XVI

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El sonido del motor pidiendo el cambio de marcha era lo único que se escuchaba en medio del silencioso auto

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El sonido del motor pidiendo el cambio de marcha era lo único que se escuchaba en medio del silencioso auto. El brazo de Suzie se cruzaba con el mío, pegándolo a su costado.

Podía escuchar su respiración nerviosa y veía de reojo su pierna rebotar. Su voz interrumpió la serenidad.

–¿Sería posible que bajaran un poco... la ventana?–dijo mirando el vidrio oscuro, su voz un poco temblorosa.

El hombre sentado en el asiento del copiloto contestó toscamente.

–Es blindado.

Suzie hizo un gesto de obviedad y asintió una vez.

–Claro... Gracias, de todos modos.

Y una vez más, el silencio reinó el espacio.

Mi mirada iba posada en la camioneta frente a nosotros y de vez en cuando veía por el retrovisor la que estaba detrás.

Podía imaginar lo que pensaba la gente al ver cuatro camionetas negras, idénticas, circulando como si nada. Afortunadamente, nada se observaba hacia dentro.

Sentí la mirada penetrante de Lukyan posada en mi perfil. Volteé a mirarlo y efectivamente, me veía fijamente con su rostro un tanto tenso. Como siempre.

–¿Qué?–dije sin quitarle la mirada de encima y alzando mi ceja derecha.

Negó soltando una pequeña risa nasal para seguidamente masajear sus sienes suavemente.

–¿Cuántos problemas más me vas a causar?

Esta vez alcé las dos cejas, completamente incrédula.

–¿Disculpa?–mi voz sonó indignada.

–Me quedé sin un socio bastante bueno y no te he escuchado agradecerme. Ya es la segunda vez.

Sostuve mis mejillas con mis manos, alzando las cejas de nuevo, intentando procesar lo que acababa de escuchar.

–No tienes por qué malditamente...–mi tono de voz se fue reduciendo hasta dejar de hablar por completo.

Lo mató.

Abrí mis ojos completamente, sintiendo escalofríos por todo mi cuerpo y mis hombros tensarse.

–¿Que hiciste?–dije nerviosa viéndolo aún con mis ojos abiertos.

Me miró con su rostro neutro. Totalmente calmado.

–Yo nada.–dijo vagamente, alzando sus hombros sarcásticamente.

Abrí mi boca ligeramente, sin embargo las palabras no fueron capaces de salir de ella. Sentí mi estómago revolverse y un escalofrío recorrer mi espalda.

Negué con la cabeza varías veces, incrédula. Su gesto se mantenía tranquilo. En mi cabeza solamente daba vueltas una pregunta.

¿Qué demonios le corre a este hombre por las venas?

LUKYANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora