• Un desastre de obra •

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Capítulo VI - Un desastre de obra.

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Todo iba de mal en peor. Y cuando digo todo, es todo, así que no me lo pueden pelear.

—Al menos sí pasamos la obra.

Esa era Graciela, intentando darme ánimos después de cometer posiblemente la cosa más estúpida que he hecho y voy a hacer en toda mi vida.

—Seguro, a costo de mi dignidad.

Graciela rió por lo bajo.

Tomé una blusa neón de uno de los montones de ropa que estaban más cerca de mí.

No, definitivamente no usaría eso.

Ahora se preguntarán el porqué de estar las dos sentadas entre montones de ropa, zapatos y maquillaje. Bueno, la respuesta es muy simple.

Alaska y Graciela me obligaron a hablar de lo ocurrido y para ello decidieron que lo hablaríamos mientras nos vestíamos para la fiesta que iban a organizar en honor a los que no dejaron que se vaya al caño toda la obra.

En resumen, Ayden y yo.

Al parecer al público le encantó el desconcierto que se pudo ver en mi cara durante toda la obra y los intentos de Ayden por hacerme decir mis líneas bien.

Que, por cierto, al final no dije ninguna bien.

—Además, ni fue tan malo como crees... —dijo Graciela, sacando una falda negra con lentejuelas del mismo montón de ropa que yo saqué la blusa neón—... Y se veían bonitos juntos —añadió, como si no fuera ya bastante tortura para mí.

Ruedo los ojos ante eso y empiezo a jugar con el borde de un top rosa pastel.

Inconscientemente empiezo a recrear ese escenario en mi mente.

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Desde alrededor de veinte segundos estoy mirando a Ayden, atónita, mientras juego nerviosamente con el abanico blanco hueso de mano que llevo en... La mano, obviamente.

—Bueno... —Ayden se rasca la nuca, incómodo, mientras mira de rejo al público —. Soy tu prometido, Sir. Ángel III.

Y yo todavía estoy en shock.

¿Nos vamos a casar?
¿Por qué nadie me dijo nada?
¿Por...?

"La obra, inteligente".

—Bueno, —al Ayden ver que mi capacidad cerebral bajo de cinco a tres, siguió—. Señorita McGuire... —veo como intenta recordarme mis líneas por medio de gestos.

... Y me doy cuenta de algo muy interesante. Ayden tiene unas pestañas muy largas y muy espesas. Son simplemente...

"¡Ya basta!"

—Aunque no quiera casarse conmigo, señorita —empezó de nuevo el dialogo, Ayden, intentando que recuerde mis líneas—. Debo decirle que lo tendrá que hacer.

—¿Enserio? —pregunté. Sentí todos los ojos en mi—. Digo, si... —alargué la "i".

Genial. Si no reprobaba esta materia iba a darme cuenta de que el maestro de literatura si es tan tonto como para pasarle el año a todos, como dicen.

Volviendo a la obra, todos los personajes no dejaban de inventar líneas, mientras yo me quedo en medio del escenario, estática.

"Que lindo le queda ese traje".

GinebraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora