Capítulo 2.

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El chico lleva unos pantalones estrechos de color negro, una camiseta blanca sin mangas y una cazadora de cuero que no tarda en ponerse, ya que hace mucho frío. Se cruza de brazos para intentar entrar en calor y mira hacia todas partes lentamente, como si no supiera dónde está.

Por algún motivo que desconozco, siento el impulso de salir a la calle en ese momento, así que abro la puerta de casa y me siento en las escaleras que hay desde la puerta hasta la carretera. Miro al chico que sigue en mitad de la calle; él no parece haberse dado cuenta de que estoy ahí. Comienza a caminar despacio, cada vez más encogido; mi pueblo es famoso por ser el más frío del país.

–Ey – no sé exactamente en qué momento me he puesto de pie y he llamado al chico, pero lo he hecho. – ¿Estás bien? – él arquea las cejas, y por su expresión deduzco que no está seguro de lo que va a responder.

–Pues... – se muerde el labio – ...la verdad es que no lo sé. ¿Dónde estoy?

Yo le respondo un poco extrañada, ¿cómo es posible que esté tan desorientado?

–¿Cómo has... llegado hasta aquí? – le pregunto, espero que no piense que soy una cotilla. El joven se gira hacia la furgoneta de la que lo he visto bajarse.

–Yo... no lo sé, me he despertado hace poco ahí dentro y he salido a la calle. No recuerdo nada más.

–Vaya... – digo sorprendida. Enseguida me pongo a pensar en lo que le espera a ese pobre chico si se queda a dormir en la calle. –Oye, no quiero meterme donde no me llaman pero ¿dónde vas a dormir? ¿Tienes las llaves de la furgoneta?

El chico se encogió de hombros.

–No tengo las llaves, cuando he cerrado la puerta se ha bloqueado y ya no puedo volver a entrar – dice bajando la mirada, pensativo.

–Esto... bueno, yo... si quieres puedes quedarte en mi casa, tenemos una habitación de sobra – digo con una media sonrisa. Me estoy quedando helada.

–Muchas gracias, de verdad, pero no quiero ser una molestia. – responde él con indecisión.

–Vamos, a mis padres no les va a importar, y no puedes dormir en la calle con este frío; además, podrían atracarte – le digo, y después sonrío. –Venga. Aunque sea quédate hasta que recuperes el calor, yo estoy congelada.

El chico sonríe agradecido.

–Soy Zayn.

–Yo Claudia – respondo, y subo las escaleras hasta mi casa con Zayn.

Entramos y Zayn se queda esperando a decirme algo tímidamente.

–Claudia, ¿no será mejor que le preguntes a tus padres si puedo quedarme? No quiero que te metas en líos por mi culpa.

–Está bien, pero seguro que están de acuerdo. Esperame un segundo; estás en tu casa – digo sonriendo. El chico me sonríe de vuelta.

Subo corriendo las escaleras hasta el piso de arriba, donde se encuentra mi madre.

–Claudia, ¿qué haces aquí? No has estudiado ni 20 minutos, y...

–Espera – le corto en mitad de la frase – es que hay un chico abajo que ummm... necesita quedarse a dormir. Yo le he invitado – mi madre se queda parada con cara de sorpresa. –Tranquila, parece un buen chico, y no tiene donde dormir, y con el frío que hace...

–Está bien – suspira mi madre. –Voy a preparar la cama en la esa habitación – dice señalando el cuarto desocupado. –Vamos, ve con él – dice, haciendo un gesto para que me de prisa.

Bajo las escaleras y cruzo el salón hasta la entrada, donde sigue de pie Zayn, sin haberse movido desde que me fui. Sonrío y tiro suavemente de su brazo para que venga conmigo.

–Puedes quedarte oficialmente – digo mientras le guío hasta el piso de arriba. –Esta es mi madre, Ana – la mujer se acerca a nosotros. –Mamá, este es Zayn.

–Hola, encantada – dice Ana.

–Muchísimas gracias por dejar que me quede, de verdad - reponde el joven.

–No hay de qué – dice mi madre. –Claudia, enseñale la casa y esas cosas – asiento. –Si necesitas algo, solo dinoslo – comenta dirigiéndose a Zayn. El chico asiente agradecido.

–Ven – digo. Cruzo el pasillo y entro en la habitación que mi madre ha preparado para Zayn. –Esta es tu cama ¿te parece bien? – pregunto. –Voy a buscarte algo de ropa y un pijama a la habitación de mi hermano.

Enseguida vuelvo cargada con un montón de camisetas y pantalones de Diego. Lo dejo todo en la mesa del escritorio y me dirijo a Zayn.

–¿Listo para que te enseñe la casa? – Zayn se ríe, y ante este gesto yo me quedo un poco antontada. Ya me había dado cuenta de que era guapo, pero resulta que riéndose lo era todavía más. Salgo de mis pensamientos cuando el chico responde.

–Claro que sí.

Amnesia. [Zayn Malik]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora