• Charlas incómodas y visitas inesperadas •

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Capítulo XXVI - Charlas incómodas y visitas inesperadas.

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Ya había terminado la escuela y lo admito, me hubiera encantado poder hablar con Ayden de lo que pasó y sobre ese cartel de promoción del baile de invierno, pero no pude.

Alaska también venía con nosotros en el auto y deveras no me apetecía dejarle dicho "sutilmente" a Alaska que tan a menudo pasaba eso.

—Hasta mañana —grito mientras agito la mano en el aire, despidiéndome de ambos.

Ayden hizo sonar el claxon dos veces para despedirse de mí y Alaska me lanzó un beso en el aire.

Al fin en casa. Hogar dulce hogar.

Voy de camino a la puerta de mi casa, cuando por el rabillo del ojo veo algo que me llama mucho la atención.

A algunas tres casas de la mía, específicamente la casa del final de la calle, un chico de piel curtida por el sol y el viento y de pelo rojo vivo, se desmonta de un todoterreno negro algo sucio, mientras se ajusta un horroroso pantalón gris de uniforme.

Es Mark Jones, el encargado del periódico escolar. No estaba enterada de que viviéramos tan cerca...

"Teorías conspirativas y posiblemente falsas en 3... 2... 1..."

Espera... Si lo vemos del punto de vista de él, posiblemente fue el que tomó de la fotografía y es culpable de que haya salido a la luz. Y si miramos bien la foto, fue exactamente desde ese ángulo que se tomó.

Me quedé parada en el mismo lugar en el que estaba, mirando fijamente al pelirrojo. No tardó en notar mi mirada y el muy chistoso sólo me sonrió.

"¿Qué esperabas, genio? ¿Que saliera corriendo?"

Sabía lo que había hecho.... Y él sabía que yo ya sabía, ¿No? ¿Iba así? Arg, qué lío.

—Ginebra, tienes media hora en el mismo sitio —ubiqué la voz de mi madre que se dirigía a mi, desde el porche de la casa—. Entra ya o empezaré a creer que no quieres verme.

Dejé de aniquilar con la mirada a Mark y fijé la vista en mi madre.

Hoy era una tarde soleada y muy calurosa. El sol se alzaba sobre mi cabeza, asándome mis neuronas lentamente. Pero a mi madre no parecía importarle. Se veía muy feliz... Demasiado feliz.

No, no estaba mal que estuviera feliz, pero me daba algo de pánico lo que pudiera estar ocurriéndole.

A lo mejor ya encontró el elixir que me hará casarme con Ayden sin rechistar. Yo diciendo, quién sabe qué podría ser...

—Mami —dejé que sus brazos me envolvieran en un abrazo. Cuando ella me soltó, llevé mi vista hacia su cuerpo, cerciorándome de la ropa que traía puesta—. Linda ropa.

Mi madre rió. Traía unos shorts de tela fina color blanco y una camiseta celeste. Nada de otro mundo, pero ella acostumbraba a siempre ir de gala... Enserio, tienen que ver su conjunto de jardinería. Parece de revista.

—Gracias, cielo —ella sonrió aún más—. Tú tampoco te ves mal en ese uniforme.

Me reí de ella. Este uniforme parecía y se sentía como un infierno, y de seguro ella lo sabía.

—Mejor vamos adentro, ya el sol nos está haciendo daño.

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GinebraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora