Capítulo 22

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Las semanas transcurrieron con normalidad.

Bueno, a lo que pretendo llamar normalidad cuando tengo viviendo conmigo a un hombre súper sexy y desagradable que no es mi novio.

Eso y el hecho de que Gustave Wallace tiene 19 días desaparecido.

19 días.

Nadie sabe nada de él, ni yo, ni sus padres, ni sus empleados, ni la prensa...

Es como si se hubiese esfumado.

Trataba de no pensar demasiado en eso, sólo me enfocaba en mi trabajo.

La mañana tras la conversación con Thomas York decidí que iba a enfocarme en mi trabajo y sólo en mi trabajo. Nada de Gustave, nada de Lucas, nada de enamorarme de Tom. Nada de hombres.

Visitaba a mi mamá cada semana y me sentía bien en su presencia, ella cuidaba de mí y hacíamos galletas mientras hablábamos de la parte linda del pasado.

Casi no pensaba en nada molesto.

Lucas se había conformado con mi amistad, sólo veíamos películas de vez en cuando y hablábamos del trabajo... Nos besábamos a veces, pero eso sólo para el fotógrafo de mi hermano o cuando hacía falta liberar estrés.

Besitos para reforzar la amistad.

Cada día pensé en Gustave, en los años trabajando juntos, en los momentos compartidos...

Sé que con él jamás pudiese tener lo que ahora con Lucas, porque no nos hubiésemos controlado. La conexión con Gustave, pese a lo estúpido que puede ser él, siempre fluía, nos mantenía unidos, flotando alrededor del otro; no estábamos distanciados ni siquiera en los momentos más fríos.

Qué pensamientos tan extraños los míos.

Recuerdo un momento que Tom quiso convencerme de que cubriera la noticia, pero no lo haría, no me acercaría a su familia por explicaciones, no quería explicaciones y de quererlas nunca lo admitiría, menos las buscaría.

La semana pasada sus padres anunciaron que estaba en un viaje a una isla privada, que decidió no dar más explicaciones.

-Ese cuento no me lo como-Dijo Tom, jugando con su comida a través de los palillos, si algo había aprendido de él era que su éxito se basaba en que aquella historia que decidía perseguir la llevaba como un perro lleva un hueso-. Voy a investigar, aquello que me has dicho sobre su personalidad y la forma abrupta en que no se supo nada más de él... algo no encaja.

-Bueno, sólo quiero que tengas presente que...

-No quieres saber nada de Gustave Wallace, vale, vale.-Completó él mi pensamiento tras interrumpirme.

Al día siguiente me enteré de que Thomas York había entrevistado a los padres de Gustave y que, efectivamente, algo andaba mal. Según su descripción, se encontraban nerviosos en la entrevista, cerrados a cualquier pregunta.

¿Con quién fue?

Nada.

¿Cómo se fue?

Nada.

¿A dónde, específicamente, se fue?

Nada.

¿Por qué se fue?

Y, de nuevo, un rotundo silencio que le sugiría a cualquiera que algo no andaba bien. Luego estaba el abogado de la familia haciéndole firmar a Thomas un papel que dejaba claro que no publicaría nada.

De cualquier forma, no habían suficientes palabras para ningún artículo.

Con eso ya transcurrirían 20 días sin saber de su paradero, pero nadie estaba realmente preocupado, su puesto estaba siendo reemplazado temporalmente por su padre y no había nadie que lo extrañara.

Les comento que Lucas estaba extrañamente reacio a saber nada al respecto, ese nombre no era bienvenido a sus oídos.

Un día, como cualquier otro, lo invité a la cama a ver una película en Netflix. Y allí estábamos, viendo y comentando una película tan mala como la mayoría, abrazados y riendo. Él en ocasiones acariciaba mi cabello y yo acariciaba su pecho.

La película terminó, porque eso hacen las películas, los libros, las relaciones... Todo termina, para bien o para mal.

—Creo que te amo, ¿sabes? Y probablemente siempre voy a hacerlo.

Cruzamos miradas, mis ojos no tenían gran ánimo de nada, sólo de observar sus ojos verdes.

—Como amigo—le recordé.

—Más que eso.

¿Pero saben qué? Ya es hora de cerrar ciclos, no voy a volver con mi ex.

—Eso no va a terminar bien.

Él sonrió con debilidad, acercando sus labios a los míos, de modo que logré sentir su aliento.

—Tengo la certeza de que muchas cosas van a terminar mal para mí, al menos cumple mi deseo de estar contigo hasta que esta farsa haya terminado.

Sin más, me besó con ternura y timidez.

—Déjame amarte, al menos un poco.

Posé mis brazos alrededor de su cuello y continué besándolo con la misma timidez, como si fuésemos dos adolescentes terminando una cita de graduación al baile.

Así que, con cuidado, seguimos besándonos y recorriendo las pieles ajenas.

En ese momento escuchamos un sonido extraño.

Golpes desesperados a la puerta del departamento. Al ser Lucas la cara que reciba, los ojos que me habían buscado con ilusión ahora habían perdido brillo, decepcionados.

Era Gustave y estaba lleno de sangre, todo su rostro cubierto de sangre propia.

Casi me muero.

Mi JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora