Capitulo01x10: Un grave error

2 0 0
                                    


                                                                    ROBERT

— Vaya, entonces es real — musitó Max al tiempo que la observaba por encima de sus hombros.
— ¡¿Qué?! — mascullé —. Por supuesto que lo es. Es difícil de creerlo, pero lo es.
Hizo una mueca de poco interés.
— ¿También la buscas?
— ¿A qué te refieres? — arrugué las cejas mientras lo miraba de forma inquisidora. Él endureció nuevamente la expresión con aire de pesimismo escrito en su rostro.
— ¿También buscas a Débora en ella?
— ¿Por qué piensas eso? — entrecerré la mirada.
Max suspiró levemente, sin mucha paciencia.
— Buscabas a Débora en otras personas.
— Eso fue un grave error — Le interrumpí —. Por esa razón he rechazado a otras personas antes.
— Eso es algo que has dicho antes — Masculló.
Max había mantenido su mirada fija en mí, con un semblante calculador. Noté que ella se acercaba al costado, no se encontraba sola y aun así no demostraba prisa.
— Ahí viene. ¿Puedes comportarte? — Susurré y fingí una sonrisa, él ni siquiera se había inmutado.
— ¡Hey Robert! — saludó con ligera emoción.
— ¡Hey! — me incorporé —. ¿Cómo estás? — había extendido ambos brazos para luego bajarlos rápidamente, tal vez no debía abrazarla, aunque no pareciera dispuesta a recibir algo así.
— Siento que aún no he despertado del todo, pero creo que bien.
— Robert ¿No? — dijo el tipo alto de cabello oscuro peinado hacia atrás y puntas que le llegaban hasta el hombro. Su rostro estaba rodeado por una barba sombreada.
Era la única persona que vestía de un inconfundible uniforme camuflado acompañado de una remera de una tonalidad café. Asentí con la cabeza y estreché su mano, áspera como una arena.
Volví a enfocarme en ella, cayendo en cuenta lo bien que le resultaba el cabello corto y la melena a un lado del rostro.
— ¿Quién es el chico nuevo? — giró la cabeza en dirección a Max.
Él permaneció sentado tan sólo contemplándolos con indiferencia.
— Él es Max — le señalé —. Es mi amigo.
— Mucho gusto.
Por fin había despejado el cuerpo para estrechar la mano de Diana, incluso su expresión se había transformado. Lucía confiado y con un aura diferente, como si de pronto hubiera cambiado de personalidad.
– Diana Galvany – Le recitó –. Mucho gusto. ¿Eres nuevo por aquí?
— Algo así — replicó con voz suave y relajada —. Todavía no me acostumbro a tantas personas extrañas.
Max enmudeció de pronto, por alguna razón que no comprendía él pensó cuidadosamente una respuesta.
— De hecho, es la primera vez que sale — murmuré fortuitamente.
Max dirigió su mirada hacia mí, una que podía leerla. Reflejaba un gran aborrecimiento.
— Oh — repuso ella con voz débil —. Ya te hubiera visto antes.
Sonrió tratando de no parecer incómoda, asemejándose a alguien más amable.
— ¿Y usted es? — dijo rápidamente Max, mirando al sujeto que acompañaba a Diana.
— Jason Bateman — Le estrechó la mano —. Soy su esposo.
Max elevó las cejas, pude entender esa expresión.
— ¿Eres de la milicia? — Continuó Max.
— Trabajo de cerca con la FEMDA — Continuó Jason cuya voz sonaba extrañamente rasposa a pesar de poseer una tonalidad grave.
— ¿Cuál es el trabajo de la FEMDA? — Continuó Max, procurando continuar la conversación, extrañamente.
— Es la agencia. Los únicos a cargos de hallar una cura a esta mierda y nosotros de procurar que más personas lleguen vivas o de que no se maten aquí dentro.
Max asintió con suspicacia.
Finalmente tomé coraje de involucrarme en la conversación antes de que Max pronunciara alguna palabra.
— ¿Qué tal si tomamos asientos? — Bromeé mirando a Max quien sonrió incómodamente.
— Dios, muero de hambre — Susurró Jason —. ¿Quieres comer algo, cariño?
Diana sacudió la cabeza negándose a la petición.
— Robert — dijo de pronto y levanté la mirada —. ¿Me acompañas? Conoces mejor este lugar.
Me debatí un segundo al tiempo que había recorrido la mirada. Max mantuvo sus ojos inmóviles en mí, una incertidumbre había poblado su rostro.
— Bien — Titubeé y despejé la mirada de ellos. Caminamos despacio y sin prisa en dirección a Ricky.
— ¿Los sándwiches de Bistec están ricos?
— Por supuesto — asentí y oculté las manos en mis bolsillos.
— ¿Es buena recomendación para una cita? — Clavó la mirada en mí, como si de alguna manera extraña exigía mi respuesta.
— Tal vez — murmuré.
Realizó un relincho y continuó su paso sin ninguna prisa, todavía no nos habíamos alejados lo suficiente.
— Te recomiendo Dentella's — dije rápidamente.
— ¿Qué es eso?
— Un restaurante Italiano, hay pasta y carne de calidad.
Bufó de pronto y meneó la cabeza suavemente.
— Conoces este lugar mejor que yo — sonrió de repente, de manera suspicaz.
— Tú también, llevas más tiempo que yo — Repliqué en un intento de no sonar febril.
Nuevamente había llevado su rostro a mí y extenuó la sonrisa.
— Hey, estás muy tenso, amigo — estudió mi cuerpo completamente —. ¡Debes relajarte!
Acto seguido reposó su mano sobre mi hombro y lo sacudió levemente. Me había decidido a sonreír en ese instante, fluir con naturalidad y dejar a flote alguna habilidad actoral oculta.
— Comamos algo, yo invito.
— Lo agradezco — negué —. Dejé atrás mi sándwich de Bistec.
— Vale la pena ¿No? — recuperó la postura y se había relajado.
— Dependiendo del gusto — dije, esta vez más abajo. Seguro ni se había percatado que haya respondido.
— Estos días fueron largos y estresantes — La frase emanó de su boca rápidamente —. Cuando tomamos este lugar sólo habíamos pensado en mantenernos seguros y alejados de los enfermos. Vivir una nueva vida.
Habíamos llegado finalmente frente a la tienda de Ricky, el chico apareció y aguardó en silencio. Jason no despejaba su mirada de mí, todavía con aquella torcida sonrisa de falsa estabilidad.
— Todos buscábamos empezar de nuevo — Al finalizar mi respuesta, saludé al chico realizando un ademán con la cabeza.
— ¿Qué vas a pedir? — Acercó la cabeza innecesariamente cerca.
— Nada, todavía tengo mi sándwich atrás — le recordé y había dado un rápido paso al costado.
— Un sándwich de Bistec, por favor — fingió la amabilidad.
Lo observé unos breves instantes donde me cuestionaba su inquietante calma, llevé la mirada hacia Max y Diana quienes parecían estar conversando, aunque lo veía expectante a nosotros.
— Sabes. Diana me ha hablado de ti, tenía ganas de conocerte.
Giró el cuerpo finalmente manteniéndose de perfil, sentía su mirada en mí.
— No le gusta hablar de sus amigos — susurró. Finalmente había comprendido por qué estaba alejándome de la mesa.
Lentamente giré hasta quedar cara a cara y ambos nos sostuvimos las miradas, su expresión se había endurecido y lucía desprovisto de cualquier gesto amigable.
— Escúchame, sé que han estado muy juntos — Su voz sonaba más tensa —. Me agradas y no quiero que tengamos problemas, seguro me entiendes.
Él inspeccionaba su bolsillo. ¿Por qué lo hacía si no se necesitaba pagar?
— ¿Y eso qué tiene que ver? — Respondí con el mismo tono febril.
Esbozó la misma torcida sonrisa de vuelta.
— No juegues conmigo — susurró. Sus ojos no se despegaban de mí, parecían despedir una rabia contenida.
Bajé los ojos de forma fugaz pretendiendo mirar el suelo, todavía permanecía una mano en el bolsillo.
— ¿O qué? — lo encaré finalmente.
Su mirada fue estática. No había parpadeado ninguna sola vez. No podía bajar los ojos en dirección al bolsillo por mucho que quisiera porque lo delataría, sabrá que podría reaccionar con rapidez ante el golpe que planeaba ejecutar. Pero ¿Por qué aquí? ¿Por qué frente a todo el bullicio? Lo notarían y harían algo al respecto.
El sonido poco a poco se cerraba y ningún parpadeo se escapaba de nuestros ojos, podría jurar que aquel instante ninguno de los dos se encontraba inspirando.
— ¿Señor? — dijo de pronto Ricky a nuestro costado. Mis oídos volvieron a captar los sonidos —. Su sándwich.
Finalmente parpadeó y volvió a inspirar. No había notado que mis propias pulsaciones habían incrementado, la adrenalina parecía disiparse en mi interior.
Un repentino mensaje de pronto emergió en su walkie talkie.
— Jason, necesitamos apoyo en la entrada — Agregó una voz masculina, todavía no había despejado la mirada de él.
— Iré de inmediato — contestó con voz aguda —. Bien, Robert.
Sostuvo su mirada nuevamente.
— Te estaré viendo, chico.
Se mantuvo inmóvil por unos segundos como si quisiera grabar la imagen de mi rostro y luego se alejó en silencio, y sin mucha prisa.
Por fin había liberado todo el aire que inconscientemente había retenido y percibí mis latidos acelerándose; todavía estaba demasiado alerta que debía respirar con moderación. 

Mañana Perdida - Juego del Caos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora