Capítulo 20

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Las fiestas de Keren, por alguna razón que nadie conoce, están llenas de tensión.

Primero: Al llegar siempre lo llenan a uno de besos. Luego se ponen a hacer especulaciones sobre la vida amorosa de los demás.

Pero fuera de eso, nada interesante.

Mientras, Lucas se preparaba para ver a Gaccio.

Demonios, cada vez que veía a Gaccio sentía que se le helaba la sangre. Era un tipo inquietante.

Aún no podía entender cómo tenía esa hermana que tenía.

Julie parecía caída del cielo.

Era todo lo que un hombre como Lucas podía soñar, y era todo lo que Lucas deseaba.

Entendía que Giacomo estuviera obsesionado con ella. ¿Quién podría evitar estar obsesionado con ella?

Era tan sensual que sólo pensar en ella podía alborotar cada hormona; tan inteligente que a veces se sentía intimidado; tan desinteresada que casi todo el tiempo se sentía un cretino. Y sí era un cretino, pero no solía sentirse culpable al respecto.

Lucas sentía que él problema era ese: Expectativas demasiado altas.

Y luego estaba ese jefe suyo acosándola. Mucho más joven, mucho más atractivo, asquerosamente rico y sí, mucho más cretino.

Sin olvidar al hermano psicópata que estaba obsesionado con ella.

He ahí lo inalcanzable: La chica de tus sueños, la esposa de tus fantasías, es demasiado imposible de conservar. Quizá pudo hacer que se enamorara de él, o que lo deseara por un rato, ¿pero cómo iba a conservarla?

Era mucho más fácil acostarse con la enfermera a la hora del almuerzo, o en alguna que otra guardia en el hospital.

Ella no necesitaba tener tu vida en su mano, sólo tu polla entre sus piernas. Por muy cínico que eso suene. Al final del día era otro hombre básico, ególatra y lujurioso.

Así funciona la vida: Follar es más fácil que enamorarse.

Cuando salió de sus pensamientos, Lucas vio a Gaccio mirándolo fijamente. Se asustó y dio un salto para atrás.

El chico sólo lo miraba, como si fuera un objeto, o una mascota nueva por la que se está fascinado.

-Qué lastima que seas heterosexual.

Dos minutos de silencio en los que Lucas quería pegarse un tiro, pero que Gaccio pareció disfrutar.

- ¿Cómo va la luna de miel de la reconciliación?

-Muy bien.

Gaccio sacó unas fotos, donde se veía a Lucas y a Julie.

Las primeras eran de la primera noche que fingieron para el fotógrafo, otras del beso que ella le dio en el estacionamiento, otras de ellos hablando, las últimas eran de la noche anterior.

-La cámara los ama, partner. Tienen ropa, pero sin duda deberían ser actores porno. Serían mejores que la mayoría.

- ¿Quieres decirme algo, Gaccio?

- ¿Dónde está Julie?

-En casa de una amiga, tenían una cena o algo así.

-Muy bien, comencemos...

Julie's POV.

Mientras, yo escuchaba los estúpidos chistes de Tom, que por algún motivo me hacían reír.

El hombre era un nerd, que cuando bebía un poco de champagne se volvía mucho más nerd. Y, para mi suerte, era mi tipo de nerd favorito.

No sé por qué razón terminé contándole toda mi vida, o por qué intentamos recordar la letra de Eleanor Rigby, pero se nos hizo imposible.

El punto es que se sentía como un lugar seguro y agradable.

¿Qué demonios pasa conmigo? ¿Por qué me siento culpable al disfrutar un rato agradable con un ser humano de género masculino?

Mi teléfono vibró en el bolsillo de mi ropa y yo quedé observando la pantalla con un mensaje.

Gustave: ¿Podemos hablar?

Como cualquier persona razonable yo decidí ignorar el mensaje y volver a observar a Thomas York, quien tenía la mirada en la posición perfecta para leer lo que había en la pantalla.

No lo conocía muy bien, pero sabía que no era del tipo que espía mensajes, creí que sólo lo hizo por estar borracho.

— ¿Lo has denunciado?

Su pregunta fue inesperada para mí. Aunque segundos después él recordó saber la respuesta, así que reformuló su pregunta.

— ¿Por qué no lo has denunciado?

Yo pensé varios segundos, inhalando del aroma de su colonia cítrica que abarcaba todo el aire.

—Él no es realmente un criminal, la verdad.

Él cerró los ojos y suspiró.

— ¿Cómo empezaron a salir?

Oh. Este hombre sabe cuáles son las preguntas correctas.

—Fuí su secretaria y siempre se comportó como un asno hasta que un día me pidió que fingiera ser su novia para una cena... —Expliqué ligeramente avergonzada.

— ¿Y se volvió realidad?

—No exactamente, él... Un día me encerró en su oficina y se metió la llave en los pantalones.

Nunca lo había dicho en voz alta, nunca me di cuenta de lo mal que sonaba. Supongo que él lo escuchó peor porque su rostro se transformó totalmente a uno impactado, incrédulo y aterrado. No sabía que podía impactar a un periodista importante, pero al parecer lo hice.

—Continúa—murmuró.

—No saldríamos hasta que yo le metiera las manos en el pantalón y lo hice, luego... Una cosa llevó a la otra.

Él frunció el ceño cuando escuchó la última frase, pero lo que dijo me impresionó mucho más.

—Y eso... ¿a tí te parece un comienzo sano para una relación?

La verdad nunca me hice esa pregunta, nunca esperé una relación. Pero algo dentro de mí me gritaba que Tom tenía razón.

— ¿Podemos hablar de otra cosa?

—Sí, Julie Kiells, podemos, pero quiero decirte que eres una mujer inteligente y confío en que te darás cuenta de que algún día él usará todo su poder para destruirte, porque sabe que lo que hizo contigo fue algo absolutamente ilícito, tóxico e imperdonable.

Mi JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora