• La fiesta I •

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Capitulo XIII - La fiesta.

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Esto fue lo que sucedió el día de la fiesta...

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Me levanté de la silla del "bar", en medio de un tambaleo, y miré al rededor.

Toda la "pista de baile" estaba llena de adolescentes borrachos, bailando al son de Attention de Charlie Puth. En el otro lado de la habitación, junto a la puerta que daban a las escaleras, había un grupo que jugaba al juego de la... ¿Botella?

Si, ese es el futuro del mañana.

Lo lamento por sus padres.

Me pasé las manos por la enredada maraña que tenía por cabello.

"Una fiesta en mi casa... Magnífico. Recuérdenme por qué acepté esta estúpida idea", pensé para mis adentros.

"Porque tú y tu amiga, la loca, están igual de mal".

Rodé los ojos ante la obvia falsa acusación de mi yo interior, mejor conocida como mi conciencia o subconsciente.

Me rasqué la nuca con desorientación, mientras hipaba.

Creo que estoy algo borracha... Solo algo... Oh, un cuadro.

"¿Enserio, Ginebra?".

Me froté las sienes con algo de fuerza para poder volver en sí.

¿En qué íbamos...?

Ah sí, en que voy borracha como una cuaba.

Si, eso.

Pero no es un pecado (al menos no justo ahora). En esta casa no hay uno que pueda darte su nombre completo -a lo lejos pude divisar a una pelirroja que estaba hablando con una de las masetas que se encontraban en una de las paredes de la terraza-, o su nombre al menos.

Me desplacé por los anchos pasillos de mi casa, pero que esta noche parecían pasillos dignos de un club nocturno.

Deberían darme un Grammy por ser tan llevada de cierta rubia, que apropósito, ahora no aparece.

Genial, simplemente genial.

"Creo que ya es tu marca esa frase".

—¡Ginebra! Magnifica fiesta, muchacha... —el pesado cuerpo de una morena pelinegra cayó sobre mi, obligándome a sostener todo su peso—. Nunca hubiera imaginado que detrás de esas coletas de colegiala, se encontraba una gran fiestera.

Me tomé un mechón de mi cabello que caía libremente por mi espalda. No tenía coletas desde los ocho.

¿De dónde habrá sacado esa...?

¡Ah esperen!, también está borracha.

Me tomé mi tiempo para que mi bebido cerebro pudiera procesarlo todo.

Brianna Rynols estaba apoyada de mi hombro, borracha, y no quiero saber de qué es la mancha blancuzca que tiene en la blusa, y encima, me estaba dando un halago.

El mundo se va a acabar, chicos.

Sentí que su cuerpo se inclinaba hacia un lado demás, e intenté sostenerla, pero ella sola se irguió de una manera muy extraña, y prosiguió:
—¡Pero aun así es magnífica! —gritó eufórica.

GinebraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora