solo corriendo una alfombra, descubrió un compartimientoo allí debajo. Era una habitación del mismo tamaño de la primera, pero estaba oculta y los mantenía resguardados bajo una puerta de acero y un código secreto. No tenía idea de cómo Boggs podía saber tantas cosas y el motivo por el que una habitación como esa había sido creada en primer lugar. Suponía que la presidenta no estaba al tanto de ese secreto, porque de hacerlo, los encontraría mas rápido que un perro hambriento siguiendo un hueso. A pesar de eso, se atrevía a confiar en el hombre del distrito trece, porque no era como si pudiera confiar en muchas personas a su alrededor.

Observó al rubio dormir en esa cama, un acto involuntario que había estado haciendo en ese tiempo que llevaba encerrada en esas cuatro paredes. Sus cabellos rubios caían sobre su frente y se veía tan calmado, que se preguntó si era buena idea sumarse a su sueño, con la simple idea de poder calmar su propia mente preocupada. Él se veía tan relajado, una calma que nunca jamás le había visto en ese corto periodo en que lo conocía y creyó que eso lo hacía parecer un hombre completamente diferente. Aunque, en lo que a ella le respectaba, no lo conocía mucho más de lo que él dejaba entrever. Sabía que él se llamaba Finnick Odair, que era un rebelde que participaba con el distrito trece y que había sido su aliado en los Juegos del Hambre. También sabía que había sido usado por el Capitolio, al igual que la mayoría de vencedores, vendiendo su cuerpo por dinero y joyas. Provenía del distrito cuatro y se mostró demasiado apegado a Mags, la misma mujer que había muerto apenas unas semanas atrás. Además existía Annie Cresta en su vida, una chica que había declarado querer y que lamentablemente era una cautiva de Snow. Supuso que un sentimiento como ese debía doler y que tal vez cuando dormía era la única oportunidad en la que no recordaba todo lo que había perdido.

Antes de que sus pensamientos fueran todavía más profundos, las pestañas del muchacho comenzaron a moverse. Emerson se acercó sigilosamente hasta la cama, arrodillándose a su lado. Lo vio abrir sus ojos azules, mientras él miraba todo a su alrededor. Ella había estado igual en cuanto entró a esa habitación, se había sentido asfixiada por un momento, hasta que supo que había conductos de ventilación. Si no hubiera sido por ese descubrimiento, creería que Boggs los había enviado a morir allí.

—Me atacaste con dos jeringas.— dijo él, cuando sus ojos se cruzaron. La muchacha soltó una carcajada.

—Lo lamento por haber hecho eso.— ante la sonrisa del rubio, supo que no se había enojado por lo que había hecho en su estado de confusión. Raramente, Finnick parecía tener una gran paciencia en cuanto se trataba de ella y de las cosas malas que le provocaba. No importaba que hubiera intentado asesinarlo, o que lo hubiera drogado hasta perder la inconsciencia, él parecía entretenido con aquello. No sabía mucho de él y de sus gustos, pero estaba comenzando a dudar si no era un fanático del sadomasoquismo, o algo relacionado con el afán de perdonar cuando alguien le causaba daño.

Panic ⋆ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora