Capitulo01x03: Cuando el tiempo se detuvo.

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   Todo había pasado rápido entonces, subimos a nuestro dormitorio y presenciaba cómo introducía algunas ropas dentro de un equipaje de color negro tendido sobre la cama.

— ¿Crees que sea buena idea ir ahora?
— Ya no tengo opciones, Max — agregó entre dientes, estaba realmente alterada. Nunca la había visto moverse con tanta apresuración. En ocasiones se detenía por unos segundos preguntándose qué más podía cargar en el equipaje.
— No estoy segura de cuánto tiempo me llevará llegar hasta allá o hasta cuántos días me quedaré — Continuó, conteniéndose a elevar la voz y despertar a Dante.
— Pero no puedo perder tiempo y soy la única persona que le queda.
No podía hacer nada más que permanecer inmóvil, observando cómo se desplaza de un lado a otro mientras abarrotaba el equipaje con sus pertenencias.
— Sólo me preocupa que no lo estás pensando con demasiada claridad, ¿tienes un plan en mente de cómo lograr cruzar?
Se detuvo súbitamente al tiempo que había lanzado un pesado suspiro. Miró hacia la nada mientras descifraba alguna respuesta.
— Pediré un taxi o iré en bus.
— Pero.
— Si no lo hago hoy, mañana podría ser tarde. No tengo tiempo para pensar en las consecuencias.
     Finalmente giró la mirada hacia mí logrando que me inmovilizara de golpe. Sus líquidos ojos se habían solidificado en aquel instante, como si fuese otra persona a quien estaba admirando.
Tomé valor y moví las piernas acercándome hacia ella sin prisa, mientras que por su lado no apartaba sus ojos de mí.
Entonces al llegar a su frente extendí los brazos rodeándola sin demasiada presión. Percibía su cuerpo rígido como nunca, pero lentamente fue cediendo a mi abrazo.
Hasta que luego de unos eternos segundos donde mi corazón palpitaba con extrema velocidad, su llanto opacó los sonidos de mis latidos.
— Todo estará bien — susurré, para luego apretar su cuerpo contra el mío y con la otra mano, fui acariciando su sedosa cabellera.
— Te necesito más que nunca — susurró con voz congoja.
— Estoy aquí — le aseguré —. Siempre lo estaré.
Su aroma me embriagaba y llenaba de calma sentir su cuerpo contra el mío, una vez más, recordándome que ya hacía varios días que no la abrazaba como solía hacerlo.
No quería soltarla y al parecer ella tampoco a mí. En ese instante entre todo el caos de fuera y entre nosotros, un perpetuo silencio nos unía y sólo queríamos continuar de ese modo, tan extraña y bellamente esporádico.
— Necesito que cuides de Dante — dijo por fin luego de un eterno silencio.
— Lo haré, no te preocupes — Musité.
Fue despejándose de mí hasta que quedamos frente a frente, se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja, sus pómulos se encontraban empapadas por las lágrimas.
— Gracias por ayudarme, realmente necesito hacer esto — agregó con voz razonable. Volteó devuelta en dirección a su maleta y continuó empacando, había descubierto que la sensación de soltar su mano de golpe se tornaba doloroso. Medité unos segundos, dándome cuenta que cruzar a la otra ciudad era complejo, pero la veía tan decidida a hacerlo.
— Tal vez... Robert nos puede ayudar en esto.
Dijo de pronto. Detuve cualquier palabra y me enfoqué en lo que había dicho, extendiendo el silencio innecesariamente.
Entonces, una bulliciosa vibración captó mi atención de nuevo. Revisé mi bolsillo y extraje mi teléfono; era él quien me llamaba.
— Oye. ¿Puedes venir a la escalera? Debo irme.
— Oh, lo siento. Ahora bajo.
Colgué rápidamente y noté que ella se detuvo. Avancé hasta abandonar la habitación y ahí lo encontré, aguardando en medio de los escalones.
— Lo siento, amigo. Debo irme, ya sabes el trabajo. — añadió sin ganas de retirarse.
— Está bien, déjame acompañarte.
— ¡Robert! — Judith había aparecido repentinamente a mi espalda. — ¿Puedes ayudarme a cruzar el puente?
Él se mantuvo en un reflexivo silencio, tal vez tampoco podía asegurar tal cosa.
— No lo creo, lo siento — responde finalmente con el temor de haber decepcionado. Ambos éramos conscientes de la complejidad de la situación y también sabía que no lo decía por no querer ayudarnos realmente.
Me pareció oírla maldecir en voz bastante baja antes de que volviera a la habitación, bajé las escaleras con Robert hasta alcanzar la entrada principal.
— ¿Todo bien con ella? — preguntó dubitativo.
— Sí — contesté sin mucha atención —. Es sobre su madre, creo que enfermó y quiere cruzar a la ciudad esta noche.
Robert hizo una mueca de incertidumbre.
— Realmente lo siento, por lo menos no es algún divorcio.
— ¿Pensaste en eso?
— Ehm, sí — lanzó un relincho —. Pero dije menos mal, cruzar ahora mismo no es buen plan.
Asentí con la cabeza y al poco rato se despidió, afuera el aire era diferente; parecía opresivo y a lo lejos se oían el resonar de sirenas de ambulancias, existía una inquietante calma en el barrio que no estaba acostumbrado a contemplar.

Mañana Perdida - Juego del Caos 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora