• Un castigo muy merecido •

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Capítulo VII - Un castigo muy merecido.

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Ya era de mañana.

Unos pequeños rayos del sol se colaban por las aberturas de la ventana, impactando de pleno contra mi cara.

Me removí, incómoda. La luz me estaba molestando, pero no podía hacer nada, no es como si fuera a ponerme de pie para cerrar las ventanas, no, jamás.Así que la inteligente solución a mi problema fue esconder la cabeza en una montaña de ropa que se encontraba encima de la cama.

No, olvídenlo. No es ropa.

El pecho de la persona que estaba a mi lado era el refugio perfecto contra los rayos del sol, además de que olía delicioso.

Supondré que es Graciela.

"Una Graciela muy plana y musculosa..."

Ahogué un gemido de molestia cuando el dolor de cabeza se intensificó de repente.

Sentía como si a mi cabeza quisieran traspasarla con un taladro gigante, o que alguien me estuviera dando innumerables martillazos.

Nota mental: No volver a beber nunca más en la vida.

Graciela se movió más cerca de mí, enterrando su cabeza entre el hueco de entre mi cuello y mi cabeza.

Unos cabellos muy cortos me rozaron la barbilla, causándome cosquillas.

Toqué a los lados de mi, en busca de mi teléfono para ver qué hora era, pero solo hice chocar con el supuesto cuerpo de Graciela. Supuesto cuerpo, porque no recuerdo que Graciela tuviera six pack.

"Cosas que solo te pasan a ti, Ginebra".

Inconscientemente (muy consciente, realmente), pasé una de mis manos por su espada, deslizando mis dedos por cada musculo marcado, a manera de abrazo.

"Ni siquiera es una manera de abrazar".

Seguí bajando por toda su espalda, hasta llegar a una extraña banda elástica que estaba a la altura de la cintura.

Muy extraño todo...

—Bésame, Blossom —murmuraba Graciela entre sueños—. Bésam...

Espera, esta no es Graciela.

La oración se quedó a medo talle, cuando me aparté de ese cuerpo en una acción tan brusca, que me hizo rodar por la cama y caerme, dándome un golpe en el brazo. Todo por haberme dado cuenta de dos cosas muy curiosas...

¡MI APELLIDO ES BLOSSOM Y ESE ES AYDEN!

Me puse de pie del lado de la cama del que había caído a gritar como si de una película de terror barata se tratase.

Ayden se paró de la cama, pero él quedó del otro lado. Quieto.

Me miraba, extrañado, como si tuviera un tercer ojo en la cara o me hubiera crecido un cuerno enorme en la cabeza.

—¿Estás bien Blo... Digo, Ginebra? —me preguntó Ayden, aún medio adormilado.

Intenté parar de gritar y dejar mi histeria a un lado, pero...

Claro, porque a mi siempre me pasan cosas raras, por lo cual SIEMPRE hay un pero.

... Sentí una corriente de brisa artificial pasándome por la espalda baja, y a continuación, la vista de Ayden bajó por mi cuerpo, como si recién se percatara de que iba en ropa interior.

GinebraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora