Capítulo 13.

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No puedo creer lo que está pasando. Han secuestrado a Zayn, y él me ha pedido que no lo busque. Pero no puedo quedarme tranquila, en mi casa, como si no hubiera pasado nada, cuando sé que lo van a torturar para sacarle una información que, sinceramente, dudo que Zayn tenga. Tengo que hacer algo, y no sé qué. Algo me dice que llamar a la policía no serviría de nada, no sé, eso probablemente no haría más que estropear las cosas, y poner en peligro (aún más) la vida de Zayn. ¿Y si pido ayuda a mis amigos? No, esto sería demasiado, los pondría en peligro a ellos también. ¿Mis padres? Tampoco, si les dijera algo de esto me prohibirían salir de casa en lo que me queda de vida. Solo me queda Diego. Pero él es mi hermano mayor, tampoco me dejaría ir a buscar a Zayn, es demasiado arriesgado. Así que supongo que tengo que hacerlo sola. El problema de eso no es que esté asustada, que lo estoy, sino que no sé por dónde empezar.

No puedo esperar más. Me pongo unas botas y abro un cajón donde tengo guardada una navaja (sí, tengo una navaja en mi habitación, es que me la regaló mi abuelo, no soy ninguna rarita paranoica). Bajo las escaleras para salir de casa. Encuentro a mi madre en la entrada, y me mira con cara de sorpresa.

—¿A dónde vas?

—A la biblioteca... me acaba de llamar Sara, tenemos que hacer un trabajo para el miércoles y no hemos empezado, así que...

—¿Quién es Sara? ¿De qué es el trabajo? —interroga mi madre.

—Es una chica que va conmigo a Historia, mamá, he quedado con ella y voy a perder el autobús si sigues haciendo preguntas, me tengo que ir —le doy un beso en la mejilla, y un abrazo, para que se quedase más tranquila, y también para despedirme de ella.

—Vale, llámame si necesitas que vaya a buscarte cuando acabéis.

—Okey, gracias mamá —grito mientras salgo de casa, cierro la puerta a mi espalda y salgo corriendo hacia la parada del bus.

No me gusta mentirle a mi madre, pero no tenía otra opción. Si le hubiera dicho la verdad no me habría dejado salir ni en sueños, así que aparto la culpabilidad de mi mente y la sustituyo por un nerviosismo que no me deja pensar con claridad. ¿Por dónde empiezo a buscar? ¿Por los alrededores del instituto? Quizá encuentre una pista, o algo, Dios, no sé qué hacer. Si la policía no suele encontrar a alguien secuestrado, ¿qué voy a hacer yo?

Llego justo a tiempo para subirme al autobús, e intento ser más positiva. Pago el billete al conductor con la tarjeta del bus, y camino por el pasillo hasta que encuentro dos asientos libres al fondo, y me siento, pegada a la ventanilla. Está bien, iré al instituto, y buscaré, ¿qué? ¿Algo sospechoso? Por Dios, esto no es una película, no habrá nada. Pero tengo que mirar. Ah, en el instituto hay tres cámaras de seguridad que enfocan a las puertas de entrada y salida, a lo mejor los conserjes podrían dejarme mirar las grabaciones... ¿no? Eso suponiendo que haya alguien en el instituto a estas horas, que lo dudo. Bueno, al menos ya tengo algo que hacer. Me centro en mi recién trazado plan y de pronto recuerdo la voz de Zayn a través del móvil. Él no quería que me metiera en problemas, dijo que no se lo perdonaría nunca si me pasara algo. Pero también dijo que iban a matarlo. No puedo ni siquiera pensar en esa posibilidad. Dijo que me quería. Me quiere. Solo de pensarlo, siento una presión muy fuerte en el pecho, como si fuera a explotar, y me pican los ojos. No voy a llorar, no soy una niña. Voy a demostrarle a Zayn que puedo hacerlo. Tengo que mostrale que no he hecho lo que me pidió por una razón: no voy a dejar que lo maten. Desconozco el motivo, pero no podría abandonarle aunque quisiera, y yo soy la única que puede ayudarle.

Reconozco mi parada y me dirijo hacia la puerta para salir cuando el vehículo frena. Meto las manos en los bolsillos de mi pantalón y comienzo a andar alrededor del instituto, sin saber muy bien hacia dónde, mirando a todas partes (probablemente la gente piense que soy rara, pero ahora mismo me da igual), buscando algo.

Paso media hora sin encontrar absolutamente nada. Ninguna marca de un derrape de un coche en la carretera que pudiera indicar que alguien estaba intentando alejarse rápidamente de aquí. Ninguna mancha de sangre en la acera. Ni la cartera de Zayn, ni nada que se le hubiera podido caer sl suelo.

Entonces, medio desesperada, me acerco al instituto y llamo al timbre. Espero un poco, pero nadie responde a través del telefonillo o abre la puerta, así que vuelvo a llamar. Nada. Un tercer timbrazo, y lo mismo. Empiezo a andar hacia la parte trasera del edificio, donde sé que no hay cámaras, y trepo por la valla de metal. Cuando llego arriba del todo (unos dos metros y medio), salto al otro lado, y así es como consigo colarme en el patio. Suelto una risita nerviosa; es la primera vez que lo hago pero casi parezco profesional.

Me acerco a una de las puertas del interior e intento abrirla pero, aunque probablemente no esté cerrada con llave, solo se puede abrir desde dentro; por fuera no hay pomo. Así que me dirijo a la otra puerta con más disimulo, porque esa puerta se ve desde la calle; cualquiera podría ver que me he colado en el instituto, y eso me metería en más problemas de los que ya tengo. Esta sí que tiene pomo por fuera, así que lo agarro fuerte e intento abrir, pero está cerrada con llave. Mierda. Entonces me acuerdo de algo que Samuel me dijo una vez: con una tarjeta puedes abrir puertas. Solo tienes que meterla a través de la ranura e intentar mover el cierre. El problema es que no tengo una tarjeta. ¿O sí? Meto la mano en mis bolsillos y saco todo su contenido: mi móvil, tres monedas, la navaja, un chicle y, sí, la tarjeta del bus. Doy gracias mentalmente a Samuel y a Dios y me acerco de nuevo a la primera puerta, poniendo en práctica el truco de mi amigo, y rezando para que funcione. Después de cinco minutos moviendo mi muñeca arriba y abajo en la ranura de la puerta, por fin cede, y se abre con un chasquido.

—¡Sí! —grito, sin poder contenerme por la emoción, los nervios, y otro montón de sensaciones que tengo ahora mismo repartidas por todo mi cuerpo.

Cierro la puerta a mi espalda. Todo está a oscuras, por lo que enciendo la linterna de mi móvil y avanzo hacia el despacho de los conserjes, donde, entre fotocopiadoras y máquinas de café, está mi objetivo: los vídeos de las cámaras de seguridad.

Conozco este instituto como la palma de mi mano (he pasado aquí los últimos seis largos años), así que no me cuesta nada llegar a mi destino. Enciendo la luz de la sala y me siento en la silla frente al ordenador que controla la seguridad del centro. Muevo el ratón y la pantalla se ilumina mostrando tres imágenes distintas de la calle. Enseguida descubro cómo acceder a las grabaciones de esta mañana. No es difícil; supongo que el programa de vigilancia ha sido diseñado para que los vejestorios que trabajan aquí sepan usarlo sin muchos problemas.

Se llevaron a Zayn entre la una y media y las dos y media de la tarde, eso reduce la cantidad de vídeo que tengo que comprobar. Lo pongo a partir de la una y veinticinco, y lo acelero un poco, porque no tengo toda la tarde. Enseguida me veo a mí misma llegando tarde al examen, con Zayn, y sonrío con tristeza. Espera. Ahí hay un tío vestido todo de negro, detrás de nosotros. Sí, me había llamado la atención que fuera vestido todo de negro; incluso gafas de sol, un día nublado. Me había llamado la atención cuando lo había visto mientras nos dirigíamos hacia el río. ¿Y qué hacía ahí, en el instituto, detrás de nosotros? ¿Acaso nos había seguido, sin que nos dieramos cuenta? A lo mejor me estoy volviendo paranoica, pero el río y el instituto no están precisamente cerca, no puede ser casualidad. Yo desaparezco de la imagen cuando entro en el instituto, y Zayn se queda ahí un poco, como atontado mirando la puerta que he cruzado, sonriendo un poco. Después camina fuera de la imagen, y el hombre de las gafas de sol lo sigue, primero con la mirada y después, literalmente, por lo que los pierdo de vista a ambos. Vuelvo a ver las imágenes y las grabo con el móvil, por si eso pudiera servirme de algo más adelante, y salgo del instituto disimuladamente, y con un poco de satisfacción personal por haber sido capaz de colarme en un edificio con cámaras y haber descubierto algo.

Camino hacia una calle poco transitada para sentarme en un banco y pensar algo más que pueda hacer. Ya se ha hecho de noche, tengo que darme prisa, a Zayn no le queda mucho tiempo.

Amnesia. [Zayn Malik]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora