• Si es tuyo... I •

493 60 11
                                    


Capítulo XLV - Si es tuyo... I

°~~~~~°~~~~~°~~~~~°

Pov's Harry.

Recuesto mi cabeza contra la cabecera del asiento delantero de mi auto.

Me quedo viendo la puesta del sol por la ventanilla por un largo tiempo. Los rayos del sol se reflejan en las nubes, dándole unos toques de naranja, rosa y un leve púrpura que hipnotizan a quién sea que lo vea.

Ni siquiera la incesante vibración en mi bolsillo me saca del trance en el que entro cada vez que veo la puesta del sol en esta playa.

La playa donde comenzó todo...

Alto... ¿Dije vibración en mi bolsillo?

Saco mi teléfono, ceñudo. Me encantaría saber quién y por qué me llama.

Doblo la cabeza cual cachorro confundido.

¿Ginebra?

La pantalla se oscurece de golpe, dándome a entender de que la llamada fue cortada o no saqué el teléfono a tiempo.

Lo desbloqueo y me apresuro a devolverle la llamada a Ginebra. A lo mejor es importante. Justo cuando estoy a punto de marcar su número para llamarla, vuelve a vibrar mi teléfono.

Esta vez tomo la llamada.

—¿Sí? ¿Ginebra?

Del otro lado de la línea puedo escuchar la lenta respiración de Ginebra, cosa que me alerta de que tiene el teléfono muy pegado a la nariz.

Pero la persona que respondió el teléfono fue lo que realmente me dejó anonadado.

Del otro lado del móvil, la voz de Graciela sonó.
—Mmm... No soy Ginebra... ¿P-puedo hablar contigo?

Graciela... Es Graciela...

Su voz aterciopelada llenó mis oídos, haciéndome recordar cientos de momentos juntos a ella involuntariamente.

—Creo que si —le murmuro, aún sin creerme que es ella realmente.

—¿Recuerdas aquella vez que me viste en el parque? —preguntó ella, en apenas un susurro—. Si es tuyo.

Creo que entendí mal... ¿Si es mi hijo?

Y entonces cuelgo.

—Lo sabía —gruño, golpeando el volante con fuerza—. ¡Yo lo sabía!

Con los dedos temblorosos y el nerviosismo a mil, llamo a Ayden. Su teléfono suena innumerables veces, pero él no lo coge.

¿Qué estará haciendo a esta hora que no puede tomar el teléfono?

—Como mínimo te está persiguiendo media mafia, como para que me llames esa cantidad de veces y en tan poco tiempo...

—¿Dónde está Graciela? —le corto.

Casi puedo verlo poniendo los ojos en blanco al yo hacer esa pregunta.

—¿Y cómo se supone que voy yo a saber eso?

—¡Pues pregúntale a tu novia! —grito, histérico.

Del otro lado de la línea oigo el sonido de una gaveta siendo abierta.

—Primero que nada, se dice por favor —murmura—. Y segundo, se espera pacientemente.

Muevo mi pie al acelerador del auto y enciendo el coche.

GinebraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora