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I: 'll love you forever.
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Creo que ya encontré la solución a mis problemas.
Se llama 'renuncia'.
Mi trabajo es bueno, muy bueno, maravillosa paga, increíbles condiciones, pero no vale la pena.
No lo hace, ni ahora ni nunca. No voy a humillarme por un salario.
También está la enfermedad de mamá, sin el trabajo ella pierde el seguro. Pero no importa, conseguiré otro trabajo.
Quizá el amor si existe, pero aunque creí estar enamorada estoy convencida de que él no. Lo parecía, pero si alguien me ama no me pediría que entrega todo mi futuro para salvarle la fortuna.
Mi conclusión es ésta:
* Si no soy suficiente para su padre, no lo aprueba y lo deshereda, me dejará; eso no es amor.
* Si no puedo tener hijos y él no puede producir un heredero, me dejará; eso no es amor.
* Si hubiese estado enamorado no me hubiese forzado a estar con él, habría sido amable desde un principio y se hubiese esforzado; definitivamente es acoso sexual, aunque antes no lo vi.
* Una persona enamorada no se tarda tantos años en declararse para querer casarse en un par de meses; esto es un chiste.
Redacto mi renuncia, mi salida de su vida, llamo a una amiga que cree poder encontrar alguna entrevista de trabajo para mí.
Me gradué de Yale, tengo un buen currículum, algo encontraré.
Entonces, mientras repaso mis opciones, escucho que tocan la puerta. Con algo de ansiedad, fui a abrir.
Supuse que sería Gustave, pero no.
Es Lucas Abbot.
―Supe la noticia―dijo.
― ¿Qué noticia?
―Que renunciaste.
―Entonces creo que vienes a decirme "te lo dije".
―No. Pero sí te lo dije, lo sabes.
― ¿A qué viniste?
―No quiero aprovecharme de la situación, pero te prometí que cuando renunciaras a ese horrible trabajo, tú y yo celebraríamos. Sé que ahora todo es distinto, pero podemos omitir la parte del sexo y simplemente ver una película.
― ¿Por qué haces esto?
―Supe todos los desprecios y humillaciones que soportaste en ese trabajo, estuve ahí contigo. No debes estar sola ahora. Además, te lo prometí.
―Lucas...
―No voy a intentar nada, eso también te lo prometo.
Creí que su intención era sincera, así que lo dejé pasar.
Pero sé algo de él, entre los millares de cosas que sé, y es que para él, ver una película no es ver una película simplemente.
Abbot es experto en películas, el experto por excelencia. Puede pasar horas hablando sobre una, otra y otra película, y si algo siempre admiré de él, es lo observador que resulta ser.
Desgraciadamente, es muy metódico a la hora de escoger una película.
Quizá demasiado.
Buscó fichas y escribió varios títulos, los puso sobre la mesa, y comenzó a descartar.
―No queremos llorar o ponernos tristes ahora, ¿cierto?
―Claro que no.
Entonces, quitó varios títulos de la mesa.
―Tampoco considero apropiado una romántica, ya que acabas de cortar...
Así pasamos alrededor de treinta minutos, moviendo, quitando, escogiendo, hasta que sólo quedaba una ficha en la mesa frente al sillón.
Bohemian Rhapsody.
―Ya la vi―dije, y la quité del tablero de vidrio, hasta que quedó vacía. Lucas me miró, estupefacto, nuestra deliberación había sido un fracaso.
― ¿Crees que deberíamos ver una serie?
Terminamos viendo La Casa de Papel, toda la noche y gran parte de la madrugada. Tan sólo la primera temporada y poco menos de la mitad de la segunda.
―El Profesor es todo un crack.
―Si Gaccio no fuera un animal, tal vez me recordaría a él.
―Nunca entendí por qué odias tanto a tu hermano. Digo, todos tenemos a alguien controlador en nuestra vida.
―Siempre le agradaste porque podía controlarte.
―Aún así no lo odio.
―No te hizo las cosas que a mí.
Sujetó mi mejilla con una de sus manos, suavemente y con gentileza.
―Nunca quisiste decirme qué te hizo, babe.
Estaba preocupado, le brillaban los ojos.
―Creo que ya superamos la etapa del "babe", Lucas.
Sus ojos se apagaron. Acarició mi rostro con su pulgar mientras aún sostenía mi mejilla.
―Aún te amo, Jules.
Yo sabía cuándo repetía algo genérico, cuándo decía cosas porque sí, cuándo daba disculpas vacías y cuándo se sentía arrepentido.
―Me equivoqué cuando hice que dejaras de creer que te amaba―continúa. Pero aún no sé cómo responder.
― ¿Qué quieres decir?
―Que lo lamento, y espero que algún día puedas perdonarme por ser un imbécil.
―No sé si sería lo mejor.
―Tomará tiempo, pero valdrá la pena esperar. Podemos tener un futuro maravilloso.
Recuerdo lo cálida que era su voz, su tacto, siempre me trató como la mujer más hermosa del mundo, la única cosa irremplazable que tenía. Pero hubo un momento en que todo se apagó, él, yo, nuestro nosotros.
Cuando lo hizo, él no pudo aceptarlo. Entonces besé su mejilla con el suficiente afecto.
―Tomará tiempo.
Eso fue lo que dije. Lo único en que pensaba era Gustave.
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Mi Jefe
Romance¿Cuánto apostamos a que ustedes no saben lo que va a pasar con esta "simple" secretaria?