Capítulo 13

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- Gaccio -pronuncié su nombre, con sabor a tierra en las letras.

-Espero tu respuesta, preciosa.

-Estoy segura de que ya sabes quién es él, hasta de qué lado duerme en la cama o qué come en las meriendas.

-Esa es mi chica. -Felicitó con una sonrisa torcida en los labios - Y debo decir que eres muy ambiciosa con los hombres. Qué difícil debe ser flechar al prestigioso Gustave Wallace.

-No lo "fleché".

-Su registro telefónico no dice lo mismo. Ha llamado muchas veces y ahora visita a tu ammá.

-Nuestra ammá, Gaccio, acuérdate.

-En fin, sólo hay un problema.

-Supongo que quieres que te pregunte cuál es o que me interese un poco tu respuesta.

-No te quiero con él, Julie.

No es por mala educación ni nada, pero me divirtió la idea de que el imbécil de mi hermano me prohibiera algo, así que naturalmente, cuando algo me parece gracioso, lo único que puedo hacer es reír.

- ¿Qué? -su voz chillona se profundizó en seriedad. Y se tornó un poco más oscura.

- ¿No sabes que no debes interrumpir a una persona cuando se ríe?

- Puedo hacer que desaparezca.

-No. No puedes.

- Pruébame.

-Le debes lealtad a su primo, porque es tu abogado. Entonces todo el apellido Wallace está intacto.

Gaccio contaba con que yo no sabía eso, así que quedó estático. El miedo siempre fue su arma más poderosa, y esa superaba con creces la producción de los otros tipos de armas que le daba al mercado, en este momento no le estaba funcionando.

Y a eso se dedicaba mi hermano, a la producción de armas.

Gaccio Kiells estaba tan loco como uno salido del manicomio, y era tan inteligente como lunático.

- No voy a cumplir siempre todos tus caprichos.

- ¡¿Caprichos?! -gritó enfurecido, pues la palabra capricho era para él como el "gallina" de Martin McFly de Volver al Futuro, su tic nervioso comenzó a bailar, pero trató de respirar y calmarse- Quiero protegerte.

-Deja de mentir.

-Proteger y controlar son palabras que se separan por un pequeño hilo que hasta el viento puede cortar, ¿entiendes?

- ¿Cuál. Es. Tu. Punto?

- Quiero a esa mugrosa muerta, muy sola cuando muera. Y a ese magnate muy lejos de ti.

- No voy a...

Gaccio me tapó la boca, e introdujo uno de sus dedos cubiertos de hule entre mis dientes. Sabía que iba a decir 'capricho' en algún punto.

- Si vuelves a usar esa palabra yo puedo conseguir otro abogado, y tú puedes conseguir otro novio, ¿comprendes?

No soportaba el asco que me produjo tener su dedo entre mis dientes, y su agitada respiración palpándome la oreja. Era repulsivo, tanto que pude haber vomitado. Sólo para librarme de ello, asentí repetidas veces.

- Jo, muy bien. Ahora, creo que...

Ya conocía el truco para convencerlo de algo,  sonreír y hacerlo sentir especial.

-Tengo prisa por volver, hermanito.

-No. Yo creo que no la tienes. La verdad creo que deberías tomarte un té conmigo, Cristán lo traerá.

Todos sus "servidores", como él los llamaba, debían caminar en cuatro extremidades, como perros, y llevar también unos collares. Esa era una de sus excentricidades preferidas. Todo lo que sea humillante le gusta.

- Sé que te están esperando, Julie, pero tranquila, me encargaré de que tus invitados estén a salvo cuando sea el momento.

- ¿Cuándo sea el momento?

- Pues en algún momento se quedarán solos, se preocuparán y yo me encargaré de que no te busquen como locos y hagan una estupidez. ¿Buen plan?

- Suficiente para mí.

- ¿Ves? Te hice feliz - con delicadeza, sirvió dos tazas de té y sonrió sobre la marcha. Luego me observó fijamente, con atención -. Hace mucho que tú y yo no nos sentamos a charlar así, ¿cierto?

- Debe haber alguna razón.

-Me odias, hermanita, esa es la razón.

- No te odio, Gaccio -mentí.

- Lo intentas... En fin, quiero hacer un comentario desagradable.

《No sabía que hicieras uno que no lo fuera》

- Y la cosa es que no sé qué voy a hacer con el negocio.

- Estás algo joven para retirarte.

- No voy a retirarme. Hablo del probable caso en que muera o me maten, no importa el tiempo, la cosa es que va a pasar y cuando me vaya mi heredero debe ser experto en el negocio.

- ¿Entonces, vas a adiestrar a Cristán?

Cristán era el chico rubio que vi en un principio, nuevo en oficio, ahora con un collar de perro y caminando en cuatro patas.
Gaccio le acarició el cabello.

- Un perro lo haría mejor -me observó de nuevo-. Además, somos italianos, todo queda entre familia, como en El Padrino.

- No voy a heredar nada tuyo.

- Tenía que intentarlo al menos.

- ¿Algo más?

- Mmm, la verdad que no. O bueno, sí. Mejor no.

- Decídete.

- Vete a casa, continuaremos la conversación cuando encuentre las palabras correctas. Prego.

Prego/De nada

- Adiós, Giacomo.

- Toma buenas decisiones y sangra en el cumplimiento.

《Toma buenas decisiones, y sangra en el cumplimiento.》Ese es el credo.

Mi JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora