Capítulo 23

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Moribundo, su cabello lleno de sudor y cuágulos de sangre, no podía sostenerse en sus piernas y temblaba, como si la temperatura fuera demasiado baja para su cuerpo, o lo hubiesen bañado con agua helada.

Pero lo que más me llamó la atención fue su vestimenta.

— ¿Eso es una camisa de fuerza? —Preguntó Lucas, cuando entró a la sala de estar, en un tono irritado que trataba de esconder su sorpresa.

Porque, honestamente, ¿cuántas probabilidades hay de que tu ex aparezca en la puerta lleno de sangre?

Y sin embargo ahí estábamos.

Algo llamó mi atención, en la mirada de Gustave, parecía un perrito herido que tenía miedo de la humanidad, sobre todo mientras seguía luchando por quitarse la camisa de fuerza en el suelo, ya que no podía levantar sus piernas ni apoyarse en sus rodillas.

Poco a poco fuí intentando quitársela al tiempo que él se desesperaba por protección. Evidentemente estaba traumatizado.

Y luego vio a Lucas aquí, en mi departamento.

Frunció el ceño, Lucas levantó la ceja.

—Hay que llevarlo a un hospital.

Pero Gustave corrió a esconderse debajo del sofá, con las mangas largas de la camisa de fuerza liberadas pero aún encerrado en la misma.

Negó con la cabeza repetidas veces y Lucas se agachó frente a él, tomando su muñeca aún cuando Gustave se negó.

—Hay que dejar que llene el reporte policial y lo examinen, su pulso es bajo y no pienso permitir que te respondabilices por él.

—Nada de policía.—Replicó Gustave, en un tono roto, como si pronunciar palabras fuera parecido a masticar vidrio.

En el momento que Lucas abrió la boca para replicar Gustave se desplomó contra la alfombra.

Y mi teléfono sonó.

—Hola, hermanita.

Esa voz burlona, chillona, putrefacta... Todo en uno pasando por las cuerdas vocales de mi hermano.

—No es buen momento.

— ¡Siempre es buen momento para la familia! Acabo de dejarte un regalito, uno de tus amigos lo estaba buscando... Exhaustivamente.

Sé que habla de Thomas.

— ¿Qué amigo? ¿De qué hablas?

Y entonces ese tono complacido e irritante de Giacomo se transformó en uno serio y grave.

Un vacío se alojó en mi estómago, ¿qué le hizo a Gustave? ¿Qué sucedió con Thomas? Por favor, díganme que no tiene a Thomas.

—Dile al reportero que deje de hacer preguntas. O no lo trataré tan bien como a tu pequeño amante.

Y cortó la llamada.

Observé con desconcierto a Lucas, quien estaba examinando las heridas de Gustave.

—Hay que ir a un hospital. —Determinó.

—No, en el momento que pise un hospital va a terminar muerto. ¿Puedes hacer algo por él?

Otra vez esos ojos de borrego de él, haciéndome creer que por ser mi ex dejaba de ser un humano, aunque yo lo conozco mejor que eso, podrá ser un desgraciado pero sigue siendo un doctor, que estudió medicina para salvar vidas. Pero no dejaré que su muerte suceda por mi culpa.

Sencillamente no lo voy a permitir.

—Sus heridas son profundas pero las arterias están intactas, yo... Puedo coser sus heridas y asegurarme de que no sufra tanto, pero su temperatura me preocupa, está a poco de la hipotermia.

Ciertamente estaba helado, temblando aún desmayado.

—Por favor, Lucas, ayúdalo...

—Busca mantas, ropa y mi botiquín de emergencia.

Y corrí a eso, observando cómo desinfectaba sus heridas.

Todo era mi culpa.

Lucas estaba aquí, atrapado conmigo sólo por deseo de mi hermano, y Gustave estaba lleno de sangre porque así lo deseaba mi hermano.

Y yo tengo la culpa tanto como mi hermano.

Maldita sea.

Quise correr, llorar, gritar, golpear cosas, matar a mi hermano.

Y todo sin poder.

Así pasaron las horas, Lucas y yo sentados esperando que Gustave recuperara su vitalidad. Él me había explicado que sus cortes serían cicatrices y que no lo matarían, que lo ideal sería llevarlo a un hospital pero que sabía lo que pasaría en ese caso.

Todo el tiempo sostuvo mi mano, excepto cuando fuí a limpiar la sangre del pasillo y recogí la nota que Gaccio dejó.

«Hablaremos luego. Te dejo este regalo con todo mi amor, mi hermanita.»

En un momento dado, mientras esperábamos que Gustave despertara, observé a Lucas, su rostro impacible y su pie golpeando una y otra vez el suelo midiendo la poca paciencia que le quedaba.

—Lamento todo lo que te hice pasar, Lucas. Si pudiera devolver el tiempo hubiese preferido no conocerte...

Un nudo se formó en la garganta de él.

—No digas eso, Julieta.

— ¿Qué necesidad hay de que estés aquí?

Su mirada se endureció y clavó en mis ojos, como molesto por mi estupidez.

—Porque te debo lo mejor de mí.

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⏰ Última actualización: Oct 24, 2021 ⏰

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