Capítulo 34.

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Han pasado casi dos meses desde que ocurrió todo, el secuestro, el rescate, el violador que entró en mi casa... todo.

Pasamos cinco días en la casa de mi abuela, y después la policía nos dejó volver a nuestra vivienda. Casi todo el papeleo del juicio y eso está solucionado.

Zayn sigue viviendo con nosotros, lo cual es genial. Sus heridas han mejorado mucho. Creo que cada día lo quiero más, si es que eso es posible. Por las noches, cuando alguna pesadilla me despierta, voy a su habitación. Si es él quien no puede dormir, viene a mi cama. Supongo que algún día mis padres se darán cuenta, pero merece la pena correr el riesgo.

He tenido que volver al instituto (muy a mi pesar, me estaba acostumbrando a las vacaciones), y allí la gente me mira raro cuando voy por los pasillos. Saben parte de la historia, pero no pienso contar todo lo que ha pasado solo para satisfacer su curiosidad.

Ed no me habla, aunque tampoco es que yo lo hable a él. Ni que decir tiene que Paula tampoco. Sam está enfadado con ellos por su comportamiento hacia mí. Eli ha sido una gran ayuda para mí estos meses.

Zayn ha empezado a trabajar por las mañanas en un taller mecánico que hay cerca de mi instituto; resulta que se le dan muy bien esas cosas. Viene a verme en la hora del recreo, que coincide con su descanso, aunque ahora mismo su jefe está de vacaciones, así que las próximas tres semanas Zayn no tiene que trabajar.

Sólo me queda un examen para terminar el segundo trimestre, y después seré libre (al menos un par de semanas). Ese examen es mañana, así que tengo que pasarme la tarde estudiando, porque casi no he empezado, cosa de la que me arrepiento, como siempre.
Me siento en una silla en la cocina, abro el libro de Matemáticas y saco la calculadora de mi mochila para empezar a hacer ejercicios. Toda mi vida me ha resultado más dificil esta asignatura que cualquiera de las demás, pero últimamente estoy mejorando mucho, y eso que este es el curso más difícil.
Cuando llevo un rato resolviendo problemas me levanto a estirar las piernas. Me acerco a la ventana y sonrío. Era exactamente esto lo que estaba haciendo cuando lo vi aquél día por primera vez. Había una furgoneta aparcada enfrente, justo ahí, y él se bajó de ella.

Mi madre entra en la cocina.

-Claudia, venga, ponte a estudiar, que ya te queda poco.

Suspiro. Es verdad, cuanto antes acabe los ejercicios, antes podré irme a hacer otra cosa. Y esa cosa probablemente sea subir al ático a darle unos puñetazos al saco de boxeo, porque necesito descargar el estrés de los exámenes.

Un par de horas después termino y cierro el libro, cansada. Solo son las siete de la tarde, así que tengo tiempo de sobra. Guardo todo el material escolar que hay por la mesa y subo corriendo las escaleras hasta el segundo piso, y después despliego la escalera del ático intentando no hacer mucho ruido. Veo a Zayn en el fondo de la habitación golpeando el saco. Dios mío, no lleva camiseta. Lleva los auriculares puestos, el cable de éstos sale del bolsillo de su pantalón. Me quedo observándolo. Cada vez que lanza un puñetazo veo cómo se tensan todos sus músculos. Debería grabar este momento con el móvil para poder pasarme el resto de mi vida con ese vídeo en replay.
Zayn me veo por el rabillo del ojo y se gira hacia mí sonriendo. Se quita los auriculares para hablarme.

-Así que me estabas mirando, ¿eh? -alza las cejas unas cuantas veces.

-Qué va -respondo sarcástica. Él se ríe.

-Estás en tu derecho, que para eso eres mi novia -se acerca a mi para besarme. Qué bien suena cuando dice eso-. ¿Has venido a entrenar?

-Sí.

-¿Te hace un combate o estás cansada?

-Nunca estoy lo suficientemente cansada como para decirte que no -sonrío mientras me separo de él para coger unos guantes y ponérmelos.

-Vale, pero no voy a tener piedad -se dirige hacia la zona acolchada del suelo, donde está colgado el saco.

-Siempre dices eso -me río. Me agacho para sacar mi móvil del bolsillo y dejarlo en el suelo, y veo el graffiti que Zayn hizo en la pared. No sé cuántas horas he podido pasar contemplándolo desde que lo terminó, un par de días después de volver a casa. Es genial. Es precioso. Y es sólo mío.

-¿Vienes o qué? -pregunta Zayn lanzando un guante de boxeo en mi dirección. Lo esquivo por poco y avanzo hacia él dando saltitos con una sonrisa.

-Espera, tengo que calentar -digo golpeando sin mucha fuerza el saco.

-Pensaba que ya habías calentado mirándome a mí -dice Zayn para que me ponga roja, que es lo que siempre me pasa cuando hace comentarios de ese tipo.

-Casi no me ha dado tiempo, ¿sabes? -respondo. Él vuelve a reírse.

Empezamos el combate, pero me siento bastante torpe hoy.

-¿Qué pasa? -me pregunta Zayn al darse cuenta. Ya me ha alcanzado con los puños en el estómago un par de veces, aunque tiene cuidado de no darme muy fuerte.

-Que así no puedo -me cruzo de brazos, y él levanta una ceja, sin saber a qué me refiero-. Necesito que te pongas una camiseta.

Veo la sorpresa reflejada en su rostro. Parece que no se esperaba que dijera eso.

-¿Por qué?

-Porque me distraes -digo. Se forma una sonrisa lentamente en su cara.

-¿En serio? Sabes, yo lo decía para vacilarte, no pensé que yo te distrajera -suelta una carcajada y yo no puedo evitar sonreír-. Aunque ahora que ya sé tu punto débil, solo tengo que quitarme la camiseta para ganarte siempre que quiera.

-Eso es jugar sucio -respondo-. Venga, póntela -digo intentando sonar seria.

-No -dice Zayn riéndose.

-¡Zayn! ¿Que te parecería si yo tambien fuera medio desnuda?

-Me parece una buena idea, probablemente la mejor que has tenido en toda tu vida.

Vale, supongo que no he elegido un buen argumento.

-Es que no tengo ninguna aquí, y no tengo ganas de bajar ahora a por una -dice, haciendo un puchero.

-Está bien. Pero entonces mejor no seguimos, porque no me voy a concentrar contigo enfrente -él sonríe.

-¿Qué hacemos? ¿Solo entrenar? -pregunta. Me encojo de hombros y después asiento-. ¿Tú primero?

-Como quieras -respondo, y él asiente.

Camina hacia una esquina del ático y coge unas manoplas que sirven para dar puñetazos en ellas, y se las pone. Se acerca a mí con las manos en guardia y yo me pongo en la misma posición, lista para atacar cuando se mueva. Paso un buen rato dando puñetazos y esquivando sus golpes, y después le llega su turno a Zayn. Se tumba en un viejo colchón que tiene unos cuarenta centímetros de alto, de forma que tiene todo el cuerpo sobre el colchón y las rodillas dobladas al borde de éste, con los pies en el suelo.

-¿En serio tienes fuerzas para eso? ¿Ahora? -murmuro. Todavía estoy intentando recuperarme y respirar con normalidad. Él asiente. Me pongo de pie enfrente de él con las manos en alto. Yo odio hacer ese ejercicio; tienes que hacer un abdominal, después levantarte (sin usar las manos, claro) y golpear con los puños en las manoplas, después vuelves a empezar. Casi siempre estoy demasiado cansada como para hacer más de diez abdominales de esos. Es horrible.

Miro a Zayn mientras realiza el ejercicio, veo todos sus músculos de cerca. Gotas de sudor empiezan a resbalar por todo su cuerpo e intento apartar la mirada de él, pero me resulta imposible. Debería estar en un museo o algo así.

Sin dejar de mirarlo pienso en su reacción de antes. Se ha sorprendido cuando le he dicho que estaba distraída por su culpa. Supongo que toda esa seguridad y confianza en sí mismo que aparenta a veces es sólo una fachada. Pero simplemente no puedo creer que alguien como él sea inseguro. Quiero decir, es perfecto.

Amnesia. [Zayn Malik]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora