CAPÍTULO 14

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Nathan Black

Levantarme y lo primero que vea es a la chica más preciosa durmiendo en mis brazos, es algo que no pienso permitir dejar pasar.

Lo que pasó ayer fue intenso, pero lo mejor que me había pasado en mucho tiempo. La necesitaba tanto. La había deseado tanto que no se comparó nada con lo que me había imaginado en mi cabeza. Ella había superado todas esas fantasías.

Joder, estaba pilladísimo de esa chica.

Y levantarme, sentir su cuerpo pegado al mío, su calor contra mi...Me encantó.

Hacía ya una hora que la había dejado durmiendo. Tenía que ir a comprar algo de comida para hacer el desayuno. Quería que comiese como era debido. Ya era un poco tarde porque nos fuimos a dormir bastante tarde.

También pasé por una tienda de ropa para comprarle algo para que se pusiese. Suponía que no querría ir con lo mismo de ayer y a mí no me costaba nada ir a comprarle algo. De hecho, me emocionó muchísimo entrar a una tienda para comprarle algo a mi morena.

Dios, estaba muy feliz y muy ilusionado.

Cuando llegué de nuevo a casa, dejé la compra en la cocina. No quería estar mucho tiempo fuera para que no estuviese sola. Aunque le dejé una nota en la mesita de noche para que no se preocupase.

Fui directamente a la habitación. Tenía ganas de verla. No había estado sin ella ni dos horas y ya la echaba de menos.

Cuando entré, me quedé recostado contra el marco de la puerta y sonreí como un tonto. Estaba sentada en el borde de la cama, con una toalla rodeándole ese cuerpo que tanto deseaba tener bajo el mío. Estaba mirando algo en el móvil, muy concentrada porque no paraba de fruncir el ceño y ni se había dado cuenta de que había llegado.

Me adentré a la habitación y me senté a su lado. Allí sí que se dio cuenta. Se giró a mirarme con esos ojazos marrones que me encantaban y me sonrió. Era una sonrisa genuina. Me encantaba.

—Buenos días —le dije.

—Hola —me sonrió y se levantó de la cama.

Ah, dios mío.

—Te he traído algo para que te cambies.

—¿Me has ido a comprar ropa? —sonrió mientras se mordía el labio.

Ese labio...quería volver a probarlo.

Estaba delante de mí, en toalla. Su cuerpo desnudo estaba debajo de esa toalla blanca. Era difícil concentrarme en responderla cuando la tenía así.

—Aja —fue lo único que dije.

No pude evitar recorrerle de pies a cabeza el cuerpo. Era preciosa y única.

—Oh —dijo de repente como si acabase de caer en algo—. Siento que me tengas que ver así, no sabía que ponerme —empezó a ponerse roja.

Me encantaba que fuese tan despistada.

—Si te soy sincero —me aclaré la garganta—. Preferiría verte sin esa toalla.

—Idiota...—sonrió avergonzada y se fue al baño.

La seguí en todo momento con mi mirada. Hasta que la perdí cuando se metió dentro del baño. Yo quería entrar con ella. Pero sabía que era muy pronto. Iría a su tiempo. Quería que estuviese cómoda conmigo, que estuviese segura. No había prisa.

Me levanté de la cama y cogí la bolsa de ropa que había comprado y piqué a la puerta del baño.

—Ten la ropa —dije.

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