Me pregunto, extrañamente, si Gustave Wallace sería tan cínico con respecto a mi madre como lo fue Lucas. No hay razón alguna para que él desee llevar conmigo un peso como ese. Y realmente no estoy segura del peso que quiera o esté dispuesto a llevar.
Claro que yo no estoy pidiendo nada de él, porque no es correcto.
Aquel día pudo ser mucho más hermoso o mucho más brillante si él hubiese estado ahí como yo quería.
-Mamá tiene un tumor en el cerebro -tragó en seco, ante la repentina noticia. Y yo, conociendo a Lucas como le conocía, tuve que adelantarme a los hechos-. No vas a tratarla tú.
-No comprendo la razón.
Abbot era doctor en el área de neurología, si alguien sabía sobre el cerebro era él, pero no podía concebir qué estaba en mi cabeza.
-Objetividad, quiero que se mantenga. Eres mi novio y...
-Es tu madre, ¿quién supones que se dedicaría más a ella de lo que yo lo haré?
- ¿Si esto llegara a terminar, en qué situación se vería ella?
-No sabes lo que dices. Soy bueno en lo que hago.
-No dije lo contrario.
-Esto es por Gaccio, ¿cierto?
-No tiene nada que ver con mi hermano.
-No confías en mí porque soy su amigo...
-Eso es algo que evidentemente yo tampoco dije. Pero si lo piensas, quizá no sólo la veas como mi mamá, sino como la desgraciada progenitora de ese imbécil.
-Cuando el día termina, Julie, duermo contigo, y no con él.
El silencio se hizo por un momento.
-Soy doctor, y no de los que viven la parte más bonita de los pacientes, ¿cómo es que no estás destrozada? Se supone que debes estar llorando, y yo consolándote, no discutiendo sobre tu hermano.
-Así no funcionan las cosas conmigo, desde hace ya un tiempo lo sé, pero no estaba segura de cuándo decirte.
- ¿Alguna vez piensas en los demás?
-Constantemente, Lucas.
No dudo que se molestó en aquella ocasión, y ahora me gusta la idea de haberlo hecho molestar alguna que otra vez, porque siempre le dediqué mi poco tiempo libre, pero sólo quiso ver todo el tiempo que no tenía disponible para nada.
-Ven a la cama, Julie. -Pedía constantemente, y yo jamás le desatendí en la noche, nunca olvidé mimarlo. Pero no tenía toda la noche disponible para dormir a su lado, ni darme a la tarea de una maratón sexual como él lo deseaba. Como ya he dicho, no solía tener mucho tiempo libre.
-Deberías renunciar, amor, ese trabajo te está matando. -Y decía la verdad, pero si para conseguir un trabajo como el que tenía debía mencionar el nombre del degenerado de mi hermano prefería soportar todos los días al malhumorado de Gustave Wallace.
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Si todas las decisiones que tomé, fuese la respuesta 'sí' o 'no', me llevaron a estar tomando la mano de Gustave ahora, entonces creo que al menos una estuvo bien.Mi mamá lo cree igual, tocándole las mejillas, con las manos débiles por la enfermedad y la robustez de Gustave se hace difícil. Pero él lo adora, lo veo en su sonrisa, y ella lo adora a él, sin distinción porque haya sido mi jefe, ella disfruta ver que alguien me quiere.
Gustave parece un niño, todo rojo y sintiéndose consentido. Su hogar y familia se ven muy cálidos, pero esto... esto amor puro.
Mi mamá podría vivir conmigo, pero ella no quiere eso. Yo podría vivir con ella, pero tampoco quiere eso. No desea que la estén cuidando como a una enferma, y defiende mi autonomía. Mi mamá es única y Gus lo nota, otros se dedicaron a simplemente no creerlo.
-Julia, ragazzia, ¿podrías conseguir algunas manzanas? Trae unas del supermercado de la otra esquina, por favor...
-Sí, mamá.
-Te acompaño -dijo Gustave.
-No, no, no, lindo. Quédate aquí. Voy a enseñarte a hacer un jugo de manzana digno.
-Pues... vamos a buscar las manzanas, ¿no? -replicó Gustave, sin entender aún.
-Las manzanas no son el primer paso -le susuré a Gustave, haciéndole entender que ella quería tenerlo a solas para hablar con él. Y lo entendió.
Yo, mientras tanto, fui al "supermercado de la otra esquina". Donde solíamos ir mi hermano Giacomo y yo, cuando los tiempos lucían distinto.
No mucho tiempo después de tener las manzanas en mi poder, salí. Entonces vi una camioneta púrpura y a un chico rubio muy lindo esperando.
-Ay, no. Qué fastidio con el mismo cuento de la camioneta moradita -bofé, el chico rubio me pidió que entrara con una sonrisa de principiante.
Camino callado. Todo en silencio.
Y el final de nuestro recorrido llegaba ante un tipo vestido con un traje negro y púrpura ajustado, con un sombrero en la cabeza. El sombrero es nuevo, pero la pretensión no.
-Giacomo.
- ¿Giacomo? Me decepcionas, preciosa. Hasta este punto de nuestra vida juré que al menos pudieses decir Gaccio con confianza.
- ¿Ahora qué?
Sostuvo al aire una foto de Gustave.
- ¿Quién es este tipo y por qué te acompaña a ver a la mugrosa?
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Mi Jefe
Romance¿Cuánto apostamos a que ustedes no saben lo que va a pasar con esta "simple" secretaria?