CAPÍTULO DIEZ

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Emerson Willows despertó sintiendo la arena tocar su rostro

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Emerson Willows despertó sintiendo la arena tocar su rostro. Comenzó a parpadear, pero el cansancio golpeaba con tanta fuerza su cuerpo, que no se dio cuenta si en realidad, había perdido el conocimiento una vez más. Se sentía sumamente relajada, casi como si alguien le hubiera suministrado una dosis de drogas. El aroma al agua salada y a la arena, provocaban una sensación en su pecho que no sabía cómo describir en palabras. Se sentía bien, como nunca lo había hecho en unos buenos años. Tras tanto tiempo de sufrimiento, de cargar problemas y responsabilidades, estar recostada escuchando el ruido de las olas, sonaba como unas vacaciones. No tenía ninguna preocupación, estaba bien si se mantenía con los ojos cerrados. Sin embargo, los recuerdos comenzaron a aparecer uno por uno, causando que luego de procesarlos, se levantara de su lugar al instante. Soltó un pequeño sollozo, al sentir un profundo dolor. Provenía de su pierna, pero cuando acercó su mano para percibir qué había pasado, notó que algo blanco estaba cubriendo la sangre. Antes de poder averiguar de qué se trataba, una voz la detuvo.

—Es pomada.— observó a Johanna Mason, que estaba sentada con su hacha en manos. Su cabello estaba mojado y despeinado, dando significado de que no había pasado mucho tiempo de la situación en la cornucopia. Su propio cuerpo y cabello aún estaban húmedos.

A pesar de haber escuchado sus palabras, decidió no confiar ciegamente en ella. Acercó su dedo índice a su herida y soltó un pequeño gemido de dolor, al percibir la sangre y la pomada. Era una herida que medía al menos unos ocho centímetros, y supuso que en una situación mucho más civilizada, la mejor opción había sido colocarle varios puntos. El filo del hacha había clavado con fuerza contra su pierna, y en medio del miedo de estar ahogándose, no se había dado cuenta de la gravedad del asunto. Se veía fea, pero al menos la piel alrededor parecía algo normal. Supuso que eso tenía que ser una buena señal. Acercó su dedo hasta su nariz, oliendo algo que parecía ser un antiséptico.

—¿De dónde vino?— preguntó, porque hasta donde sabía, nadie apostaría para gastar tanto dinero en una crema milagrosa, mucho menos para ella. No tenía patrocinadores, estaba muy segura de ello.

Johanna no respondió a sus palabras, simplemente tomó el paquete con el que habían llegado sus suministros y se los otorgó. Emerson los agarró en manos, mirándola de reojo y leyó la pequeña nota que se encontraba arriba de el círculo donde había venido la pomada milagrosa. Se trataban de unas cortas palabras, pero que le hicieron pensar por un buen rato. Eran las mismas letras que contenía la carta que había recibido del avox, cuando estaba en las instalaciones del Capitolio.
Recuerda lo que dije.
Intentó encontrar algo más en ese pequeño pedazo de papel, pero no había nada más que esas letras escritas en tinta negra. No había ningún nombre, nada que pudiera darle un significado a su emisor, así como también a su esmero en enviarle mensajes. Dejando de lado a la persona detrás de la carta, que parecía tener mucho dinero para gastar en ella, pensó firmemente en el mensaje. En la anterior carta, había dicho que no podía confiar en la presidenta Coin. Era como si el emisor supiera cosas que ella no sabía, hasta haberse topado con las palabras de Finnick Odair.
Precisamente se había dado cuenta de que Alma Coin no era una mujer fiable, cuando se enteró que alguien más había sido enviado con el mismo objetivo. Pero ese mensaje hacía un hincapié alto en lo mismo, en que debía recordar sus palabras. Lo hacía, nunca había podido olvidarse de ellas. Si bien antes las había descartado al instante, esa vez le dio una oportunidad mucho más importante. Comenzaba tener sus dudas en cuanto a la presidenta, pero intentaba mantenerse fiel a sus principios. Era una persona que había seguido a la revolución desde una muy corta edad, nada que hiciera Coin cambiaría eso. Quizás la mujer podía ser poco honorable, pero la revolución era mucho más que una sola persona al mando. Aún seguía pensando en derrocar al presidente, ese era su único objetivo. Sintiéndose traicionada o no, no se detendría hasta acabar con su tarea.

Panic ⋆ Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora