El tiempo con él se ha acrecentado, mejorando nuestra relación y despejando pequeñas incertidumbres. Prefería verlo ocupado, riendo o corriendo por la casa como un perro pequeño en vez de oírle preguntar una vez más sobre el cambio de humor que Judith a veces demostraba.
Después de recorrer la ciudad, tomar un helado y dejarlo en el parque unos minutos, decidimos ir de compras.
Actualmente los mercados se han convertido en un espacio claustrofóbico donde las personas luchan por llevarse el último material, donde la paranoia contenida parece desatarse en el interior.
Dante no apartaba la mirada de aquellos ciudadanos en apuros que luchaban por llevar algo y salir corriendo, permaneció en silencio observando hasta que salimos. Su expresión denotaba un leve temor o tal vez un asombro poco inusual.
— Sabe rica la masa, ¿no? — Pregunté al tiempo que devoraba mi trozo de pizza. Era levemente aceitosa, pero el queso derretido llenaba mi paladar.
— Ajá — Dijo con la boca llena —. Pensé que no había cortado suficiente queso para la masa.
Tragué sin prisa y sonreí luego de escucharlo hablar, de pronto había sonado caricaturesco. Finalmente nos encontrábamos en el comedor, deleitando el resultado final de nuestra pizza cocinada.
— El queso mozzarella fue una excelente idea, menos mal que lo mencionaste — acoté, dándole mérito en su participación dentro de la cocina —. Oye, no deberías hablar con la boca llena, tu madre suele hacer lo mismo. ¿Lo notas?
Elevó las cejas del asombro para rápidamente achicar los ojos en una sonrisa que había cubierto con la mano, tímidamente.
— ¿En serio? ¿En serio mamá habla con la boca llena?
— Así es, en ese sentido son bastante parecidos.
Me acerqué para limpiar su barbilla cubierta por algo de queso derretido.
— Papá. ¿Cómo se deletrea la musarela?
Retrocedí hasta recuperar mi compostura y lo aprecié con cautela mientras me recordaba de la palabra.
— Ahm, es... M
— M — Repitió después de mí.
— O
— ¿O? — arqueó una ceja —. ¿No es una U?
— En realidad es una O, se pronuncia Mo, no Mu.Más tarde, luego de cepillarnos juntos los dientes. Lo arropé en la cama cubriendo su pequeño cuerpo con una gruesa sábana y me tumbé a su lado. Le costaba conciliar el sueño cuando Judith no se encontraba dentro de la casa, de alguna forma ella lograba hacer que su sueño sea profundo.
— ¿Dónde está mamá, papi?
Susurró con desazón.
— Mamá, ella... Ella está ayudando a otras personas a sentirse mejor, como cuando te enfermas y ella se queda a cuidarte.
Su rostro, con mejillas levemente abultadas se había convertido en una máscara carente de ilusión.
— Le diremos que salió excelente la pizza que hicimos juntos.
— ¿Ella volverá pronto? — Cuestionó con leve incertidumbre en la voz.
Le acaricié el cabello con una mano, su pelo era igual de sedoso que el mío.
— Por supuesto, cachorro — Le aseguré con firmeza —. Volverá antes de que te des cuenta.Abandoné la habitación sin cerrar del todo lapuerta y dejando encendida la lámpara con forma de cachorro que proyectaba unresplandor azulado en el interior.
Bajé las escaleras casi a puntillas, midiendo mis pasos para no alertarlo y medetuve en la sala donde la televisión se encontraba encendida, pero sin ningúnsonido.
Me esperaba una larga noche y la ausencia de ella impedía mis sueños, me manteníaen cautela por Dante o en espera de algún mensaje de Judith, a veces no teníaningún reporte hasta que sólo aparecía con la misma expresión de fatiga en elrostro.
Encendí mi teléfono buscando sus mensajes y sólo encontré una respuesta mía queno había sido contestada desde ayer, mis pulgares trepidaban de inseguridadmientras revolvía mi mente en alguna oración que pudiese enviar en ese momento.Levanté la mirada al televisor divisando un informe sobre la ciudad, algo sobredisturbios que no me interesaba oír, bajé nuevamente la mirada a la pantallacon la mente en blanco.
Entonces, el timbre de nuestro hogar recorrió todo el interior como un ecobastante suavizado. Guardé el teléfono al bolsillo y me encaminé a la puertasin estar seguro quién podría llegar cerca de las ochos aquí.
Al abrir noté la figura alta y robusta de Robert. Un treinta añero de pelocorto y bordes rapados, su rostro estaba cubierto por una barba sombreada.
— ¡Maxwell, el fantasma! — Agregó con una vivida sonrisa y con voz de presentadorde shows, tenía un entusiasmo de la cual no estaba acostumbrado a contemplar.
Ingresó al hogar para luego rodearme con sus feroces brazos, podía sentir cómopequeñas partes de mi cuerpo parecían reventar en mi interior, como si me estuvieraquebrando de apoco.
— Sin aplastarme, Robert — repuse con falta de aire. Finalmente me liberó separándoseunos pocos centímetros.
— Lo siento, amigo — Miró su entorno como un niño poco emocionado —. Ohh, olvidécómo era estar aquí dentro, siempre huele igual.
Lancé un relincho y me hice a un costado.
— ¿Qué te trae por aquí? Desapareciste por meses.
Se detuvo y abrió las manos. Lucía más optimista de lo común.
— ¿Dónde está el pequeñín?
— Oh, ya lo acosté. Logré mantenerlo ocupado todo el día como para agotarlo.
Echó una rápida mirada, nuevamente. Estavez con extrañeza en sus facciones.
—¿Y Judith?
Arrugué los labios, cavilando en algo que decir. Ciertamente tampoco estabaseguro de lo que podría estar haciendo.
— Seguro es el hospital, últimamente estuvo tardando.
— ¿Seguro que es el hospital la razón por la cual se demora?
Arqueé una ceja.
— ¿A qué te refieres?
Noté una sonrisa maliciosa en su rostro y achicó sus ojos azules.
— Olvídalo — añadió aún con la sonrisa —. Afuera es una locura. La entiendo.Nosotros tenemos que lidiar con personas con ataques de psicosis. ¿Sabes?
Hemos intervenido en algunos saqueos en plena madrugada.
Continuó rápidamente evadiendo su comentario que todavía daba vueltas en micabeza, a veces sugería cosas demasiado poco creíbles que sonaban con malicia.
— ¿Sabías que han confirmado más casos en otros países? No estamos siendo losúnicos que tienen la paranoia disparada.
— No hablemos de eso ahora — susurré y me encaminé en dirección a la puerta decristal deslizadora que daba entrada al patio trasero, ubicado en el comedor.
Tal vez prolongue esa conversación y no quería que Dante oyera más cosas, sihabía algo de lo que no podía ocultarlo era de su alrededor. La ciudad noestaba tranquila.
— Perdón, sólo me sorprende la simultaneidad. ¿Sabes qué sí ha progresado? Tealegrará saberlo.
— Oh, lo siento. ¿Quieres agua? No tengo cerveza.
Interrumpí de pronto, parecía hablar demasiado rápido o capaz ya no meacostumbraba a su ritmo.
— No. Estoy mejor así, vengo brevemente. — Repuso con rapidez.
Finalmente estábamos en el patio trasero, un jardín verde con algunas floresplantadas, dividida por un suelo de color gris.
— ¡He progresado finalmente! — dijo con una contenida emoción.
— ¿Recuperaste el ritmo de antes? — comenté siguiéndole su vertiginoso ritmo.
— Hasta volví a escribir y eso que no esperaba poder volver tan rápido a lanaturalidad.
— ¿A qué te refieres con volver a la naturalidad?
— Volver al trabajo de poli, recuperar el ritmo de las cosas — respondióarrugando las cejas.
— Creí que me estabas hablando de que volviste a escribir.
Agregué ligeramente confundido.
— ¡Por supuesto que volví a escribir! — retomó el tema —. Sabes que había deseadovolver a ello y ahora sólo estoy avanzando tanto que podría robarle el puestoal siguiente holgazán de la oficina.
Sacudí la cabeza nuevamente con la expresión notablemente desconcertada. Erabueno en sus relatos y tenía narraciones decentes que no siempre lo exhibía.
— ¿Robarte el puesto? — Bufé dejando escapar una sonrisa.
— ¿No crees en mis capacidades?
Clavó su mirada en mí, sus ojos se habían endurecido de pronto.
— No dije eso — negué con los ojosentrecerrados.
— Por cierto, lo de la escritura. No planeé hacerlo — retrocedió nuevamente.
Me impresionaba de mí mismo por no perderle el hilo, de pronto debía prestardemasiada atención a sus detalles.
— Sabes, casi olvido que te lo había recomendado y me alegra saber que lo hasvuelto a hacer.
— Sí — dijo rápidamente —. No fue frecuente, pero me hizo bien volver a esascosas.
— Por otro lado, me alegra saber que volviste a tu trabajo. Sabía que lo harías— retrocedo al tema anterior, dándole a entender que no me había perdido suritmo acelerado.
Asintió con la cabeza conteniendo una pequeña sonrisa.
— Aprendí algo de hacer ese diario, a veces escribir sobre esa persona es buenaforma de olvidarla — señaló y meneó la cabeza suavemente de arriba abajo. Entrecerrélos ojos procurando no perderme ningún detalle.
— ¿Esta noche trabajas? Por eso la brevedad — proseguí al recordar aqueldetalle suelto, sin embargo. No mostraba signos de impaciencia o prisa en su andarademás de vestir con unos jeans oscuros y una característica sudaderanaranjada.
— Como dije, a robar puestos. Quiero conseguir ser la estrella de rock en esacomisaría, recuperar la reputación.
Ambos reíamos de manera genuina. Tenía una gran determinación que no habíavisto anteriormente y se encontraba más concentrado que nunca.
— Ya sabes. ¡El nuevo Robert está en casa! — Exclamó con sorpresivo entusiasmoy nuestras risas volvieron al aire.
En aquel momento había olvidado cualquier inestabilidad monótona y el caos quese cernía sobre nosotros, lo había ayudado a recuperar su camino y me sentíasatisfecho por ello.
De pronto un sonido de portazo seguido de pisadas nos había alertado, caminé devuelta hacia la entrada y al atravesar la puerta la vi con el teléfono pegadoal oído.
— ¿Qué tipo de síntomas?
Su voz sonaba trémula y en sus ojos se poblaba una horrenda inquietud. Luego deunos segundos de silencio continuó.
— Gracias por informarme — susurró —. Trataré de ir.
Colgó el teléfono y el silencio volvió a imponerse, arrebatando la calmaprevia. Se mantuvo de pie con la expresión estremecida.
— ¿Cariño, estás bien?
Mi voz de pronto sonó de forma amplificada, como si sólo existiésemos nosotrosen un espacio vacío.
— Mamá está en el hospital. — susurró finalmente.
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Mañana Perdida - Juego del Caos 1
Teen FictionMañana Perdida gira en torno a Max, un psicólogo que debe lidiar con unas crisis personales que jamás ha experimentado mientras procura sobrevivir en un nuevo y hostil mundo, en compañía de su amigo Robert. ¡AVISO DE CONTENIDO SENSIBLE! La histori...