CAPÍTULO 27

744 20 1
                                    

Zoe Davis

Los días habían pasado y no me podía quejar. Ya casi no quedaba nada de curso. Mi hermano estaba encantado con las prácticas y Scarlett incluso se había escapado un fin de semana para verlo. Grace y Asher no se podían estar separados ni un momento. Tuve que arrancarla de los brazos de Asher para poder pasar una tarde con ella.

En cuanto a Nathan... No había palabras que describieran lo feliz que estaba.

Nos habíamos visto siempre que podíamos, incluso cuando no.

Nathan muchas veces me esperaba en la puerta de mi aula para simplemente besarme y acompañarme a la siguiente clase.

Y cuando no era él, era yo la que iba a buscarlo.

Incluso, muchas tardes me quedaba haciendo deberes en las gradas del campo para verlo entrenar.

No podía estar más feliz.

Ahora nos encontrábamos en el coche de Nathan, camino a su casa. Íbamos a pasar el fin de semana con su familia después de unos meses sin verlas. Me hacía ilusión.

Igual pasábamos un momento por mi casa, pero papá no estaba. Se había ido de viaje de trabajo.

Así que me pasaría el fin de semana con la familia de Nathan.

Y al igual que yo estaba emocionada, Nathan también lo estaba. No me había parado de insistir en ir con él. Tenía carrera así que no vi ningún problema en aceptar su propuesta. Tenía ganas de ver de nuevo a su madre y su hermana.

Esta vez me tocaba a mí escoger la música. Yo me encargaba a la ida y él a la vuelta. Por esa razón ahora me encontraba cantando como una loca mientras el sonreía mirando a la carretera.

— I'll tell you what I want, what I really, really want

So tell me what you want, what you really, really want

I wanna, (ha) I wanna, (ha) I wanna, (ha) I wanna, (ha)

I wanna really, really, really wanna zigazig ah

If you wanna be my lover, you gotta get with my friends

(Gotta get with my friends)

Make it last forever, friendship never ends

If you wanna be my lover, you have got to give

Taking is too easy, but that's the way it is.

Nathan no paraba de reírse de mí, y la verdad, no me importaba. Me encantaba escuchar su risa. Y, aunque no me ilusionaba que se riera de mí, sabía que no lo hacía con mala intención.

Creo que el viaje se nos estaba haciendo bastante ameno gracias a mi canto.

Después de dos horas conmigo cantando en el asiento de copiloto, llegamos a su casa. Y, otra vez, los nervios me llegaron. Esta vez no era una sorpresa como la otra vez. Pero seguía igual de nerviosa.

¿Y si se habían dado cuenta de que no era la chica ideal para su hijo? ¿Y si decía algo y la cagaba?

Dios...

Ni me di cuenta de que Nathan había aparcado y había salido del coche para coger nuestras maletas.

Me quedé mirando la casa. Era preciosa. Pero seguía nerviosa.

Nathan se paró delante de mí después de abrirme la puerta. Se acuclilló y me cogió la mano que ni me había dado cuenta de que estaba apretada.

—¿Qué pasa? —me preguntó, preocupado.

—¿Y si no les caigo bien?

Me miró.

SERENDIPITYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora