Capítulo 14.

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Saco mi móvil del bolsillo y vuelvo a ver las imágenes que he grabado, para intentar descubrir algo que se me haya pasado por alto antes. Nada. Me desplomo en el banco en el que estoy sentada y miro al cielo, esperando que se me ocurra algo. Veo una gasolinera a mi derecha y una tienda de neumáticos a mi izquierda. Me pongo de pie de un salto y corro hacia la gasolinera. En todos los establecimientos de ese tipo hay cámaras de seguridad, ¿cómo no se me habría ocurrido antes? Además, ahora que soy prácticamente una hacker, no será muy difícil acceder a ellas.

Llego a la gasolinera y entro en el pequeño local donde el dependiente (un chico de unos 20 años, que parece estar muy aburrido) cobra a los clientes. Suena una campanilla cuando abro la puerta. Por lo que veo también venden chucherías y alcohol. No me ha dado tiempo a pensar una excusa, así que improviso.

—Esto... hola —digo, mordiéndome el labio, intentando poner cara de niñita inocente (suele funcionar para conseguir lo que quiero, ¿no?).

—Hola. ¿En qué puedo ayudarte? —me pregunta el chico, mirándome de arriba a abajo con curiosidad.

—Yo... es que... llevo un par de horas buscando a mi perro; esta mañana lo estaba paseando y se me ha escapado, y me preguntaba si tú lo habrías visto por aquí; es muy grande, blanco, con un collar rojo...

—Mmmm... pues me parece que no, lo siento —dice el joven, por su cara deduzco que realmente se ha creído mi mentira. Aunque parece que le gustaría ayudarme, no le veo por la labor de dejarme mirar en las cámaras, así que dejo escapar una lágrima y un sollozo, y me tapo la cara con las manos.

—Pffffff— resoplo— no sé qué hacer, como le haya pasado algo o alguien se lo haya llevado... Ay, perdón —digo, fingiendo estar avergonzada por llorar—. Gracias de todas formas, has sido muy amable —el chico mira a su alrededor y se muerde el labio, y yo vuelvo a lloriquear.

—Espera... a ver, yo no debería, pero si quieres podemos mirar las grabaciones de las cámaras de esta mañana... —dice el chico.

—¿De verdad? No quiero que te metas en problemas por mi culpa... —esto de hacerme la víctima no se me da nada mal.

—Tranquila, no van a pillarme, no creo que mi jefe se pase por aquí hoy —sonríe el chico, haciendo un gesto para que lo siga a través de una cortina que está detrás del mostrador.

—Muchas gracias, en serio —digo, y entonces me siento mal por haber mentido (por segunda vez hoy).

—No hay de qué —dice, sentándose en una silla en frente del ordenador que hay en la sala en la que hemos entrado. Está bastante oscuro, es como un pequeño almacén, hace frío. Solo hay estanterías llenas de productos, dos sillas y el ordenador. El chico da unas palmaditas en la otra silla para que me siente junto a él, y yo lo hago—. ¿Cómo te llamas?

—Claudia, ¿tú?

—Nick, encantado —yo le sonrío—. ¿A qué hora desapareció tu perro, más o menos?

—Entre la una y media y las dos y media, creo —el chico busca el vídeo y enseguida lo encuentra.

—Aquí está. Mmmmm... —dice, mientras ambos miramos la grabación con interés—. Ahí hay un perro, ¿es el tuyo?

—No, no, Toby es más grande —miento. En ese momento suena la campanilla de la puerta, así que Nick se pone de pie para ir a atender al cliente que acaba de entrar.

—Enseguida vuelvo —me dice, sonriendo. Yo asiento y le devuelvo la sonrisa.

En cuanto me quedo sola, toco un botón para acelerar un poco la velocidad de las imágenes y saco mi móvil para grabarlas. Entonces veo al hombre de antes, el de las gafas de sol, llenando el depósito de su furgoneta negra. No puede ser. El vehículo tiene un cristal roto. Las imágenes de Zayn golpeándolo con el puño vienen a mi mente. Es la furgoneta en la que encontré a Zayn, la que estaba aparcada enfrente de mi casa. Sigo mirando la grabación y veo al hombre entrar a pagar al local. Pincho con el ratón del ordenador en otra cámara, la que graba el interior del local para ver al hombre más de cerca mientras paga el importe de la gasolina. Subo un poco el volumen del ordenador, y al principio solo oigo una canción que estaba sonando en el momento de la grabación, pero después distingo la amable voz de Nick y... Sí. Es él. Es el hombre con el que hablé por teléfono. Venga ya, ¿solo hay un hombre trabajando para esa supuesta organización que ha secuestrado a Zayn? ¿Un sólo hombre que sigue, vigila, secuestra, y hasta paga la gasolina? ¿Acaso no tienen dinero para contratar a nadie más?

—Pfffff —resoplo ante la idea de que sean unos secuestradores pobres y cutres. No puede ser tan difícil encontralos entonces.

Escucho la conversación de Nick con el hombre. Ha rellenado el depósito con muchos litros, así que Nick le pregunta amablemente si va muy lejos. El hombre responde que no mucho, pero que trabaja en el polígono industrial de la ciudad, y que gasta mucha gasolina en ir y venir todos los días. Nick asiente cortésmente y hace algún comentario simpático que no escucho. ¿Y si el hombre dice la verdad? Quiero decir, a lo mejor simplemente se ha inventado lo del polígono para no ser desagradable con Nick y no tener que dar muchas explicaciones, pero puede que fuera verdad.

Vuelvo a pinchar en la cámara que enfoca a la calle cuando oigo a Nick cruzar la cortina para volver conmigo.

—¿Has encontrado algo? —me pregunta.

—Sí, bueno, he visto a mi perro, y el hombre de esta furgoneta —señalo el vehículo negro— lo ha estado acariciando. Por eso he parado aquí la imagen, estoy intentando ver si se ha llevado a Toby.

—¿Tú crees? —pregunta Nick. Debe pensar que tengo algún problema en la cabeza.

—A ver, no es que crea que la gente va secuestrando perros por la vida, pero no sé, es que no encuentro a Toby por ninguna parte, y ya no sé qué pensar —Nick suelta una risita, y yo me río con él.

—Está bien, lo entiendo —dice—. De todas formas, si pinchas aquí... y aquí... y luego le das aquí —dice, tocando un montón de botones—, puedes ampliar la imagen un poco.

—Vaya, se te da bien esto —digo sinceramente, y el chico sonríe con orgullo. Miro con atención la imagen de la furgoneta en la pantalla, y distingo a tres personas dentro (a través de la luna del coche, porque el resto de cristales están tintados). Nick para la imagen y entonces lo veo. Zayn está sentado en medio, entre dos hombres aparentemente bastante corpulentos. Si no supiera que está inconsciente, diría que está dormido, pero eso es imposible. Apunto mentalmente la matrícula y la memorizo. Nick me saca de mis pensamientos.

—Pues ahí no está —dice.

—Bueno, muchísimas gracias de todas formas, Nick —digo, poniéndome de pie.

—No hay de qué —responde, y me acompaña fuera de la sala, hasta el local abierto al público.

Saco un billete de veinte euros de mi bota (si, suelo guardar ahí los billetes) y cojo tres barritas de cereales y una botella de agua de la estantería. Dejo el billete en la mesa, y Nick me da una bolsa de plástico para que meta mi compra, y un papelito en el que está escrito su número de teléfono. Se dispone a darme el cambio del billete, pero lo detengo.

—No, quédate el cambio —digo, sonriendo—. Y gracias otra vez.

—Espero que encuentres a tu perro —dice, levantando la mano para despedirse cuando salgo de la tienda.

Bueno, ahora ya sé a dónde tengo que ir.

Amnesia. [Zayn Malik]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora