CAPÍTULO TRECE

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—No entres en pánico

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—No entres en pánico.

Emerson ignoró las palabras que salieron de la boca de Barnes, porque nada en ella se podía mantener a resguardo. Encontrarse a Martha en el distrito trece era como ser testigo de un lobo pasando su tiempo con unos venados y sin siquiera pensar en matarlos. Todos sabían la ferocidad que tenía el lobo y pretender que luego no atacaría a las pequeñas presas, era ser un estúpido. La mujer estaba en un lugar al que nunca había pertenecido, e interactuando con otros seres que no compartían sus mismos ideales. No tenía sentido que la mujer estuviera allí, no cuando había dejado en claro que estaba de acuerdo con cada una de las actitudes que tenía el hombre al que tanto admiraba. Sin embargo, la miró atentamente, sin decir o hacer ninguna cosa. No quería sacar conclusiones antes de tiempo, tal vez se debía a que estaba demasiado cansada para pelear, o ya había perdido cualquier esperanza en el resto de las personas. No creía que Martha pudiera decir algo que hiciera más profundo su odio por ella.

—Debería comenzar a explicarme, ¿No es así?— preguntó la mujer, mientras intercalaba su mirada entre los dos vencedores. Cerró la puerta a sus espaldas, mientras Emerson se sentaba aún más recta en su cama.

—Habla.— murmuró la castaña, sin entender su presencia. Martha soltó un suspiro, mientras parecía irritada ante su tono seco.

—Antes que nada, déjame decirte que estoy contenta con que hayas despertado. Te estaba tomando mucho tiempo más de lo necesario...— ella se interrumpió a si misma, dándose cuenta de que a la muchacha no le importaba realmente cómo se sentía Martha acerca de su estado de salud.— Bueno, quieres ir al grano. Soy una espía. He estado trabajando con el distrito trece hace más de quince años, cuando ellos me reclutaron. Nunca realmente me sentí cercana a Snow, al inicio creí que estar al lado de las personas poderosas me ayudaría a estar a la misma altura. Todos los que alguna vez hemos pasado hambre sabemos el miedo que nos da volver a sentir lo mismo. Estaba asustada y Coriolanus se aprovechó de eso. Años más tarde fue cuando entendí que estar al lado de alguien no debía hacerme sentir poderosa, porque el poder otorgado por alguien más se puede acabar en menos de lo pensado. Y comer de la mano del presidente no es algo que podría durar para siempre, porque cuando me volviera fea y aburrida ya no sería el juguete entretenido de nadie más.

Emerson no quería sentirse compadecida por las palabras que Martha decía, pero realmente las entendía. Vivir en el mundo de las mujeres era horrible, pero lo era mucho peor cuando se vivía en Panem. Las mujeres que ganaban los juegos se convertían en arlequines, sumisas que servían para entretener al público rico. Las vencedoras eran juguetes nuevos, que brillaban y se sentían como nadie que jamás hubieran conocido, pero cuando el tiempo pasaba y aparecía alguien nuevo, terminaban siendo aplastadas por la desesperación. El daño psicológico era tan drástico, que luego de unos años, la mayor parte de ellas terminaban muertas a causa de un suicidio, o sumidas en el alcohol y las drogas. Aunque, eso no significaba que los hombres no hubieran pasado por el mismo proceso, pero lamentablemente había más depredadores en el Capitolio, que mujeres que se satisfacían al pagarle a alguien más. Un montón de monstruos estaban en la búsqueda de carne nueva y juvenil, de chicas que siquiera superaban la mayoría de edad. El negocio de prostitución era una de las tantas cosas que quería destruir, una vez que Snow fuera derrocado.

Panic ⋆ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora