• Me gustas •

614 74 24
                                    


¡Capítulo final del maratón!

Maratón 3/3

Capítulo XXX - Me gustas.

°~~~~~°~~~~~°~~~~~°

—¿Te vas a quedar? —volvió a preguntar Ayden.

Miré hacia la casa. La mansión Hilfiguer se alzaba en lo más alto de la colina, con luces blancas alumbrando el lugar. Desde los ventanales se podían ver las personas que se encontraban dentro, pero no había ni rastro de Gris o Gilbert.

Dirigí mi vista a él. Con su traje negro sin corbata, su cabello revuelto y sus labios hinchados de tanto morderlos, se veía como un ángel que estaba roto.

Asentí.

Ayden se revolvió el cabello de una manera despreocupada. Después empezó a caminar en dirección opuesta a la casa, adentrándose más hacia los jardines.

—Sígueme. Te enseñaré algo antes de empezar.

°~~~~~°~~~~~°~~~~~°

Después de unos dos minutos caminando en total silencio, llegamos a la cancha de la mansión. Era una cancha multiuso al aire libre, algo amplia para la cantidad de personas que vivía en esta casa, pero muy hermosa.

Ayden se aproximó hasta la única banca de todo el lugar que se encontraba lejos de donde estábamos, palmeó a su lado para que lo acompañara y empezó a hablar.

—Aquí era donde pasaba mis tardes. No sólo de verano, sino todas mis tardes.

Miré la cancha nuevamente. Era hermosa, eso era seguro, pero estaba muy descuidada. Los bordes llenos de ramas y malezas sobresaliente y la hierba alta a su alrededor más siendo de noche, le daba un aire tétrico al asunto.

Dejó de hablar, entonces le hice una pregunta.
—¿Venías solo?

Él negó. —Venía con mi padre. Aún sin darme cuenta.

Fruncí el ceño. El señor Hilfiguer no parecía del tipo de hombre que pasara tiempo con su hijo y mucho menos todas sus tardes.

—Pero Nikolas...

—Mi padre no es Nikolas, Ginebra.

Me quedé helada.

—A ver, déjame ver si comprendo la situación, —miré a Ayden con fijeza. Él asintió, dándome vía libre para hablar—. El marido de tu madre, el padre de Alaska, tu pa...

—No es mi padre —me interrumpió—. Es solo el padre de Alaska. Tampoco entiendo mucho, no me lo han explicado todo aún...

Miré a Ayden entrecerrando los ojos.

—¿Qué? —preguntó confundido.

—Shh, —le mandé a callar—. Estoy comprobando una loca teoría.

Ayden rodó los ojos, me miró a los ojos fijamente y esperó hasta que terminara.

Nikolas y Ayden no tenían la misma forma de la cara, ni siquiera tenían el mismo color de piel, el mismo cabello o el mismo color de ojos.

Aparté mi vista de sus ojos azul grisáceo.

—¿Cómo no me di cuenta antes? —murmuré.

Este solo se encogió los hombros. —Supongo que la gente lo pasa por alto debido al parecido de mi madre conmigo.

GinebraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora