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Dasha bajó del auto en la dirección que el GPS había marcado como su destino y si la asombró que la elegante pero familiar fiesta de compromiso de Indiana se realizara en una cómoda mansión a las afueras de Seattle, no lo demostró. El mensaje de invitación había llegado un par de días antes con la dirección de la fiesta y a pesar de que ella no supo que pensar había finalmente decidido que debía de asistir, al menos para no hacerle en desaire a su ex-amiga y arruinar la oportunidad que esta le había dado.
Así que allí estaba, como congelada ante la puerta de la gran casa, sin saber qué hacer. Tomando una profunda respiración se armó de valor para tocar la puerta. La espera no duró mucho, pero cuando esta se abrió la sonrisa agradable que Dasha había ensayado quedó congelada. Igual le sucedió a la madre de Indiana, Adrienne, cuando vio quien había llamado a la puerta.
— ¿Tú? ¿Qué haces aquí? — finalmente reaccionó esta. Su rostro tornándose rojo de la furia. — ¿Quieres arruinarle a mi hija su fiesta de compromiso? No te bastó con romperle el corazón una vez y vienes a repetir tu hazaña.
— Señora York. — dijo la aludida con lentitud. — Podría decir que es un placer volver a verla pero no estoy segura de que lo sea. Y acerca de Indiana, ella misma me invitó aquí. Así que sí me disculpa tengo que pasar.
— Por encima de mi cadáver. Siempre supe que eras una descarada, pero cuando te conocí pensé que eso se debía a la adolescencia y a la pérdida de tu padre. Pero una chica que se le ofrece a un hombre mayor y luego destruye la vida de su hija cuando este la rechaza no vale nada. — la mirada de odio y rabia en su rostro dejó en shock a Dasha, pero lo que más la impresionó fueron las palabras de la madre de Indiana.
— Siempre me pregunté si lo sabrías. — dijo Dasha dando un paso atrás, su boca torcida en una mueca de asco. Tuteándola sin dudar. No sentía ningún respeto por Adrienne York. — Traté de convencerme a mi misma de que no serías capaz de dejar que tu marido se lanzase a las camas de las jovencitas solo porque no lo querías en tu cama. Porque ¿sabes? Eso fue lo que me contó. Que tú no lo soportabas en tú cama y él daba gracias por no tener que ir pues se aburría mortalmente contigo.
Dasha vio venir la bofetada y la detuvo. Su cuerpo vibraba de ira y odio. La mano de Adrienne se cerró en un puño y su mirada se encontraba repleta de vergüenza, rabia y miedo.
— Y ahora es mejor que te calles y me dejes entrar. Indiana me invitó y no quisiera decepcionarla y no creo que sería conveniente que te metas en mi camino nunca más si no quieres que todo el cuento de hadas en el que vives se derrumbe. A tus hijos y amigos no le gustaría enterarse de en qué tú y tu marido ocupan su tiempo. Él metiéndose en las camas de las jovencitas, y tú dejando que tú mejor amiga te coma el coño. — dijo gélidamente Dasha.
La expresión del rostro de Adrienne se congeló de miedo e impotencia confirmando algo que Dasha había presenciado sin querer y de lo que nunca había hablado pues en ese momento no era de su incumbencia y creía a pies juntillas en la ignorancia de Adrienne a los hechos de su marido. Al parecer se había equivocado y ahora tenía la confirmación de que la suciedad y la mentira venía de ambas direcciones.
— No te atreverías. — musitó temblorosa Adrienne tratando de parecer digna.
— Pruébeme y no le gustarán los resultados. Ahora ¿tenemos un trato?
— Si. — escupió con rabia la madre de Indiana.
Dasha dejó libre la mano de Adrienne y esta se la acercó a su cuerpo con celeridad acariciando su muñeca adolorida. Con un poco de la compostura y la arrogancia de antes habló la señora York.
— Pero no crea que lo haga a gusto. No me agradabas antes y ahora lo haces menos.
— Sea sincera señora York, usted me odia. Pero su odio no se compara al mío. Solo no le vomito en sus zapatos del asco que siento por usted porque al parecer tengo más clase de la que usted tendrá jamás. No soy quien para hacer juicios de moral, pero si fuera por mi usted iría al infierno por hipócrita. Y ese es uno de sus pecados menores. — sanjó Dasha la conversación dejando impactada a Adrienne justo a tiempo ya que en ese momento la puerta se abría por segunda vez.
Era Indiana que se veía deslumbrante con un vestido color oro que iluminaba su piel. Su mirada pasó del rostro de su madre al de Dasha llenándose de inquietud y preocupación.
— Dasha no sabía que habías llegado. Mamá ¿está todo bien?
— Todo está bien mi amor. Estaba dándole la bienvenida a Dasha. No sabía que vendría, pero me alegro de que ya todo esté bien entre ustedes. — sonrió falsamente Adrienne y abrazó a su hija por la cintura. El rostro de Indiana no tardó en relajarse. 
— Gracias de nuevo por invitarme Indiana. — sonrió sinceramente Dasha y sacó de su cartera un sobre con un pequeño lazo azul eléctrico. — Son entradas para el nuevo concierto de reunión de The Cure. Creo recordar que te encantaba ese grupo. Un amigo consiguió dos boletos en asientos VIP para mi. Espero que tú y tú prometido lo disfruten.
— Miles de gracias. The Cure sigue siendo mi favorito. — sonrió Indiana aceptando el regalo de Dasha. — Ahora sígueme dentro seguro reconocerás a unos cuantos.
Ignorando la mirada envenenada de la señora York Dasha siguió a su ex-amiga-casi-nuevamente-amiga dentro.

La emocionante existencia de una adicta al sexoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora