SERENDIPITY

CAPÍTULO 1

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Zoe Davis

Por fin había llegado el día. Había esperado a que llegara durante todo el verano y lo poco que me quedaba de curso.

El curso lo acabé genial. En los exámenes saqué muy buena nota. Fui a la graduación, pero no a la fiesta de después. No tenía a nadie con quien ir, y para quedarme allí, con gente que me ponía incómoda, prefería no ir.

De hecho, me alegré muchísimo cuando salí por última vez del instituto. Y al saber que me iría del pueblo, a Los Ángeles, me ponía más tranquila y me llenaba de ilusión. Mi padre y mi hermano mostraron lo muy orgullosos que estaban de mí y lo mucho que había avanzado en este año.

Ni yo me creía que por fin iba a dejar de ver a esas personas.

Supongo que esa fue una de las razones por las que deseaba irme y por la que ahora mismo estaba corriendo por mi habitación para acabar de empacar.

Llevaba semanas recogiéndolo todo, ordenándolo y metiéndolo en cajas. Bueno, sinceramente, lo hice durante todo el verano. No tenía nada más que hacer.

La verdad es que fue un verano bastante...extraño. Yo me pasé el día encerrada en la habitación, recogiendo y leyendo. Escuchaba música y de vez en cuando salía a correr. Hablaba con mi padre cuando no tenía trabajo y el resto del tiempo iba en mi coche o con la moto. Preferiblemente, siempre escogía la moto, me sentía más libre y eso era justo lo que necesitaba.

También vi a mi hermano durante el verano. Desde que pasó lo de mamá, Jake nunca se había quedado tanto tiempo en casa. Siempre ponía excusas para ir a la universidad y no tener que quedarse. Pero este verano se pasó unas semanas con nosotros. Eso me fue genial porque como papá aún seguía trabajando, por lo menos no me pasaba el día entero sola.

Jake trajo algún día a sus amigos y otros insistió en llevarme con él y sus amigos a verlos entrenar, o directamente a pasar el rato con ellos. Sin embargo, como comprenderéis, mi idea no era pasarme el verano con sus amigos. No quería que hicieran de mi niñera.

Todo fue genial. Algún día me los encontré por casa, pero no les presté atención. Yo directamente me metía en mi habitación y me ponía a hacer mis cosas.

—¡Zoe! —escuché a mi hermano gritar por el hueco de las escaleras —¡No tardes en bajar que tenemos que salir pronto!

—¡Ya voy!

Acabé de recoger las últimas cosas y miré mi habitación vacía. No me daba nada de pena irme. La casa había estado vacía después de lo de mamá. No volvió a ser nunca lo mismo.

Salí al pasillo y vi los espacios que habían dejado las fotografías que teníamos colgadas. Ya no había nada en las paredes excepto alguna fotografía de mi hermano o yo de pequeños o algún cuadro que compró mi padre. El largo pasillo estaba vacío.

Bajé por las escaleras de mármol hasta que llegué al piso de abajo. Este, estaba abierto. Se veía todo desde donde estaba. El salón estaba compuesto de dos sofás grandes, alfombras peludas, decoración cara, una mesita de centro de cristal, más cuadros que no sabía si eran falsos o verdaderos. Bueno era todo muy bonito, pero sin personalidad. Era frío. Pero ya no importaba. Mi hermano y yo nos íbamos, y mi padre ya no pasaba tanto tiempo como antes en casa.