CAPÍTULO 4

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Nathan Black

En cuanto mis ojos se juntaron con los suyos, esos marrones enormes que te captaban y te envolvían, me sentí más seguro.

Sabía lo que me había pasado, no era nada raro. Nunca solía ser tan fuerte como esta vez. De hecho, Ash y Jake me habían visto teniendo uno de estos "ataques" más de una vez. No sabría explicar que me pasa porque simplemente no lo sé. No puedo controlarlo, solo ocurre. Es como si encendieran un interruptor y se encendiese una bombilla. Muchas veces conseguía darle yo mismo al interruptor para que se apagase y otras simplemente tenía que dejar que se fundiese.

Fue mirarla, y calmarme. Pero tenía miedo de hacerle daño. Yo no lo podía controlar, no sabía como iba a actuar y aunque insistiese, parecía que la morena no tenía ninguna intención de irse.

Seguramente se pensaba que me acababa de dar un ataque de rabia, pero la verdad es que era mucho más.

Pero allí estaba ella, mirándome. No me miraba con miedo, ni asustada. Solo me miraba. Ella estaba aquí, nadie más. Solo nosotros dos.

Igual se sentía culpable o con una responsabilidad por lo que hice yo ayer por ella, pero la verdad es que no me debía nada. Ayer lo que hice fue por ella, volvería a hacerlo si hacía falta.

—¿Puedo curarte? —dijo con esa voz dulce.

Fue casi como un susurro que me llegó a lo más profundo, haciéndome reaccionar. La detallé, porque al tenerla tan cerca era imposible no hacerlo.

Su expresión era calmada, sus mejillas estaban ligeramente rojas y no sabía si era por nuestra cercanía o por la fiesta que se había formado abajo. Se le veían bastante las pecas que le decoraban la nariz, más que ayer. Y con sus dientes, se mordía el labio inferior, como si estuviese nerviosa.

Y después me fijé en sus ojos. Aunque su mirada no mostrase miedo, sentía lo tensa que estaba, y no lo entendía hasta que lo vi. Sus ojos no paraban de pararse en mí y en mis manos envolviendo sus muñecas.

Y entonces lo recordé. Ayer la cogí de la muñeca y rápidamente se apartó, tensa, con pánico en los ojos. Esta vez, no parecía tener pánico, solo parecía tensa y nerviosa.

En un suspiro, calmándome a mí mismo, le solté las muñecas. Y en cuanto lo hice, sentí como su piel me faltaba, como ahora estaba vacío. Ella solamente me miró sorprendida, pero pareció soltar todo el aire que contenía.

Se apartó un mechón que le caía por la cara y se lo colocó detrás de la oreja, cosa que agradecí para poder verla mejor. Volvió a subir la mirada para verme, y vi cómo me sonrió ligeramente.

En este tiempo, me había dado cuenta de que mis manos ya no estaban apretando nada ni estaban en puños, mi respiración era más regular y como mis músculos se habían destensado. Me sentí más relajado, como si el ataque hubiese pasado.

Pero, aun así, tenía miedo de hacerle daño, de que ese interruptor se encendiese de golpe.

—Es mejor que te vayas.

—Cuando te cure —dijo la morena, con una sonrisa tímida.

No sabía dónde se estaba metiendo. Y que me gustase tanto su sonrisa no era bueno para ella. Yo no era la persona para ella por mucho que quisiese serlo.

Ayer me di cuenta de que no podía hacerle eso a alguien tan inocente. Es la hermana de mi mejor amigo, intocable. Yo la cuidaré como tal, pero como nada más. Tengo demasiados problemas como para meterla dentro conmigo.  No se lo merece.

—Joder, eres cabezota...

—Un poco.

—Pues no es el mejor momento.

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