Cada día desde el inicio despertando en desgracia, nuevamente entrando en realización de que ellos ya no están aquí.
Que no era una pesadilla, que quizá estoy atrapado, pero estoy atrapado en una vida mucho peor de lo que algún sueño pudo haberme ofrecido. Cada día que despertaba deseaba volver atrás, cada día despertando con menos ganas que el día anterior y el anterior era una derrota porque no podía progresar.
Cuando pierdes todo lo que alguna vez amaste y te tienes a ti mismo. ¿Realmente te tienes? ¿O parte de ti también muere cuando el otro se aleja?
¿Por qué nuestra felicidad parece tan dependiente de pronto?
Viene a mi memoria su pequeña inquietud, ella mencionó un temor al apego antes que pudiéramos iniciar lo nuestro. Y con el tiempo renunciamos a pequeñas cosas tan sólo para darnos el gusto, ahora su presencia es un vacío.
Cada día que despierto el agotamiento se extenúa y de alguna extraña forma mi mente proyecta sobre mi panorama recuerdos y me impide ver la realidad. Estoy desasociando de vuelta.
Cada día que me despierto, amanezco con un desespero incontrolable de no vivir más en mi cabeza y poder decir lo mucho que lo siento, por dejarla morir y por el daño que le he hecho en vida; aunque no tendré respuesta a mi suplicante indulto. Estoy desasociando de vuelta.
— Si pudieras volver atrás en el tiempo ¿A dónde irías?
Ella meditó unos segundos al tiempo que me observaba con gran templanza.
— Es una pregunta compleja — masculló —. Pero, iría a algunos puntos.
— ¿Cambiarías algo? — Pregunté rápidamente.
Diana hizo una mueca reflexiva y se encogió de hombros.
— Si se pudiera cambiar, tal vez lo haría — Dijo con inseguridad —. ¿A dónde irías tú?
Inspiré profundamente al tiempo que medité unos segundos. Realizando una introspección a mi vida y momentos que anhelaba revivir; algún esporádico y bello concierto, ocasionales reuniones donde apreciaba rostros de amigos lejanos que se mantuvieron en el olvido.
La afectuosa compañía de mi padre en el atardecer de un día irrelevante, oyendo breves relatos como cuentos llenos de una particular sabiduría. La vida da muchos giros inesperados y no estamos preparados para ninguna pérdida, sólo nos aseguramos de poder aguantar el dolor cuando lo sabemos anticipadamente.
— Revivir nuestra vida no creo que sea un desperdicio, no si queremos sentirnos vivos y alegres momentáneamente.
— Estoy de acuerdo — acotó ella.
Se encontraba sentada en la misma silla de madera y yo sobre el colchón de mi habitación.
— Pero ¿A dónde irías si tuvieras la oportunidad? — insiste sin parecer abrumante.
— 10 de julio de 2016 — respondí inmediatamente.
Elevó las cejas y una sonrisa pobló su rostro por el asombro.
— ¡Guau! No creí que dirías la fecha — profirió y emitió una pequeña risa momentánea.
Por primera vez desde el inicio, una risa natural se me había escapado y al notarlo deseé que pudiera mantenerlo así.
— Cuando vi a esa chica, todo fue diferente. ¿Sabes?
No la conocía de ningún lado, ni siquiera era de la misma ciudad, pero sin conocerla había sentido algo que me gustaba llamarle. "La chispa."
Había hecho el ademan de entre comillas con los dedos. Diana continuaba oyendo, estirando sus labios formando una débil sonrisa.
— Esa chispa fue todo lo que nunca tuve con nadie. Esa chispa hizo que la esperara un año hasta que pudiera mudarse a la ciudad con su madre y pudiera por fin tener algo con ella, tengo que admitir que durante la relación fue el momento donde más nos conocimos y compartimos juntos. ¿Sabes qué recuerdo?
Ella elevó las cejas, parecía no tener ganas de interrumpir ninguna oración.
— Su sonrisa — musité —. Tenía una sonrisa que me había volcado el mundo de sólo verla, veía sus fotos y me agradecía de que en cada una de ellas pudiera presumirla; eran finas y sus dientes blancos, alineados. Era jodidamente envidiable, pero hay tantos detalles cuando pienso sobre ella. Sobre todo, su fascinación al arcoíris, solía pintarme en la muñeca puntitos tras puntitos con cada color del arcoíris y se enfadaba conmigo cuando me lo quitaba con el tiempo.
Me detuve por unos segundos donde aprecié las facciones estremecidas de Diana, en mi silencio todavía rememoraba más de la cuenta, cosas de las cuales no deseaba liberar.
— De pronto sólo miro atrás en lugar de adelante y me doy cuenta de que me siento culpable por más cosas.
— ¿Qué es lo que te hace sentir culpable? — susurró ella, casi estremecida.
Cada día desde el inicio, fui dándome cuenta que los recuerdos se vuelven tan vívidos cuando algo malo ocurre, que no poseen linealidad, pero mantienen una estrecha relación con emociones que ya han ocurrido.
— Me estoy esforzando en recordar cosas positivas — mi voz sonó un poco apagada y ella lo había notado.
— ¿Tienes recuerdos malos? — Preguntó de pronto, como si temiera que pudiera dar una respuesta agresiva. Ya había hecho esa pregunta anteriormente y justo ahora oí con claridad aquello que Judith mencionó en la noche de ayer, acerca de mis buenos recuerdos.
— Es lo que dije — susurré —-. Hay tantos detalles cuando pienso en ella.
— ¿Ella fue una mala persona o arruinó la relación? — todavía parecía tener miedo de formular la pregunta.
— No — moví la cabeza —. Ella pudo haber tenido algún comportamiento reprochable, pero nunca fue la persona que causaba problemas.
— ¿Entonces?
Nos mantuvimos brevemente dentro de la burbuja del silencio, por un segundo parecía que el mundo entero había enmudecido mientras meditaba mi siguiente respuesta.
Recordé una discusión, por alguna extraña razón sólo eran fragmentos sin sonidos, pero podía ver las acciones. Rodeados de una tenue iluminación, ambos parecíamos alterados, yo jadeaba con una expresión exhaustiva y la fulminaba con la mirada.
— Cuando la recuerdo, también me recuerdo a mí y cómo había cambiado junto a ella. Recuerdo mis decisiones tan idiotas que la hirieron y cosas que nunca pensé que diría a pesar de repetirme ridículamente lo mucho que la amaba.
Cada día desde el inicio, tenía que lidiar con las mismas decisiones y recordando los mismos problemas, llegando a las mismas conclusiones.
— Cuando me recuerdo de mí, recuerdo lo feliz que era a pesar de las peleas y quiero volver ahí. Si pudiera volver atrás, evitaría que eso vuelva a ocurrir. — clavé la mirada ausente, una vez más.
— ¿Evitar lo que pasó en el estallido? — cuestionó, una vez más con cuidado.
— No sólo eso, evitaría que su amor y confianza se arruine por mis estúpidas acciones.
Meneó la cabeza ligeramente, tal vez comprendiendo o tal vez tratando de descifrar a lo que me refería.
— Ese cambio evitaría su enojo y rabia que ha reprimido mucho tiempo, haría que nuestra relación y nuestro crecimiento haya sido más sano.
— ¿Ella vivió enojada? — preguntó ella en voz baja. Asentí con la cabeza al tiempo que rememoraba aquella sensación, la recordaba enojada, su rostro empapado en lágrimas.
— Creo que vivió mucho tiempo enojada conmigo a pesar de que decía amarme, siempre me sentí culpable de eso y luego busqué sanarla. Es difícil restaurar una relación cuando la confianza del otro se rompe, nada vuelve a ser lo mismo.
Al día siguiente luego de levantar el cuerpo de la cama y tomarme otra ducha para despejar los pensamientos, me había dirigido al salón de comidas con el deseo de realizar algo diferente.
Por el camino pude notar un grupo de personas hablando en voz de manera poco discreta y entre la charla se colaban llantos interrumpidos. Aligeré la marcha al tiempo que trataba de no mostrar mucha atención a lo que ocurría.
Retiraban a una persona en una camilla envuelta por una sábana blanca, más personas seguían estrepitosamente al militar que se aproximaba al exterior.
— ¿Qué ha ocurrido? — pregunté al acercarme a Robert quien se mantenía expectante y con una expresión dura.
— Era Ángela, fue parte del grupo — susurró —. Había perdido a su familia cuando todo empezó, hoy a la mañana la encontraron colgada en su habitación.
Mis latidos disminuyeron y una gélida sensación me había recorrido el cuerpo, evité en acercarme la mano hacia la pronunciada cicatriz que rodeaba mi cuello.
— Es la primera persona en hacer eso, los demás están preocupados — continuó Robert. Me había percatado que con "Ser la primera" se refería a que, nadie la había detenido a hacerlo.
Compartió su anécdota pasada con nosotros, resultó ser la única persona a quién demostré atención cautelosa. Dentro del grupo todos conectaban de aquella manera, compartiendo quienes fueron e hicieron; Robert poseía la habilidad de conocerlos de forma cercana, y aun así, una tragedia como esta podía ser completamente notable e imposible de eludir.
Aquella noche acaricié la muerte como nunca la imaginé, conservaba la opresiva y aterradora sensación de perder el conocimiento por la imposibilidad de aspirar con naturalidad.
— ¿Cómo te encuentras?
Volteó y empezó a caminar sin prisa.
— Hoy fue un buen día, no tuve sueños ni tampoco sufrí ningún episodio. Pude concentrarme en dormir y lo logré, así de sencillo.
— ¿Entonces está funcionando hablar con ella? — Noté una pequeña emoción en su voz.
Después de todo hacía lo que yo no podía y debía admitir eso. Cada día desde el inicio, no tuve mejoras y tampoco había hecho nada más que aislarme, aquella mañana en particular la vida se sentía diferente.
Un peso menos y un pequeño logro después de varios días.
— Es mejor que yo en esto — le aseguré.
— ¡Oh, ella es perfecta! — Dijo con entusiasmo —. ¡Hola Erika!
Saludó a una chica alta que parecía recorrer el sitio, todavía no estaba acostumbrado a sus repentinos saludos y que tantas personas lo conocieran.
— ¿En qué estaba? Ah, claro. Ella es perfecta — Expresó con el mismo extraño entusiasmo. Todavía no comprendía la naturalidad en la que profería o actuaba, lo seguía viendo como una caricatura o un personaje nuevo.
— ¿Podrías hablar más despacio? — Articulé de forma sigilosa.
— Lo siento, a veces no me doy cuenta de eso.
En mi fuero interno me cuestionaba si realmente había notado la incomodidad visible en los rostros de las demás personas, tal vez más de uno horrorizado ante el repentino suceso.
Y él indiferente, envuelto por un optimismo descabellado que desconozco y todavía me parecía inusual.
— ¿Conocías a esa persona? — Pregunté sin perder el tono cuidadoso de la voz.
— Sí — dijo rápidamente, por fin había respondido en la misma tonalidad.
Sacudí levemente la cabeza, espantado por su indiferencia.
— ¿Cómo puedes entonces actuar como si nada haya pasado?
Las facciones de su rostro habían cambiado y algo raro había poblado a su vez, como una sonrisa contenida o una mueca de culpa. No estaba seguro de lo que había visto.
— No hablemos de eso ¿Sí?
— ¿Cómo puedes decir eso? — evité en alzar la voz —. Te haces amigo de todos los que viven ahora aquí y de pronto te da igual la muerte de una persona. ¡Yo también estuve cerca de morir, Robert!
No se había inmutado, caminó sin prisa hasta tomar asiento sobre un banquillo y dejó posado sus brazos sobre la mesa. No aparentaba proferir respuesta alguna, tan sólo había aguardado que yo hiciera lo mismo y actuara de la misma manera.
Tomé asiento, del otro lado de la mesa pretendiendo que no esperaba una respuesta y evité hacer contacto con él.
— ¿Puedo hablar de algo diferente?
Endurecí la expresión, observándolo con cara de pocos amigos.
— ¿Qué? — inquirió —. Ya vivimos en una tragedia, no tenemos por qué hablar de vuelta de otra tragedia, no quiero darles vuelta a esos temas.
A pesar de observarlo con repudio, no podía evitar encontrarme asombrado por su capacidad de actuar indiferente a situaciones trágicas, su defensa simplemente consistía en eludir los problemas y actuar de un modo forzosamente positivo.
— Dime — accedí de mala gana.
— Ayer estuve con Diana y conocí un par de cosas más.
Evité el impulso de cubrirme el rostro con la mano en señal de un evidente hartazgo y del poco interés acerca de su estrambótico asombro.
— No puedo creer que luego de este desastre pudiera conocer a alguien como ella, déjame te ilumino. Ha venido a un par de partidos aquí y a veces me explicaba la historia de algunos equipos, historias que por supuesto conozco. Pero, es diferente oírla, sabes...Es como si nuestros caminos se cruzaran en pleno desastre o por alguna razón, el tiempo finalmente me puso un reto y es estar con ella.
Una máscara diferente poblaba su joven rostro dotándolo de una admiración inusual, se asimilaba a un niño cautivado y ansioso por lo más mágico que nunca le ha ocurrido.
A pesar de no ser la primera vez que lo veía de tal manera, conocía de cerca su errónea idealización.
— Robert — Susurré —. ¿Te estás escuchando?
Asintió con la cabeza, claramente sin saber a lo que me refería.
— Recuerdo con claridad que dijiste exactamente las mismas oraciones cuando conociste a Julia, Katherina y Débora.
Sacudió la cabeza al tiempo que soltó un relincho.
— Pero...
— ¿Qué? — interrumpí —. ¿Esta vez es diferente?
Era una frase infaltable en cada oración donde se sorprendía de conocer a alguien nueva. Podía predecir que lo repetiría y nunca fallaba al suponerlo.
— ¡Sí, esta vez es diferente!
Cubrí momentáneamente mi rostro al tiempo que me maldecía en mi fuero interno.
— Pero, no lo entiendes — Dijo entre risas —. Es diferente por las circunstancias que estamos. Antes no tuvimos algo así, ni estuvimos cerca de morir y luego de todas esas relaciones fallidas, al final siento algo con ella, Max.
No estaba seguro de que fuera verdad, ciertamente su apego emocional excedía las barreras y siempre era el mismo comportamiento. Era lo único que se mantenía igual en él y lo único que no había conseguido cambiar, aunque era un hecho que Katherina fue quien dejó una huella.
— Robert, no estás viendo las cosas con claridad — dije un poco molesto.
Volvió a sacudir la cabeza, negándose a mirar la realidad.
— No me estás entendiendo...
— Está casada, Robert — Interrumpí antes que pudiera continuar con alguna excusa —. ¿Se te olvida ese detalle?
Su expresión se había endurecido, los brillos de sus ojos se esfumaron rápidamente y de pronto una mueca conflictiva había poblado su rostro.
— Lo sé, gracias por recordármelo — admitió —. No estoy ignorando nada, habíamos hablado sobre eso y la escuché. También le doy su espacio, porque quiero conocerla y cada vez que la conozco más y más, me doy cuenta que debíamos haber coincidido.
— Pero eso no significa que ella sea para ti — contesté mirándolo fijamente.
Volvió a un silencio reflexivo donde quizá buscaba mil explicaciones con un sentido racional.
— ¡Atención por favor! — Exclamó una vez que captó su atención.
La mayoría de personas dentro, incluyéndonos, giramos la vista en dirección al grupo de militares que ingresaron dentro del amplio salón.
— Hemos tenido problemas para conseguir raciones y otras cosas necesarias, la situación de afuera se está complicando por lo que no podemos salir con demasiadas frecuencias — Indicó Arthur, el mismo sujeto de cabello corto oscuro y ropa militar.
— ¿Por qué están analizando a las personas? — Exclamó de inmediato una mujer en algún punto del basto salón. Los demás asintieron con la misma pregunta y no tardaron en generar bullicio.
— Todavía continuamos analizando a las personas que han llegado recientemente, el virus es extremadamente contagioso que debemos continuar analizando — Alzó la voz, por encima de las voces generalizadas —. Debemos aguantar un mes, por lo menos hasta conseguir respuestas exteriores. Los agentes de salud y el ejército están trabajando coordinadamente.
Las voces se alzaron nuevamente, cada uno de ellos con diferentes inquietudes y molestias.
— Esto no va terminar bien — Oí susurrar a Robert mientras observaba al gentío espetar palabras que se mezclaban con las de otras personas.
Cada día desde el inicio, ningún día desde el inicio fue igual.
Cada día mantenía la misma pregunta dentro de mi subconsciente: ¿Dónde guardo todo lo que pertenecía a ella y todo lo que aprendí?
Porque no existe ningún solo día que no la reviva en mi interior, donde una simple canción se asocie a un instante o una emoción se asocie a un recuerdo.
"Puedo cambiar y voy a cambiar." Me repetía algunas noches con lágrimas en los ojos, mientras que en mi interior la pregunta principal era: ¿Cuánto tiempo durará?
Esta noche era igual, mirando el techo e indagando en mis más profundos pensamientos y concentrándome en lo que era real; mi respiración, la suavidad de la tela que cubría el colchón y mis suaves latidos.
Esa noche ninguna lágrima se había escapado y ningún episodio había reiniciado, finalmente estaba en el presente por un instante y una pequeña felicidad me invadía, incluso la sensación parecía tan fugaz. Me convencí de que mañana sería un día mejor, mañana será mejor que hoy.
Todavía tengo un mañana por delante, quizá por ese lado tendría alguna especie de suerte envuelto en tragedia, pero no quería pensar en lo que mañana podría ser; puede ser el último día que vivamos o que pueda vivir, mañana podría ser diferente.
A veces cuando sufres de algo que no conoces, algo que sobrepasa los límites de una tristeza momentánea, lo que esperas del futuro e incluso el pasado y los recuerdos pueden estar rodeados o cegados.
No existe claridad, pero esta noche no quería pensar. Después incontables días finalmente experimentaba una calma inusitada, donde el presente no parecía abrumador.
— Mañana será mejor que hoy — murmuré distendido.
El día siguiente había transcurrido de forma natural, pude levantarme de la cama sin soltar algún suspiro o con una falta de motivación. Deseaba experimentar la presenciar de la nueva monotonía, a todas aquellas personas y a ninguna de ellas ahogadas en lágrimas, y la trágica noticia de alguien que fue abatido por sus pensamientos, alguien a quién la noche tragó en silencio.
Ellos conversaban sin aumentar sus voces, podía notar diferentes expresiones y posiciones. Desde la persona de brazos cruzadas y miradas perdidas, hasta otros más soltados y extrovertidos.
A pesar de que cada persona caminaba hacia una dirección específica, de alguna manera siempre podía percibir compañía a sus costados. Yo atravesaba el salón sin ser percibido sin tener idea de quienes eran y qué hacer, no tengo una dirección. Ese día no sabía qué podría hacer.
¿Qué dirán de mí al verme pasar en silencio? Puedo notar algunas miradas discretas que se dirigen a mí. ¿Hablan entre ellos preguntándose quién es el tipo que camina en el medio?
Debería tomar iniciativa y explorar mi habilidad para hacer amigos, no siempre fui alguien muy sociable, como Robert.
Me rodeaba de pocas personas con quienes podía estar en silencio o ser tonto por un rato, alguien que no debería conocer de vuelta, como un formulario tan extenso que agota mi capacidad lectora.
Por un instante comprendí la diferencia entre Robert y yo, él podía alzar la mano y cualquiera respondería a su saludo mientras que, en mi parte, nadie giraba la cabeza para verificar quién estaba deambulando. Finalmente había alcanzado el exterior y presencié la inmensidad de las gradas vacías y desde la altura, el campamento restringido podía ser visto como una maqueta de tamaño gigante.
El cielo era límpido y abierto, la claridad del día no afectaba a mis ojos y una suave brisa me rodeaba en las alturas, cada día es tan indiferente a la tragedia.
¿Debería correr? Tal vez sí. Tal vez debería explorar el gimnasio y hacer algo de ejercicios o recorrer el recinto por mi cuenta, todavía me sentía como un turista aquí adentro. Nadie me conocía y tampoco conocía el lugar, como lo hace Robert.
Maldito engreído social. ¿Cómo hace para no pensar en sus problemas por un segundo?
Había notado un sujeto cuyo uniforme era camuflado, sentado a solas a un par de metros observando el hermoso y amplio paisaje. Su aspecto de espalda aun así resultaba peculiarmente familiar.
¿Debería hablarlo?
Antes que pudiera tomar alguna decisión, ya me encontraba sentado a un par de asientos de él, por fin había girado la cabeza para luego descubrir de quién se trataba.
Se dedicó a mirar el paisaje, nuevamente, fingiendo por un instante.
— Este es un buen lugar, nadie viene aquí — Profirió Arthur.
Le sostuve la mirada contemplando su apariencia siempre uniformado y su rostro con tintes de agotamiento.
— Cuando quieres pensar un rato, este es un buen lugar.
Continuó sin apartar la mirada y con un tono nostálgico en la voz.
— ¿Vienes a pensar? — Finalmente giró la cabeza en mi dirección.
¿Pensar? Si me atrevo a hacerlo el día se jodería nuevamente, hoy por fin había anulado la capacidad de hacerlo.
— No — Respondí rápidamente — Sólo recorría.
Indagué en el horizonte con la mirada luego de responder, simulando poco interés en lo que pudiera ocurrirle.
— Todo está cambiando — habló para sí mismo —. Eres el amigo de Robert ¿No?
Aspiré profundamente al tiempo que me debatía sobre la respuesta, de todas formas, ya me había visto antes. ¿Acaso tendrá algo en su contra?
— Así es, ya noté que todos lo conocen por aquí — Continué y me pareció oír un relincho por su parte.
— ¿Te contó su amistad con Diana?
Había pronunciado la palabra "Amistad" con un tono cercanamente sarcástico, lo cual comprendí a qué se refería.
— Luchas por preservar un matrimonio de dos años y llega un imbécil de la nada, a complicarlo todo. Sin ofender.
Resultaba particularmente diferente su manera de referirse a Robert, podía percibir un tono de cólera en su voz.
— No deberías quedar a un lado — Cuestioné entre dientes. Frunció el ceño en lo que parecía cavilar unos segundos.
— ¿Qué crees que hago? — dijo vacilante —. Debo lidiar con la pérdida de mis compañeros cada día, con la presión constante de estas personas y al mismo tiempo con esta relación. Sólo necesitaba estar bien con ella para no caer en locura.
Enmudeció de pronto antes de parecer explosivo. Sus palabras viajaron por mi mente y me detuve a pensar sobre la "Pérdida de sus compañeros."
Comprendiendo que tal vez más personas morían tras los altos muros que nos resguardaban y puede que nadie era consciente de esas pérdidas. ¿Por qué nadie lo menciona siquiera?
— ¿Tus compañeros fueron infectados? — pregunté con cuidado, noté que se tomó el tiempo de proferir alguna respuesta.
Su rostro se había endurecido, procurando no mostrarse vulnerable.
— Muchos de ellos están asustados — murmuró —. Salimos a patrullar, en busca de personas que nos envían señales de auxilio o por necesidad de suministro y de alguna forma, estas cosas ocurren.
Caviló brevemente donde me tomé el tiempo de procurar comprender lo que podría sentir en su interior. No lo conocía y sin embargo lo hallaba vulnerable.
— ¿De alguna forma sientes que eso podría afectar tu relación con ella? — Cuestioné con cuidado y él continuó reflexivo. Segundo más tarde, asintió con la cabeza con pequeña inseguridad.
— No quiero perderla, porque siento que no tendría una seguridad luego de eso — Enmudeció repentinamente —. Pero, a veces, sólo me siento cansado. De toda esta mierda, de vivir de esta forma y de la existencia de Robert. ¿Por qué siempre hay algo que lo empeora todo?
Era una buena pregunta de la cual no estaría seguro de cómo contestar. La frustración se evidenciaba hasta por las facciones de su rostro y me planteaba cuál sería los problemas que ellos dos albergaban. Podría ser una falta de comunicación, o un escenario donde se prevalece la pasivo – agresivo.
Veía en Arthur muchas cosas de las cuales Diana jamás había mencionado.
— Proponle un espacio para ti — sugerí. Al poco instante giró la cabeza con una mirada de extrañeza sobre su cara.
— ¿A qué te refieres?
— Un espacio donde puedas distraerte de manera diferente, haz algo que te olvide de lo que vives cada día, no te alejes de ella. Todavía tienes algo para recuperar, aprovecha esa suerte.
Nuestras miradas permanecieron sostenidas por unos instantes donde tan sólo volví a nuestras discusiones aleatorias, recordándome lo mucho que deseaba no haber dañado algo por la cual había luchado.
Cada día desde el inicio ningún día fue igual exceptuando este, donde había permanecido en silencio con alguien mientras lo escuchaba hablar, no lo conocía ni yo a él, pero finalmente me permití escuchar a alguien más.
Al final de la extensa jornada volví dentro de mi dormitorio con una inusual necesidad de expresar más cosas.
— Sentí algo después de hablar con él. ¿Sabes?
— ¿Qué sentiste? — preguntó Diana con voz calmosa.
— Comprensión — respondí dubitativamente —. Al final del día sentí comprensión, de alguna forma sabía lo que podría sentir. Estoy relacionado con esa complejidad, Arthur me recordó en una etapa pasada que he vivido.
— ¿Y cómo te sientes ahora? — continuó con la misma tonalidad.
Medité unos breves segundos antes de responder, recordando nítidamente momentos donde me distanciaba de ella en silencio y el conflicto se acrecentaba; nos desconocíamos mientras vivíamos juntos.
— Diferente que ayer — Susurré dubitativo —. No creo sentirme mal, pero tampoco estoy bien. Pero, puedo estar mejor.
Visualicé a Diana quien asentía ligeramente con la cabeza, con una sonrisa de satisfacción sobre su rostro.
— Cada día desde el inicio me sentía desconectado, perdido entre todas esas personas, pero hoy fue diferente y ni siquiera lo había planeado, simplemente caminé hasta llegar a él y logré comprenderlo. Hoy fue diferente y mejor.
— Un día a la vez, así suceden los cambios — Susurró ella de manera dulce.
Cada día desde el inicio, los días fueron fugaces y el dolor perdurable. A veces caía días buenos y otros malos, hoy fue diferente. Hoy recordé lo que significaba comprender a alguien. Hoy fue diferente, hoy fue mejor que ayer.
— ¿Arthur mencionó algo sobre Robert?
Diana torció el gesto.
— ¿Ha dicho algo sobre él? — Repuso de manera insegura.
Cavilé unos segundos y cambié radicalmente la expresión.
— Sé que no le agrada que pasen tiempo juntos. ¿Se han tomado el tiempo para hablar sobre eso?
Diana bajó la mirada con leve pudor y con el ceño fruncido.
— Ha estado inseguro desde que lo conocí, de pronto comencé a ser importante de vuelta para él.
Podía deducir que las pláticas entre ellos eran escasas, tal vez el problema residía en Arthur y su complejidad en el instante de expresar emociones.
— ¿Podemos enfocarnos en tu progreso? — dijo sin aparentar molestia —. Eso es más importante que mis líos del día a día, créeme que tampoco quiero encararlos.
Asentí con la cabeza, como niño al haber recibido una reprimenda. Después de todo, ella procuraba que pudiera mantener el control con cada día que transcurría.
Hoy había sido diferente, de alguna manera el ruido se mantuvo lejos como si nunca ocurrió y la desesperanza era una sensación vaga que ya no aparentaba ser una amenaza.
No existía ruido en el interior de mi consciencia y tampoco se presentaba en los días que siguieron, la habitación finalmente adquirió una cálida iluminación.
Y en el instante de mantenerme a solas en el transcurso de otro cíclico día, observé la puerta que me resguardaba de los extraños del exterior y repentinamente... Un aterrador y familiar golpe azotó la puerta.
Seguido de una insistencia y un gruñido horrendo que parecía suplicar ayuda, el mismo sonido que nunca pude olvidar.
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Mañana Perdida - Juego del Caos 1
Teen FictionMañana Perdida gira en torno a Max, un psicólogo que debe lidiar con unas crisis personales que jamás ha experimentado mientras procura sobrevivir en un nuevo y hostil mundo, en compañía de su amigo Robert. ¡AVISO DE CONTENIDO SENSIBLE! La histori...