XI

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"Viernes

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"Viernes. 7:15p.m."

El mensaje brillaba en la pantalla del nuevo celular. Número desconocido.
Pero yo sabía perfectamente quien lo había enviado.

Mordí mi dedo pulgar, moviendo mi pierna de arriba a abajo nerviosamente. Una mano en mi hombro me hizo dar un pequeño brinco en mi asiento.

Suzie se encontraba detrás de la barra de la cafetería, donde estaba dándole la espalda. Le dirigí una pequeña sonrisa, intentando disimular mi nerviosismo, lo cual no funcionó muy bien ya que mi amiga frunció el ceño confundida.

–¿Que pasa Clar? ¿Estás bien?

Suspiré casi imperceptiblemente, pasándole el celular a Suzie. Esta lo tomó en sus manos y leyó atentamente el corto mensaje.

Sus cejas se alzaron mientras me devolvía el celular.

–¿Mañana?–dijo juntando sus manos bajo su barbilla y sonriendo disimuladamente.

Asentí mordiendo mi labio inferior. Los nervios me carcomían.

–Solamente que... no se si ir.

Suzie me miró comprensivamente.

–Puedes no ir Clar. No te puede obligar.–dijo dándome una pequeña sonrisa.–Solo que debes tener en cuenta, que si no vas, puede cobrarle de nuevo a Kylan.

Junté mis cejas con preocupación, asintiendo lentamente.

•••

Miré mi reflejo en el espejo de mi cómoda, tallando mi cola alta por quincuagésima vez. Mis labios temblaban, me sentía nerviosa.

No tenía idea de porqué Lukyan quería que nos viéramos, porqué quería salir conmigo. Más que todo, porque es su condición para no cobrarle más a Kylan. 

En medio de mis pensamientos, recordé revisar la hora.

7:30p.m.

Que extraño, está atrasado.
¿Y si lo olvidó?

Por un momento pensé que me había librado de esta, pero la voz de Suzie retumbó en mi cabeza.

"Solo que debes tener en cuenta, que si no vas, puede cobrarle de nuevo a Kylan."

Maldita sea. ¿Y si yo tenía que ir a su casa? ¿Y si la que está atrasada soy yo?

Rápidamente me levanté de la silla y tomé el celular de la cómoda, para luego bajar corriendo las escaleras mientras llamaba un taxi.

Agradecí que no había nadie en casa, así no tenía que inventarme alguna excusa.

El taxi llegó y al cabo de 30 minutos me encontraba fuera de la gran casa que ya se me empezaba a hacer costumbre frecuentar. La mayoría de veces, si no es que todas, contra mi voluntad.

LUKYANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora