Primavera. Junio 8A veces el tiempo se vuelve infinito cuando las sesiones inician. Sentado me encontraba oyendo a un chico cuya apariencia no parecía demasiado saludable, pero debía concentrarme en sus palabras mientras tenía la sensación de que ya habían pasado como dos horas.
En aquel despacho de forma rectangular, de paredes blancas y una ventana que da vista al exterior de la ciudad, oía al joven hablar mientras observaba mi dedo anular derecho posado sobre mi regazo, contemplando el anillo matrimonial que he cargado durante unos años.
El joven de pelo castaño, alto y esbelto de un cutis llamativamente pálido llevaba días viniendo junto a mí, pero este día particularmente, no lo encontraba en su mejor forma.
— ¿Has hablado con tus padres sobre cómo te sientes?
Pregunté solícito y terminé de anotar unos apuntes en el pequeño libro que yacía en reposo sobre mi pierna.
— Sí — respondió el joven en voz baja, tímidamente.
— Y cuéntame ¿Te sentiste mejor? — aguardé unos segundos y estudié su expresión, arrugó sus labios unos segundos y desasistió con la cabeza.
— ¿Por qué? — Un breve silencio surgió entre nosotros y el estribillo de una sirena intercedió a lo lejos.
— Mis padres piensan que estoy exagerando, ni siquiera saben que estoy haciendo esta terapia — Se pasó rápidamente la lengua por el labio —. Es difícil de hablar con ellos sobre cómo me siento, ni siquiera puedo decirles que corté con ella hace más de un mes y que me duele bastante — Habló con un tono muy bajo, su expresión era dubitativa, aunque, parecía sentirse bastante triste.
— ¿Puedes decirme por qué terminó esa relación? — continué y descansé la mano sobre la libreta.
Frunció el ceño unos segundos y se debatió consigo mismo para hablar.
— La descuidé, incluso perdí mi camino. La abandoné cuando más me necesitaba y no puedo evitar sentirme culpable — su expresión había cambiado, volvió a arrugar el rostro como si se contuviera a llorar —. Sus padres están enfermos de algo y yo la dejé sólo porque no puedo lidiar conmigo, porque empecé a sentirme cansado y no es de ella, sino de la relación — continuó y clavó su mirada en mí.
Ambos separados por una mesa blanca que se encontraba en el medio, sobre una pequeña alfombra del mismo color. Mantenía el contacto visual, relajado y esperando a que él continuase.
— Nunca había estado tan ridículamente pegado a una persona a tal punto de que su ausencia me duela y ahora tengo miedo.
— ¿Cuál es tu miedo? — Volví a cuestionar mientras lo analizaba en sigilo.
— A no conocer a nadie como ella — Respondió el joven y su voz pareció sonar temblorosa, volví a anotar en la libreta;
"Walter presenta un evidente temor a la soledad y su relación con su familia es bastante alejada."
Volví la mirada rápidamente enfocándome en aquella particular inquietud. Había pensado lo mismo cuando Judith y yo tomamos distancia, dándome cuenta de su dependencia hacia mí y el apego que había generado hacia ella.
— Estás equivocado, perdiste el rumbo y te toca volver a empezar y esta vez la relación será contigo mismo. Esto es lo que se conoce como una dependencia emocional, la creencia de que necesitas a otra persona para sentirte bien o sentirte amado.
Se reservó a decir algo mientras conjeturaba en sigilo. Su mirada se perdía en algún punto del suelo.
— Piensa en qué cosas puedes cambiar y hazlo para ti, trabajaremos desde ese punto, en tu autoestima.
Parte de este trabajo me recordaba de mis propios errores al tiempo que analizaba a las personas, dándome cuenta de lo poco que hablaba y de lo mucho que me contradecía.
— Es increíble — susurró de pronto, levantando la mirada. Leves ojeras se dibujaban por debajo de sus ojos.
— ¿El qué? — respondí mientras aguardé unos breves segundos, el ruido de vehículos circulando por las calles volvieron a ser audibles.
— En cómo las personas te cambian. — contestó finalmente.
Más tarde ese día, volviendo a casa, conducía por las amplias calles urbanas de esta ciudad atractivamente solitaria, cuyas luces y pantallas adornaban cada esquina y en lo alto.
Desde el interior de mi Aveo plateado, apreciaba mi entorno, ajeno a los que me rodeaban. Contemplando las calles repletas de folletos esparcidos en columnas y tiendas. Folletos que prohibían la cacería así como la comercialización de la carne cérvida.
La radio se encontraba encendida y lo oía en bajo volumen, me había sumergido en lo que ocurría a mi alrededor, seguía mirando de reojo lo que me rodeaba, evitando no perder el control sobre mi marcha.
— Casi un mes con la pandemia del CH1, ya es declarado emergencia internacional. La agencia federal para el manejo de desastres y emergencias instalarán una segunda zona de cuarentena dentro del estadio Yorke para recibir a más pacientes — aclaró un hombre de voz monótona como si estuviera declamando alguna redacción.
— El virus se ha identificado en cinco estados además de cuatro países como Noruega, Finlandia, Corea del Sur y Estados Unidos. El alcalde de la ciudad informó que esta noche se abrirán nuevos refugios y que la próxima semana se espera 200 más — continuó sin demasiado apuro, pero con un tono bastante agradable.
El día llegaba a su fin y momentos como estos mis pensamientos me invaden en el interior del habitáculo.
Inquietudes sobre el futuro o pensamientos pasados, alguna que otra discusión que nunca lograba terminar. A veces mientras conducía me tomaba el tiempo de disminuir la marcha, otras veces necesitaba ir más rápido.
En aquel momento mis ojos se fijaban en patrulleras y militares que se abrían paso en diferentes calles, recordándome que vivimos en tiempos extraños.
Al fondo, una canción acompañaba mi marcha y mis pensamientos se fundían con la melodía.
Procurando olvidarme de la inquietud constante que me asechaba e ignorando la realidad casi decadente en la que nos encontrábamos sumergidos.
Tras un largo recorrido, finalmente había llegado a mi hogar. La puerta principal conducía a un estrecho pasillo que daba lugar a la sala de gran espacio e iluminación tenue pero confortante.
La calidez era diferente, un refugio de toque minimalista donde los sonidos exteriores se enmudecían y siempre podía sentirse un característico aroma a menta.
Había avanzado unos pocos pasos hasta hallarme a mitad del camino donde la entrada al comedor y la sala compartían espacio, segundos después los inquietos pasos junto con la jubilosa voz de Dante, el travieso de 6 años, me advertía su presencia como un cachorro en alerta.
— ¡Papá!
Apareció impactando contra mí, abrazándome tiernamente la cadera.
— ¡Hey! ¿Cómo estás, cachorro? — me incliné levemente para darle un pequeño beso a la altura de su cabeza.
Podía sentir su agitada respiración incluso en mi cadera, se removió el flequillo lateral oscuro dejando a relucir su piel de una tonalidad blanquecina que se encontraba húmeda; el amarillo que vestía le dotaba de cierta energía característica.
— Mamá se comió los dulces que eran para ti — Dante se tapó la boca con un puño y fingió una sonrisa pícara, al tiempo que empequeñecía sus ojos marrones similares a los míos.
— ¡Dante, eso era entre nosotros! — intercedió ella de inmediato, como si estuviera vigilando sus respuestas.
— ¡Hola! — saludé con un acento que pretendía sorpresa, se acercó dándome un fugaz beso y la abracé de forma tierna, enamorado de la suavidad de su piel.
Su estatura media le dotaba de ternura y su cabello rojo cobrizo cuyas puntas llegaba a los hombros, enfatizaba su presencia. Ella era Judith Dentice.
— ¿Te comiste unos chocolates que eran para mí? — fingí estar molesto y ella sonrío con timidez, entrecerrando sus ojos verdes esmeraldas.
— Ni siquiera te gustan los chocolates — defendió entre risa, cobrando de vuelta un nuevo color, a pesar de tener una expresión fatigada. Dante desapareció subiendo los escalones a grandes saltos, era veloz y poco cuidadoso incluso teniendo unas piernas pequeñas.
— ¡Dante, cuidado con los escalones! — Le señalé, pero se había perdido de vista.
— ¿Cómo fue el trabajo? — Nos acercamos a la sala y nos ubicamos frente al sofá de dos plazas.
— Oh, ya sabes. Lo de siempre, sólo pensaba en llegar y dormir, tal vez — Respondí en tono sarcástico al tiempo que me giraba para arrojar mis carpetas al sofá, ella arrugó los labios y emitió un sonido similar al "mmm."
— ¿Cómo fue el tuyo?
— Uh, creo que bien — Su voz sonó apagada de pronto —. He hablado con mamá, dijo que se siente terrible últimamente y teme estar enferma — Dijo y finalmente tomó asiento.
La estudié por unos segundos, podía reconocer lo que su expresión decía de lejos, sin que pudiera decirme una palabra. Su máscara animada se había difuminado para terminar con las cejas abajo y la mirada decaída.
— ¿Hay alguien que pueda quedarse con ella? — Le hablé en voz baja al tiempo que tomé asiento a pocos centímetros suyo.
Había pasado pocos días dentro de casa y casi no hablamos de cómo esto podría afectarle, siempre ha sido alguien con gran fortaleza y su trabajo la había endurecido aún más, pero ésta vez era diferente.
— Quisiera estar ahí, intenté hablar con papá, pero... — respondió con un agobio evidente y su mirada se mantuvo estática en un punto inespecífico.
— Qué infeliz, no puedo creer que mamá lo necesita y no está aquí.
Arrugó la nariz al continuar, parecía hablarse a sí misma.
— ¿Por qué no pides un día libre para ir con ella? — Llevé mi mano sobre la suya acariciándola con el pulgar —. Hazte de tiempo.
Su expresión había cambiado de vuelta y giró la cabeza contemplando mis caricias por unos segundos, su rostro dubitativo no se despejaba de nuestras manos. Sabía que hace tiempo no la acariciaba.
Levantó lentamente la cabeza hasta que nuestras miradas se encontraron, por un instante, me perdí en sus líquidos ojos de esmeralda y la observaba tiritar en medio de la tenue luz que nos acechaba.
— Créeme que quisiera estar con ella, pero lo dudo. Mañana será un día duro dentro del hospital, tengo que atender a más pacientes, hay personas aquí que también necesitan de mi ayuda.
— Pero es tu madre — Le recordé —. Eres la única persona que le queda...
Ladeó la cabeza con suavidad, fingiendo no sentirse abrumada.
— De verdad no necesitamos hablar de esto ahora. Créeme que ni siquiera lo tengo resuelto, cuéntame sobre tu día.
Retiró suavemente su mano, pensé que se negaría a que la acaricie unos segundos, pero mis sospechas se dispersaron cuando la vi entrelazar sus dedos con los míos.
Ella era quien se ausentaba más tiempo en el hogar, a veces las caricias no siempre ocurrían. No podíamos actuar de forma distante frente a Dante, lo dejaba preocupado y se mantenía más cercano a mí, pero sin disminuir su inquietud.
Para mantener la relación estable a pesar de nuestros cambios, realicé una retrospectiva junto a ella, habíamos conversado sobre lo que queremos y lo que somos, nuestra relación había cobrado de pronto, otro camino. Uno más cuidado.
Pero a Dante le afectaba bastante verla a veces muy distante, nos preguntaba si estábamos bien y por qué mamá no estaba contenta.
— Realmente aprecio el cambio que le hiciste al despacho, a veces luego de algunas sesiones ver aquellos colores me quitan la sensación pesada que cargo en el cuerpo.
— ¿En serio? — Levantó las cejas, un poco optimista —. Te dije que ese lugar necesitaba un cambio, era horrible estar ahí dentro, me deprimía de sólo verlo.
Dejé escapar una breve risa.
— ¿Eso crees? — respondí al tiempo que acomodé mi cuerpo de perfil —. De hecho, siempre tuviste más imaginación que yo así que resultaba fácil.
— ¿No dan clases de cómo decorar un despacho en las universidades de psicología? — Preguntó en tono sarcástico al tiempo que exponía sus hermosas dentaduras.
Ambos reímos por unos segundos, tal vez la risa más corta y necesaria después de mucho tiempo. Entonces acomodó su cuerpo al igual que yo lo hice y dejó reposado su codo sobre el respaldo y descansó su cabeza sobre su puño.
Nos mantuvimos en un silencio expectante por unos largos segundos que nunca podrían sentirse como abrumador.
— ¿Qué? — Pregunté de pronto. Procurando indagar en sus pensamientos.
— Nada, es sólo que... — caviló brevemente —. Extrañaba esto. Siento como si hubiéramos estado demasiado tiempo sin hablar o sin reír, que de pronto se siente raro pero agradable.
Me limité a observarla, pero me di cuenta que no iba a continuar hablando.
— Y lo estuvimos. Nos tomó demasiado trabajo volver a estar bien, aunque ahora las razones son diferentes y lo comprendo... Pasas más tiempo en el hospital que casi no te veo descansar cuando llegas.
Ella arrugó el rostro ligeramente, conteniéndose a decir algo tal vez.
— Es una mierda — agregó luego de un suspiro pesado —. Justo en el momento donde comenzamos a estar bien, comienzo a estar bien conmigo misma... Todo vuelve a cambiar y nos distanciamos.
— Cariño...
Me aproximé sin perder más segundo y la rodeé con mis brazos, pegándola a mi cuerpo suavemente. Recorrí mi palma sobre su sedoso pelaje mientras percibía su respiración pesada, de pronto un movimiento en su espalda me advirtió de un llanto.
Se aferró a mi cuerpo con fuerza mientras jadeaba en silencio.
— Estoy aquí, cariño — Le aseguré —. Todo va a estar bien.
Tragó saliva pesadamente, mientras procuraba controlar su respiración en un intento de recomponer su postura.
— Lo siento, es sólo que todo se siente pesado y no sé qué hacer ni cómo actuar.
Levanté su rostro con cuidado, rodeando mis manos con firmeza.
— Está bien, no tienes por qué disculparte. Son tiempos extraños últimamente.
Ella asintió con la cabeza al tiempo que casi se le escapaba una pequeña sonrisa nerviosa, entonces volvió su mirada a mis ojos. Mis latidos bombeaban con intensidad al percatarme de su infinito resplandor incluso viendo sus lágrimas. Acto seguido, unimos nuestros labios en un beso profundo y deseado, una cuya sensación era capaz de detener el tiempo en una cifra de segundos.
Al separarnos sin dibujar demasiada distancia, la contemplé una vez más sin estar satisfecho de ella. Perdido en la infinidad de sus ojos esmeraldas.Ella reposó su cabeza sobre mi pecho, buscando ser resguardada por mis brazos mientras el silencio nos envolvía después de lo que parecía ser, demasiados días de distancia.
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Mañana Perdida - Juego del Caos 1
Teen FictionMañana Perdida gira en torno a Max, un psicólogo que debe lidiar con unas crisis personales que jamás ha experimentado mientras procura sobrevivir en un nuevo y hostil mundo, en compañía de su amigo Robert. ¡AVISO DE CONTENIDO SENSIBLE! La histori...