CAPÍTULO 20

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Nathan Black

En las últimas horas había sentido muchas cosas diferentes.

Por una parte, estar dentro de ella, sentirme tan conectado con Zoe había sido increíble. Nunca había sentido tanto placer haciéndolo. Verla, sentirla debajo de mí, su cuerpo, su calidez, su piel contra la mía, sus labios, sus ruiditos...

Increíble.

Por otra parte, la confesión de Zoe. Aún no me entraba en la cabeza todo lo que me había dicho. Podían haberla... solo de pensar esa palabra, mis vellos se erizaban. No podía llegar a entender cómo se había sentido todo este tiempo, todas las consecuencias que le trajo esa noche. Y ella seguía de pie, seguía sonriendo, seguía luchando. Se caía y se levantaba cien veces más fuerte que antes.

La admiraba y la quería como a nadie.

Intenté no pensar más en ello, pero no podía sacarme de la cabeza lo que le hicieron su novio y su mejor amiga. Y el chico que la drogó, y los otros que entraron en la habitación, y toda la gente que se metió con ella sin saber nada solo por qué era lo fácil, era la que estaba más débil.

Siempre es fácil meterse con la gente débil. Y es lo más cobarde que se puede hacer.

Mientras la miraba cambiarse delante del espejo de su habitación, me preguntaba como había hecho para continuar sonriendo.

Estaba claro que su vida no se había acabado, ella no quería. Pero solo de pensar como me hubiese sentido yo si me hubiese pasado la mitad de lo que le pasó a ella, estaba seguro de que no sería igual de admirable como ella.

Al principio de la noche no había querido ir a esa discoteca por miedo a encontrarse con alguien. Unas horas más tarde, Zoe estaba preparándose para ir allí.

Me levanté de su cama y me coloqué detrás de ella, mirándola a través del espejo.

—¿Por qué ahora quieres ir? —susurré en su oreja mientras aspiraba su perfume, hundiéndome en su cuello.

Su olor me recordaba a mi hogar.

—Porque estas conmigo y estarán nuestros amigos. No quiero perderme momentos por nadie, Nathan —se giró para mirarme a la cara—. Ya lo hice, y no quiero volver a hacerlo.

—Te admiro muchísimo —confesé.

Zoe me sonrió tímida. Me encantaba que se sonrojase cuando le decía estas cosas. La apreté contra mí. Sus labios rápidamente llegaron a los míos como si ese fuese su lugar.

Sentía diferente nuestros besos. Ahora estaba todo dicho, no nos separaba nada. Sabía cómo se sentía, lo que le había pasado. La conocía y me encantaba conocerla. Y la quería mucho.

Y saber que oficialmente era mía, me llenaba de felicidad.

Nunca había sido tan feliz por culpa de una persona. Nunca me había sentido como me siento con Zoe. Ella me hace sentir vivo y que merezco ser querido. Ella me quiere.

Cuando por fin conseguimos salir de casa, caminamos por las calles del pueblo en silencio, cogidos de la mano. Se sentía correcto y genial. Poder mostrar que era mía, que la quería... Era increíble.

Me sentía el chico con más suerte del mundo por haberme chocado con ella aquel día.

Podría haber sido cualquier chica, ella podía haberse chocado con cualquier chico. Pero nos chocamos nosotros dos. Fuimos nosotros dos. Teníamos que estar juntos.

Al llegar a la discoteca, las luces y la música nos envolvieron. Rápidamente apreté la mano de Zoe mientras nos abría paso entre la multitud de gente. Con mi mirada empecé a buscar a mis amigos. La discoteca no era muy grande pero estaba llena.

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